El inolvidable Italpark

El parque de diversiones al que se le terminó el juego. Hubo una vez en plena ciudad de Buenos Aires un lugar mágico, que se metió en el corazón de chicos, adolescentes y grandes. Se llamó Italpark, llegó a ser el parque de diversiones más grande de Sudamérica, marcó toda una época y se convirtió en un negocio millonario, pero una fría tarde de 1990 su suerte cambió para siempre, cuando un accidente en uno de sus juegos obligó a su clausura y desembocó en su posterior desaparición.

Para internarse en ese universo único de juegos, vértigo y paseos hay que viajar en el tiempo y el espacio, y situarse en la intersección de las avenidas del Libertador y Callao, en la ciudad de Buenos Aires. Fue allí, donde en 1960 nació este parque, creado por la familia Zanon, inmigrantes italianos, que quisieron construir en estos pagos la fábrica de juegos mecánicos Fratelli Zanon que tenían en su país de origen y que había sido destruido en la Segunda Guerra Mundial.

Italpark en el 1969
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El Italpark por dentro

El Italpark tenía unos treinta y cinco juegos electromecánicos totalmente importados desde Italia, país que le daba parte de su nombre. Fue en la primavera de 1979 cuando barcos llegados desde el puerto de Rotterdam, Holanda, trajeron lo que se convertiría en su gran atracción: una montaña rusa que fue inaugurada en 1980 y que sería la más alta de América del Sur.

La innovación no se quedaría ahí. En 1982 fue traído desde Italia el Matter Horn, un juego de alta velocidad que llegó a ser de los más populares del parque. Aunque no el único, claro, ya que también se destacaban: los autitos chocadores, la calesita acuática, varios autódromos, el Laberinto del Terror y el «Dumbo». También fue su sello distintivo el famoso «tren fantasma», que se destruyó en un incendio en 1978, pero que fue reconstruido.

Esos 4500 metros cuadrados se transformaron en sinónimo de juegos y diversión. Al Italpark iban 10.000 personas por día y en vacaciones de invierno las colas para ingresar eran monumentales. Se trataba de un verdadero paraíso de entretenimiento, donde nacieron innumerables historias, tanto de porteños como de los miles de visitantes del interior del país que lo tenían como visita obligada en cada viaje que hacían a la Capital Federal.

Mariano Favier, autor del libro Italpark (Editorial Marciana, 2015), dice que Italpark representó mucho lo que fue la década de los ochenta, que despertó muchas ilusiones, pero que también fue precaria y terminó con una desilusión. Un pasaje de la publicación citada, describe muy bien lo que fueron sus años de esplendor: «Ya casi se había puesto el sol y el olor dulzón de los pochoclos se mezclaba con el aire de la primavera, que estaba muy cerca. Unas luces amarillas, muy potentes, iluminaban el fondo del Italpark: eran los ojos del Pulpo».

Aquel emprendimiento de inmigrantes italianos era ahora el parque de atracciones mecánicas más importante de América del Sur, facturaba sin parar y se había convertido en un lugar sagrado para varias generaciones. Estaba en su mejor momento. Pero… siempre hay un «pincelazo» que lo arruina todo.

El pincelazo que lo arruina todo

A fines de los 80 el parque empezó a tener problemas económicos y eso se vio reflejado en el mantenimiento de sus instalaciones, algo que influyó para que se produjera una tragedia que le asestaría su golpe de gracia. En el libro Italpark, un empleado de aquella época describe qué era lo que estaba pasando: «Los bichos empezaban a fallar y los otros sectores del parque nos responsabilizaban. Algunas de las Tacitas giraban más lento que otras. El Non human vision hacía un ruido terrible. Nada peligroso, pero el chirrido de la cabina de asientos contra la placa metálica del piso te dejaba sordo».

El mismo empleado cuenta en el libro citado que en un momento tuvieron que poner en uno de esos letreros que decían «Disculpe, estamos reparando este juego para usted», pero cuando una autoridad lo vio sugirió cambiar la frase por «Disculpe, estamos reacondicionando este juego para usted». Su argumento era que dar la idea de que algo estuviera roto era difícil de revertir.

Italpark en el 1979 Foto: Alejandro Ochoa.

Finalmente, todas esas irregularidades quedaron al desnudo: en la fría tarde del 29 de julio de 1990, se desprendió uno de los carros del juego Matter Horne, chocó con uno de los laterales y eso provocó la muerte una chica de 15 años, Roxana Alaimo, y heridas graves en la joven Karina Benítez.

Italpark en el 1969

La Justicia dispuso la clausura preventiva del Italpark, se hicieron inspecciones y reparaciones con la intención de reabrirlo, pero eso nunca sucedió, porque el complejo fue cerrado definitivamente y se erigió ahí posteriormente el Parque Thays. Se terminó así, la historia de un parque de diversiones que marcó a toda una generación.

Tal como escribió Pablo Damián Mascareño, en una nota publicada en La Nacion, el 15 de febrero de 2017, fue el parque más querido. «Sin dudas, el Italpark, Feria Infantil de Buenos Aires, como rezaba el letrero de neón que resplandecía en la esquina de Av. Del Libertador y Callao, fue el parque de diversiones más famoso que tuvo nuestro país. Su historia de tres décadas, iniciada en los ´60, marcó a generaciones enteras de argentinos que aún hoy siguen recordando cada uno de sus juegos y hasta su ubicación en esas hectáreas lindantes con las vías del Ferrocarril Mitre. El Italpark está inserto en la memoria colectiva del país. Y asociado a los más gratos momentos de la infancia».

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Por: Carlos Manzoni

Fuente: La Nación