La abuela Ñata, 95 años, escritora

De enfermera a poeta: la abuela Ñata empezó a escribir a los 77 y ya publicó tres libros. Ana Pilar Andrade también grabó audiolibros, relató cuentos para ciegos y conoció a Favaloro. Conocé su historia.

La Abuela Ñata con su libro «Cuentos para la mañana». Foto gentileza de la familia

Por Maxi Kronenberg

Ñata luce espléndida y radiante, sentada frente a la computadora, vestida con un impecable saco color cremita con tonos grises y maquillada para la ocasión, con una sonrisa que va de oreja a oreja. Detrás de sus anteojos grandes irradian esos ojos que brotan una felicidad absoluta. Se la ve despreocupada por el presente pero consciente de lo que vendrá. Ñata en realidad es Ana Pilar Andrade. Si bien no hay registros que lo certifiquen, posiblemente sea la abuela tecnológica más longeva del mundo: tiene 95 años y acaba de publicar su tercer libro en plena pandemia por coronavirus.

“Quería dejar este recuerdo a mi familia cuando ya no esté”. Su relato desde la compu eriza la piel de su familia que fue cómplice de la videollamada con Clarín.

Después librar tantas batallas, la abuela-escritora se aferra más que nunca a la vida y sigue dando pelea pese a su movilidad reducida a la sordera pronunciada y al maldito Covid-19 que circula por cualquier parte, a la espera de soplar las 96 velitas el próximo el 1° de septiembre en su casita en La Plata, su ciudad natal. Allí vive con Angélica, una señora que la asiste y la cuida, ya que no puede desplazarse por sus propios medios.

La Abuela Ñata no reniega para nada de la tecnología. Al contrario. Foto gentileza de la familia.

La Abuela Ñata no reniega para nada de la tecnología. Al contrario. Foto gentileza de la familia.

Cuentos para la mañana, de Editorial hInvisible (así, con “h” al principio) es una  recopilación de 21 microrrelatos y siete poemas que la autora escribió durante los últimos ocho años y “habían quedado en el tintero”, según cuenta. Desde los 87 que va al Pepam, el Programa de Educación Permanente para Adultos Mayores que depende de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Mariano Dubin, uno de los profesores, le aconsejó publicar el libro con sus relatos creados en el taller literario. Son cuentos cortos, de una o dos páginas, algunos son simples, ficcionales, con finales tan creativos y contundentes mientras otros describen una realidad tan cruda que estremece como Josefina y MalenaViolencia de género y el poema Los niños pobres.

“Es la voz que muchas callan”, explica desde el otro lado de la pantalla su nieta Carolina Bugnone, también escritora y coordinadora de talleres de escritura y de poesía para adolescentes.

Ana habla de todo pero con la voz entrecortada por su avanzada edad. También le gusta la tecnología, hace morisquetas y hasta posa con el dedo en la mejilla, imitando a Mirtha Legrand“Bienvenidos al mundo de Ana, la vieja más joven del mundo”, es la descripción más perfecta del prólogo de su nietapara presentar a su carismática abuela.

La abuela Ñata toma mate. Foto gentileza de la familia

La abuela Ñata toma mate. Foto gentileza de la familia

Dice que su familia es “el principal motor de su vida” y también la ayudó a publicar Cuentos para la mañana, el libro que, según Ñata, dejará como legado: su hija Marta Pardo es artista plástica; ilustró la tapa y algunas páginas, su nieta Caro seleccionó los cuentos, consiguió la editorial y le puso el título a la reciente obra de su abuela. Tadeo, su bisnieto, armó el video.

Sin embargo, resiste el paso del tiempo con una fortaleza asombrosa: a veces imagina tener 25 años en un cuerpo de 95, una sensación permeable a la frescura de sus cuentos con esos finales tan creativos, precisos y contundentes. “Me gusta Soy porque tiene un final gracioso, y La Ensalada porque me lleva a mis años jóvenes”, confiesa Ñata con cierta picardía. Su carisma es capaz de seducir a cualquiera.

Con esa misma frescura, Ñata siente que la tecnología es una forma de mantener viva la juventud y dejarla suspendida en el tiempo: se conecta por Zoom para hablar con sus nietos que viven lejos, también chatea y postea desde su cuenta de Facebook y se la rebusca para escribir sus cuentos en la notebook a pesar de sus limitaciones en su brazo derecho. ¿Su app favorita? “Prefiero el WhatsApp porque me permite una comunicación rápida”, confiesa la abuela-tecno-escritora.

