Adultos mayores sin tabúes
Debate: Las comunidades de amistad LGBT y el reconocimiento de la diversidad sexual en los adultos mayores plantean nuevos desafíos.
Las comunidades de amistad LGBT y el reconocimiento de la diversidad sexual en los adultos mayores plantean nuevos desafíos.
Los actuales adultos mayores LGBT+ vivieron épocas en las que aquellas orientaciones e identidades sexuales que se alejaban de lo establecido eran consideradas patologías, pecados o incluso delitos. En ese contexto los términos “homosexual”, “lesbiana” o “travesti” eran evitados o utilizados de maneras injuriosas, sin caber ninguno de los derechos que hoy se reconocen, lo que dio lugar a que una parte de la vida transcurriera en el ocultamiento, lo que se llamó “la doble vida”, que no era más que una estrategia de subsistencia de su deseo.
El ocultamiento tocaba las relaciones más cercanas, desde la familia, los amigos e incluso a sí mismos, ya que si se visibilizaba existía la posibilidad de ser expulsados de sus casas, echados de sus trabajos, burlados por sus pares o negarse a sí mismos.
La condena fue una marca en muy diversos espacios, desde la Iglesia, los gobiernos dictatoriales pero también los democráticos, la medicina, la psicología, la policía y hasta la revolución socialista, como bien lo relata Leonardo Padura. Esta historia común fue dejando en muchos de ellos huellas tan profundas que llevan a que los cambios actuales no siempre sean tan creíbles, sino más bien sean vistos como una especie de moda, un clima de época, que puede ocultar la homofobia o ser pasajera.
Las vivencias generacionales, es decir aquellas que se arraigaron tempranamente en nosotros, son capaces de configurar las concepciones acerca de la “siempre debatida” realidad. No se trata sólo de creencias, sino también de prácticas cotidianas en las que se fueron afirmando -y reforzando- la identidad y las múltiples formas de relación con los otros. Por esta razón los prejuicios que generan una homo y transfobia pueden pasar de externos a internos, es decir donde el sujeto termine aceptando o naturalizando estas creencias.
A diferencia de otros colectivos, donde este peso puede ser en parte mitigado más tempranamente por los padres o la comunidad de referencia, esta posibilidad surge más tardíamente a partir de los grupos de pares.
Las minorías sexuales y de género, por esta razón, pueden sufrir estrés crónico como resultado de las diversas formas de violencia experimentadas. El ocultamiento, el temor y la débil posición frente a la sociedad pueden incrementar los niveles de estrés, promoviendo con ello enfermedades físicas y mentales.
De esta manera los individuos que experimentaron una acumulación de estrés, por haber vivido etiquetados como enfermos, inmorales o delincuentes, cargan con el impacto duradero y generalizado del estrés social. Uno de los síntomas comunes son las mayores tasas de depresión que permiten considerar el efecto en esta generación de personas mayores LGBT+.
La exposición ante los profesionales de la salud se puede convertir en otro espacio de preocupación, por el temor a cómo estos pueden considerarlos. De hecho las personas relatan que los estigmas suelen aparecer en los profesionales médicos, con tratos diferenciados antes y después de saber la orientación sexual.
Lo que lleva a que muchos se atiendan por servicios domiciliarios donde la atención es más despersonalizada. O en la atención psicológica, al conocer la orientación sexual llevan a una serie de preguntas cuestionadoras acerca de su deseo que no hubiesen aparecido si fuesen heterosexuales.
Los efectos en el envejecimiento toman características particulares asociados con los vínculos y relaciones con los que se puede contar. Es más habitual que haya menos parejas que en las personas heterosexuales, lo que se explica por la vergüenza y el temor a quedar expuestos ante otros, en especial con la familia, ya que estando solos parecían contribuir al ocultamiento que se les demandaba.
Asimismo, los vínculos se encontraban de tal manera afectados por el silencio, que muchos necesitaron que fallezcan sus padres para poder abrirse al resto de la familia.
De igual manera, el ocultamiento generó que los lazos sociales en el trabajo o en los espacios sociales se vieran obstruidos por lo que no se cuenta de sí y por el temor a que el otro pudiese enterarse. De esta manera el programa del fin de semana, las vacaciones o cualquier actividad íntima podían verse limitadas de ser comentadas.
Las comunidades de amigos LGBT+, en tiempos de discriminación, se convirtieron en uno de los espacios más importantes para poder repensarse a sí mismos por fuera de los estigmas y poder construir lazos de reconocimiento, afecto y valor.
Por esta razón aquellos que pudieron construir estos lazos, ya sea de amistad, de comunidad o de militancia, se fortalecieron y mejoraron los niveles de bienestar, encontrando formas de resiliencias que contribuyen positivamente a su envejecimiento.
Por último, cuando esta generación debe optar por ciertos servicios como las residencias de adultos mayores se encuentran nuevamente ante la oprimente sensación de seguir fuera del closet o volver a entrar en él. Las investigaciones canadienses y estadounidenses muestran que un 80% tiende a ocultarse ya que no los consideran sitios seguros. Temen tanto por la discriminación de otros residentes como del staff, ya sea por causarle maltratos o descuidos.Mirá tambiénAbuelos y nietos, al encuentro
Es importante tener en cuenta que, aun cuando la Argentina ha avanzado tanto a nivel legal como social, las vivencias negativas siguen estando presentes ya que nuestro país no es tan homogéneo y aun hoy, para muchos, poder visibilizarse no siempre les resulta tan sencillo. Quizás por ello sea importante tomar en cuenta a esta generación que hoy ha llegado a adultos mayores, para considerar sus necesidades específicas así como comprender los efectos nocivos que tienen el prejuicio y la discriminación.
Fuente: Clarín