Una entrevista acerca del sueño y sus interrogantes
Reportaje a la psicoanalista argentina Carolina Koretzky. Por qué soñamos, qué dicen nuestros sueños: “El soñar es un fenómeno que interroga al hombre desde siempre”, dice esta especialista, que indaga qué tiene de sueño y qué tiene de despertar un análisis.
Por Oscar Ranzani
Uno de los libros emblemáticos de Sigmund Freud fue La interpretación de los sueños. El gran psicoanalista vienés señaló que el sueño “es el guardián del dormir”, algo que no aplica para los sueños de angustia y los sueños traumáticos que más bien provocan el despertar. Jacques Lacan, en tanto, empleó el término “despertar” para hablar de la experiencia analítica. Ahora bien: ¿qué tiene de sueño y qué tiene de despertar un análisis? Ese es el gran interrogante que aborda la psicóloga y psicoanalista argentina Carolina Koretzky en su libro Sueños y despertares. Una elucidación psicoanalítica (Grama Ediciones). ¿Un análisis es un medio de despertarnos o una manera de seguir soñando cuando fue, justamente, la irrupción de un síntoma o de un encuentro traumático que nos despertó? ¿Hay alguna posibilidad de despertarnos? Esas preguntas se formula esta analista radicada en Francia y miembro de L’Ecole de la Cause freudienne y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis. “Estudiar aquello que Freud en su obra y Lacan en su enseñanza dijeron a propósito de esta pregunta se vuelve crucial, ya que las respuestas no son tajantes. Al contrario: son respuestas que merecen ser complejizadas ya que se trata de, nada menos, que de la relación del sujeto a lo real en el análisis. Este libro intenta abordar esta pregunta dejando aparecer todas las variantes y paradojas que la riqueza clínica nos ofrece”, explica Koretzky a PáginaI12, sobre su investigación que fue el resultado de una tesis de doctorado en Psicoanálisis, presentada en la Universidad de París 8, bajo la dirección de Serge Cottet y Marie-Hélène Brouse.
–¿Por qué en el sueño no todo es sueño?
–Su pregunta merece una aclaración y un matiz propio a la lengua francesa: la diferencia entre rêve y songe. En español usamos la misma palabra para hablar de un “sueño” (rêve) y de “tener sueño” (sommeil). Su pregunta es muy pertinente ya que Freud mismo cuestionó aquello que en el sueño no lograba acomodarse al dormir. La prueba es la gran paradoja que muestra el sueño de angustia: el sueño es supuestamente el guardián del dormir y a veces, su contenido mismo interrumpe el dormir. Freud intentó dar una explicación a esta aparente contradicción, pero al mismo tiempo los sueños de angustia y los sueños traumáticos nos muestran que hay algo en el interior mismo del sueño que no duerme… O en todo caso, que no se vuelve compatible con el deseo de dormir.
–¿Cómo se explica que, si según Freud el sueño es el guardián del dormir, es también el que provoca el despertar?
–Esto requiere entrar en los detalles apasionantes de la metapsicología, pero trataré de simplificarlo: en La interpretación de los sueños Freud busca establecer una teoría general inédita hasta el momento sobre el sueño y el aparato psíquico. Es una obra que tiene un gran valor epistemológico ya que va a postular que cualquiera sea el contenido representativo, todo sueño figura un cumplimiento de deseo. Esta tesis general va a ser puesta en cuestión a partir de 1920 con el descubrimiento del más allá del principio de placer y la pulsión de muerte. En la primera teoría del sueño la figuración de la realización del deseo es indisociable del deseo de dormir. No son más que uno, dice Freud en una carta a Fliess: se sueña para no despertarse, ya que deseamos dormir, para cuidar el dormir. El sueño es un producto de compromiso que permite seguir durmiendo. Para decirlo lo más claramente posible: los sueños son una formación producto de un acuerdo logrado entre dos elementos heterogéneos y conflictivos: un deseo inconsciente, prohibido e infantil, y la barrera de la censura, que impone sus prerrogativas para el acceso a la conciencia. Gracias a este compromiso entre la censura y el deseo –o entre el yo y la pulsión–, el sujeto puede dormir. Si soñamos para no despertar, ¿por qué razón habría sueños que nos despiertan? El fenómeno de interrupción brusca del sueño a partir de la angustia es una paradoja: sólo hay sueño si dormimos, y sin embargo, a veces, el sueño se acaba por lo que el soñar mismo produce y provoca el despertar. No es la realidad la que despierta, sino algo en el interior mismo del sueño. Eso Lacan lo retoma y lo desarrolla en detalle en su seminario XI.
–¿En términos psicoanalíticos, el despertar es una ruptura instantánea?