Pero no todas fueron rosas en su vida. Su ADN registra 95 años de dolor, sacrificio, fortaleza y mucho amor por el prójimo. Hija de padres inmigrantes, su madre Carolina (española) falleció antes que cumpliera 14 años, y a su padre Joaquín lo recuerda como un humilde portugués pero “bastante bravo” cuando trabajaba como peón en las estancias en La Plata. “Yo me crié solita”, confiesa la abu-escritora.

La Abuela Ñata y su último libro "Cuentos para la mañana". Foto gentileza de la familia

La Abuela Ñata y su último libro «Cuentos para la mañana». Foto gentileza de la familia

La escuela fue su refugio. Allí descubrió su pasión por la literatura. “Desde muy pequeña me gustaba leer y escribir. En la primaria tenía la materia Lectura y Escritura y me gustaba mucho. Escribía poemas y otras cosas muy cortitas en un cuaderno. Cuando era joven iba a la Biblioteca de la UNLP para leer La interpretación de los sueños, de Freud”, recuerda.

Precisamente, En la escuela es otro de los grandes cuentos de Ñata donde relata su paso por el colegio Nº 45 “Dardo Rocha” en el barrio El Mondongo, la misma a la que iba René Favaloro mucho antes de convertirse en una eminencia en medicina, el hombre que tiene siempre presente en su memoria.

“Él iba un año más que yo. Una vez lo vi y conversamos en el acto por el centenario de la escuela. Es un genio de la medicina. Hay un monumento en la cancha de Gimnasia y un proyecto para llamar Doctor Favaloro al Bosque de La Plata”, acota Ñata. En el frente de su casa hay un mural con la imagen de Favaloro junto con otra del fallecido Padre Carlos Cajade de La Plata.

Si bien no tiene un escritor predilecto, le gustaba leer novelas largas en las bibliotecas platenses y los poemas de Almafuerte: “Si te postran diez veces, te levantas / otras diez, otras / cien, otras quinientas… / No han de ser tus caídas tan violentas / ni tampoco por ley, han de ser tantas”, recitó el primer fragmento de ¡Avanti! con una memoria envidiable.

Ñata nunca bajó los brazos en tiempos en que las mujeres no iban a la secundaria, cuando el trabajo y las tareas de la casa eran la principal demanda. Así, en 1946 se convirtió en la primera generación de enfermeras de la Cruz Roja Argentina en La Plata, donde fue abanderada y se recibió con el mejor promedio. Luego, trabajó en bancos de sangre en hospitales y en institutos de menores hasta su jubilación.

"Cuentos para la mañana", de Ana Pilar Andrade.

«Cuentos para la mañana», de Ana Pilar Andrade.

Ya retirada, en 2002 publicó ¿Culpables e inocentes?, su primer libro, en el que contó el maltrato de los empleados de los institutos contra los menores. “Después de jubilarme como enfermera, cumplí la promesa que les hice a los jóvenes internos de contar lo que pasaba en los institutos”, sentencia la autora.

Gimnasia y Esgrima La Plata es el club de sus amores, como toda su familia, sobre todo por su padre que era hincha, fue canchero y trabajó en la boletería del club. Para ella, el Lobo “significa todo”. Hasta se anima a hablar sobre Maradona: “Más que entrenador, es una figura pero no está en condiciones de ser DT. Le ponen un sillón en cada partido. Anda no tanto como yo que estoy con el andador. Después el club vende ese sillón y se hacen ricos”, ironiza.

Ñata levanta la voz por los Derechos Humanos y por las Madres de Plaza de Mayo. “Tengo casi familiares desaparecidos, son hermanas de mi yerno; una de ellas estaba embarazada, el nene nació en cautiverio y su hermanito Matías estuvo 20 días desaparecido cuando era bebé”, rememora con mucho dolor. Y completa: “Fue la época más terrible de mi vida. No quería que mis hijos siguieran estudiando en la Facultad. No estaba tranquila, no vivía. Si pudiera, acompañaría a las Madres en todas las marchas”.

Ñata está informada de todo, lee el diario todas las mañanas y prefiere mirar los noticieros antes que las novelas. Por eso, no le escapa a ningún tema. “¿Dónde está la plata que Macri había traído del FMI?”, exclama.

Y como buena enfermera, también recomienda usar el barbijo y mantener el distanciamiento social para evitar contagios. “El coronavirus es un desastre. Tenemos que cuidarnos mientras no aparezca la vacuna. Necesitamos suero para inyectarles anticuerpos a los pacientes enfermos. En Argentina están usando el plasma de los enfermos ya que tienen anticuerpos”.

