La soledad no sólo afecta la salud mental sino la física
«La soledad se define como la diferencia entre las relaciones sociales que uno quisiera tener y las que realmente considera que tiene», concluye un especialista.
El distanciamiento físico, pero no social se ha convertido en uno de los máximos desafíos de la pandemia de coronavirus. Es que mantener distancia y evitar reuniones sociales son herramientas clave para prevenir la infección por Covid-19 y la posibilidad de contagiar a otras personas. Pero es importante que el estar «lejos» físicamente tenga como contrapartida una mayor cercanía social y emocional, ya que la soledad o el aislamiento no solo tienen consecuencias en la salud mental, sino que también conllevan un posible efecto en el sistema inmune de las personas, especialmente en los adultos mayores, uno de los grupos más vulnerables frente al virus.
Una investigación presentada recientemente en el Congreso de la Academia Europea de Neurología por la doctora Janine Gronewold, del Hospital Universitario de Essen (Reino Unido), demuestra que hay una mortalidad aumentada a futuro de casi un 47% en las personas que se sienten aisladas o solas en relación a las que no. Esta estimación se asocia a los efectos negativos psicológicos vinculados a la soledad sobre el sistema inmunológico.
«La salud mental y la salud física se encuentran entrelazadas. Nunca debemos subestimar la importancia de esta relación», destaca Julián Bustin, jefe de la Clínica de Memoria y Gerontopsiquiatría del Instituto de Neurología Cognitiva (INECO). Bustin explica que «las personas que se sienten aisladas o solas tienen mayores niveles de estrés y eso aumenta los niveles de cortisol y otras sustancias que son inmunosupresores». Sin embargo, ciertos cambios en el estilo de vida podrían influir en la inmunidad y en la resistencia a las diversas afecciones.
Esto es particularmente importante para las personas mayores ya que con el aumento de la edad, el sistema inmune atraviesa un proceso de remodelación denominado inmunosenescencia. Ese proceso está caracterizado por el aumento de la susceptibilidad a las infecciones, una reactivación más frecuente de virus latentes, disminución de la eficacia de las vacunas y una mayor prevalencia de cáncer.
Si bien estos efectos se dan de manera inevitable, Bustin sostiene que una rutina que contenga actividad física, dieta saludable y un buen descanso pueden contribuir positivamente el envejecimiento inmune.
De igual manera, durante este período de distanciamiento físico, es crucial fortalecer el acompañamiento social para lograr mantenerse saludable. Que una persona viva solo/a no quiere decir que tenga sí o sí que sufrir sensación de soledad.»La soledad se define como la diferencia entre las relaciones sociales que uno quisiera tener y las que realmente considera que tiene», concluye el especialista de INECO.
En Argentina actualmente viven más de seis millones de personas de más de 65 años, que representan el 15% de la población. Por ese motivo, y en el actual escenario más que nunca, debemos estar atentos al distanciamiento físico y la proximidad social, para cuidarnos entre todos.
Fuente: Clarín