–Exactamente. Es lo que diferencia al psicoanálisis de otras corrientes o visiones del mundo, sobre todo religiosas, como en el budismo theravada, que apuntan a un despertar como ideal supremo, el nirvana. Pero el psicoanálisis no adhiere tampoco completamente al dramaturgo barroco Calderón de la Barca quien decía que la “La vida es sueño”. Justamente, para el psicoanálisis el despertar es, al igual que el modelo de la interrupción del dormir por la angustia, un corto instante, un relámpago, decía Lacan, un encuentro fugaz e instantáneo.
–¿Cuáles son las diferencias fundamentales del despertar según Freud y según Lacan?
–Si en Freud encontramos este término de “despertar” referido fundamentalmente al mundo onírico, Lacan a lo largo de su enseñanza, ha empleado este término y sus opuestos (sueño, deseo de dormir, adormecimiento) para dar cuenta de componentes fundamentales de la experiencia analítica. Es un término que de Freud a Lacan pasa de un uso literal a un uso figurativo. De esta forma, el despertar en psicoanálisis es el objeto de una diversidad de usos, figuras y aporía, pero todas indican la presencia en la clínica de un elemento disruptivo: aparición instantánea de las manifestaciones del inconsciente, sorpresas, traumas, momentos de desidentificación o, incluso, el final del análisis. Yo encontré una sola referencia a un uso figurativo del despertar en Freud: es en Análisis terminable e interminable, de 1937, artículo que escribió como respuesta póstuma a Sandor Ferenczi, quien le reprochó a Freud, su analista, el haber omitido analizar su transferencia negativa hacia él y de esta forma no haberle permitido realizar un análisis completo. Freud se muestra desfavorable respecto a la idea de deber activar un conflicto en el analizante que no se exterioriza y recurre a la frase popular: “No despertar a los perros dormidos”. Si las pulsiones crean perturbaciones es la prueba de que los perros no duermen, pero no está en nuestro poder el ir a despertarlos si duermen bien. Posición anti-profiláctica de Freud.
–¿Qué quiso decir Lacan con la idea de que “nos despertamos para seguir durmiendo en realidad”? ¿Uno de los aportes de Lacan es que el despertar en la realidad le sirve al sujeto para evitar el despertar en su propia verdad?
–-Como decíamos, en el momento en que el sujeto se aproxima demasiado a una verdad insoportable, se despierta. Pero si nos detenemos un instante vemos bien que es un despertar a la realidad que le sirve para evitar el despertar a la propia verdad, esa verdad encontrada en el espacio del sueño en una temporalidad instantánea y fugaz. Es precisamente este mecanismo que lleva a Lacan, en diferentes momentos de su enseñanza, a enunciar que nos despertamos para seguir soñando o durmiendo. Esta tesis viene a definir el principio mismo de realidad: el sujeto se confronta a un punto de horror pero sólo el tiempo de un instante, un relámpago, y se vuelve luego a dormir en la realidad de representación, en el fantasma. Allí donde puede mantener nuevamente su deseo. Para retomar su pregunta a propósito de la diferencia entre Freud y Lacan vemos que allí donde Freud veía que es para seguir durmiendo que soñamos, Lacan demuestra que es para continuar soñando que uno se despierta. Pero “soñar” o “dormir” en el sentido de seguir inmersos en las representaciones y en los discursos que tejen la trama de la realidad y que necesariamente nos adormecen. Es por esa razón que Jacques-Alain Miller concluía en un excelente artículo que el despertar a la realidad es sólo una huida del despertar a lo real y que ese real se anuncia en el sueño justamente en el momento en que el sujeto va a acercarse a aquello de lo cual nada quiere saber.
–¿Es correcto separar los sueños de la realidad?
–Veíamos recién que Lacan demuestra que es para seguir soñando que uno se despierta, se despierta para huir y evitar el horror encontrado. Esto es muy interesante porque vemos que Lacan no sitúa el despertar y el acceso a lo real del lado de la realidad. Al contrario, toda la psicología construida en torno a un supuesto saber de adaptarse a la realidad se cae a pedazos, ya que la realidad material es un medio de eludir otra realidad. A esa otra realidad, Lacan la llama un real, ese real al que justamente el sueño, en un brevísimo instante, permitió acercarse. Si nos referimos a un texto como Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico vemos la manera en que Freud concibe la relación del sujeto a la realidad, la permanente infiltración del sueño, de las ensoñaciones y de los fantasmas en la realidad material y viceversa. Freud demuestra que el sujeto opta por la realidad debido a una falla en el principio de placer. El principio de realidad sólo opera a partir de una falta de satisfacción, y la sustitución del placer por la realidad no es más que un desvío gobernado por una exigencia de satisfacción. En su curso Causa y consentimiento, Jacques-Alain Miller relee este texto y demuestra claramente cómo la realidad es una prosecución del principio de placer por otros medios. Los sueños, las ilusiones y la actividad fantasmática, en general, no deben ser opuestos a la realidad ya que no hacen más que uno solo con el fin de prolongar el goce.
–En tiempos anteriores al primado de la razón se hablaba de sueños premonitorios. ¿El psicoanálisis le quitó al sueño ese oscurantismo que tenía en tiempos medievales?