Además de su pasión por la escritura, Ñata se reconoce como narradora socialgrabó audiolibros, una poesía de Nicolás Guillén y relató cuentos en la Biblioteca Braille y Parlante de la provincia de Buenos Aires. Y eso no es todo: desde que tenía 80 hacía teatro comunitario en las plazas en La Plata.

Pero a los 84 se enredó con unos cables y se fracturó el brazo derecho al caerse cuando hacia teatro en la plaza Islas Malvinas, y así le quedó con movimientos limitados. Encima, lleva a cuestas dos fracturas de fémur, una en la parte alta y otra a la altura de la rodilla. Por la caída, estuvo en silla de ruedas cuando tenía 90 y al poco tiempo logró rehabilitarse. Por eso usa el andador. “Tengo mucha fuerza de voluntad. El médico dice que tengo bien el motor, pero no la carrocería”, bromea.

Ñata da pelea con dos de sus tres libros publicados a los 95 años: ¿Culpables e inocentes?, La nena de las estrellas (su autobiografía narrada en tercera persona, publicada en 2019) y el flamante Cuentos para la mañanaSe pueden conseguir por el mail anapilarandrade@gmail.com o por el Facebook de Ana Pilar Andrade Pardellas, su red social favorita.

Su tenacidad es un claro ejemplo de que se pueden concretar los sueños en tiempos de coronavirus y a cualquier edad. Los 96 que están al borde de la esquina y piensa vivirlos con ese espíritu joven que no claudica.

Este año no hay clases en el Pepam por la cuarentena. Encima, el andador le impide subir las escaleras. Su mayor preocupación es cómo hará para cursar el próximo año… “¿Si tengo algún sueño que cumplir? A esta altura más de lo que hice… pero yo no me quiero morir. Pienso vivir unos cuantos años. Por eso no me entrego. Seguiré luchando. Y como decía Luis Sandrini, ‘mientras el cuerpo aguante hay que seguir para adelante’”.

Cuento «Violencia de género»

 –Hola Patricia, ¿cómo estás?

–Bien –dijo Patricia y se tapó la cara.

–¿Por qué te tapás la cara?

–Porque e da vergüenza mostrarla.

–Che, no jodas, lo único que te faltaba.

–Pero por vos, que sos mi amiga, me la voy a destapar.

–Qué desastre, ¿te llevaste una puerta por delante? Tenés el ojo negro.

–Mucho peor, me pegó mi marido.

–Pero ¿qué le hiciste que llegó a pegarte de esa manera?

–Mirá Rosita, no es la primera vez, pero nunca llegó a tanto.

–¿Pero alguna otra vez lo hizo?

–Querida, todos los días. Para peor de males, mis hijos lloran al ver que su papá le pega a su mamá. Después viene como arrepentido, “Perdoname, te quiero, no lo voy a hacer más”. Y al día siguiente vuelve a lo mismo.

–Denuncialo en la comisaría de la mujer, después lo llaman y le dice que no se puede acercar por lo menos a quinientos metros.

–Pero no te ponen custodia, y ahí vuelve y te mata. Me pasa por no escuchar a mi madre, que siempre me decía “Ese hombre no te conviene, tiene pinta de maltratador”. “Pero es tan lindo, 49 mamá”, decía yo, no miré lo que llevaba adentro.

Cara linda, con alma sucia.

Así termina la historia de Patricia y su amiga Rosita, quien todavía la está llorando.

Cuento «Soy»​

Creo que soy una buena madre, aunque habría que preguntarles a mis hijos si lo soy, como maestra soy excelente.

Si soy optimista ¡uf!, claro que soy optimista, siempre veo el lado bueno de las cosas.

Como mujer soy una maravilla, cómo no voy a serlo, con mis 25 años.

Soy una buena hija, me porto de maravillas, aunque a veces desobedezco a mi mamá. Y ni se imaginan en la escuela, soy la mejor del grado, vieran las notas que me pone el maestro.

Algunas veces, cuando mis amigas me hacen algo, soy muy rencorosa y no me olvido fácilmente.

Y ruedo y ruedo como una piedra rodante, de tanto rodar me fracturé un brazo y una pierna en dos partes.

Y les mentí en algo, no sé si por error o con premeditación, o me habré confundido: no son 25, son 95 mis años.

Fuente: Clarín