–¿Por qué soñamos? ¿Qué nos dicen nuestros sueños? El soñar es un fenómeno que interroga al hombre desde siempre. Lo cierto es que corroboramos que casi no hay civilización ni cultura que no tenga o no haya tenido una teoría sobre los sueños. Durante la antigüedad, el sueño recibió una significación profética. Abundan los ejemplos en el antiguo testamento pero también están presentes en Virgilio, Homero, Aristóteles y Platón. Durante las campañas militares, Alejandro Magno podía llegar a decidir si atacar o no una ciudad en función de lo que sus intérpretes predecían a partir de sus sueños. La función profética y oracular de los sueños era preeminente en la antigüedad. Durante el medioevo, los sueños adquirieron una significación sobrenatural, un espacio de conexión con los poderes del más allá, una visita de origen diabólico, como lo muestra la palabra “incubus” en latín, que designaba también a las pesadillas. Durante el siglo XIV y hasta el XVI la palabra “incubo” (o súcubo) designó a las pesadillas, basada en la creencia medieval según la cual un demonio masculino abusaba de una mujer durante el sueño. Vemos cómo a partir del siglo XVIII y a lo largo del siglo XIX, el sueño se volvió un objeto para la ciencia, que en contraposición a las antiguas teorías, le quitó todo valor simbólico. En una reacción exacerbada, la ciencia de principios del siglo XIX sólo le otorgó un valor somático cerrando las puertas al inconsciente y a la interpretación. Freud es heredero de su época y, si bien le quitó al sueño ese oscurantismo que tenía en tiempos medievales, no lo hizo al precio del cierre del inconsciente. Vio en el sueño un medio, una “vía real” a su acceso.
–¿Para Freud no es un despertar en la realidad gracias a un estímulo exterior sino un despertar de la fantasía?
–Decíamos que hay en Freud una inmisión del sueño y de la realidad más bien que una lógica de separación tajante entre los dos registros. Freud se opone a sus contemporáneos que sólo veían en el sueño la reacción a una perturbación exterior o interior del cuerpo. Para estos autores, de un racionalismo extremo, el sueño es sólo la respuesta a una perturbación. Esto es cierto y no lo es: ciertamente hay sueños que incluyen en su contenido el elemento perturbador con el fin de seguir durmiendo, pero Freud se opone a concebir el aparato psíquico en términos de estímulo y respuesta, ya que cada uno de nosotros podrá ser molestado por un mismo estímulo de la realidad y, sin embargo, producir contenidos radicalmente diferentes. Vemos cómo entre el estímulo y la respuesta interviene un proceso que tiene por función un “ensayo interpretativo”, dice Freud, que termina en una representación. Este proceso, primario, lo califica Freud, es un espacio absolutamente singular: es el espacio del inconsciente. Freud lo ejemplifica a partir del célebre sueño de Maury, quien fue un gran investigador de los sueños, profesor del Collège de France y creador de laboratorios del sueño muy en boga durante el siglo XIX. Maury tuvo un sueño que suscitó en la época importantes discusiones filosóficas. El sueño se sitúa en el momento de la Revolución y Maury es juzgado junto a Robespierre, Marat, Fouquier-Tinville. Es conducido luego al lugar de la ejecución, sube al patíbulo y en el instante en que la guillotina cae, Maury siente que su cabeza se separa del tronco. Se despierta en estado de angustia extrema y descubre que el dosel de la cama se había caído a la altura de sus cervicales… Le dejo al lector descubrir la explicación que da Freud a propósito de este extraño sueño…
–¿Por qué lo que despierta no es la realidad exterior? ¿Cómo se entiende esto en los sueños de angustia?
–En la misma línea de Freud, en 1964, Lacan retoma esta apasionante discusión a propósito de esta brecha entre, dice él, percepción y conciencia. Es en ese entre que se produce una traducción soñada de la percepción. Esta traducción hace que no sea la realidad la que nos despierta sino más bien eso que Lacan llama “knocked” y que lo diferencia del knock, del golpe. Es en este espacio que va del knock al knocked, que el inconsciente se manifiesta en su singularidad inconmensurable. Freud llama a este proceso “Repräsentanz”, que es la forma en que se traduce la irrupción de la realidad material. A menudo sucede que lo que despierta al sujeto no es la realidad, el golpe, sino la traducción soñada de esta realidad. Y para ejemplificar este mecanismo Lacan va a utilizar como ejemplo un sueño que Freud cuenta al comienzo del capítulo VII de La interpretación de los sueños. Ese sueño es para Freud la ilustración misma de que aun cuando se trata de un sueño de angustia, la teoría del cumplimiento de deseo se corrobora. La relectura de Lacan difiere ya que se trata para él, no de un simple sueño de angustia que revela el deseo de ver al hijo en vida –interpretación freudiana–, sino de un sueño traumático consecutivo a un duelo.
Fuente: Página 12