No reprimas las emociones
Si todavía crees que los hombres no lloran, que el miedo es de cobardes y que las demostraciones públicas de amor están reservadas para los adolescentes, lee con atención este artículo. Ya va siendo hora de que entendamos la importancia de expresar los sentimientos. Expresarlos significa simplemente liberarlos; podemos hacerlo de forma verbal (hablando sobre ellos) o no verbal (actuando en función de ellos).
¿Cuántas veces a lo largo del día reprimes un sentimiento? ¡cuántas otras llegamos a casa con una gran carga emocional, malhumorados, o nerviosos!
Reprimir nuestras emociones puede llegar a “ahogarnos” e incluso a afectar a nuestro estado de salud, dando lugar a problemas digestivos, de insomnio, dolor de cabeza, hipertensión, ansiedad, etc…
Pero no todas las emociones son negativas, también reprimimos muchas emociones positivas, como son la gratitud, el cariño, etc. Unas veces por timidez, otras por dejadez, olvidamos decir al prójimo lo mucho que le queremos, lo felices que nos hacen o lo que disfrutamos a su lado. Debemos desterrar de nuestros pensamientos el típico “¿para qué se lo voy a decir, si ya lo sabe?”, porque la mayoría de las veces el otro necesita escucharlo de nuestra boca. Sólo querer, amar o admirar, no es suficiente, debemos expresarlo y compartirlo, ¿con quién mejor que con el que nos lo provoca?
Nuestra personalidad o el tipo de ambiente en el que crecimos, pueden ser lo que nos frene a la hora de mostrar nuestras emociones; tanto las positivas como las negativas. Cuando desde la infancia se reprimen emociones, en la edad adulta reflejaremos esta carencia, y surgirá la impotencia o dificultad para expresarnos.
Saber cuánto queremos a los demás no es suficiente: lo importante es que ellos se den cuenta. Estamos acostumbrados a dar por sentado que los demás saben lo que sentimos, o aún peor, a veces jugamos a que lo adivinen por sí solos. Está muy bien decir y expresar cosas como “te quiero”, “te echo de menos”, “lo siento mucho” o “te lo agradezco”, pero si esto no va acompañado de un comportamiento en consecuencia, tus palabras pronto dejarán de tener valor. Ya sabemos que “las palabras se las lleva el viento”
Y sobretodo nunca digas nada que no sientas realmente: los demás no tardarán en darse cuenta. Otra vez el saber popular acierta: “Obras son amores y no buenas razones”
Así que si amas a tu pareja, demuéstraselo todos los días. Hazle sentir especial, sé detallista, acompáñala en momentos importantes e interésate por sus cosas.
Si te sientes agradecido con tus padres házselo saber, tenlos en cuenta, visítales con frecuencia, habla bien de ellos y, sobre todo, diles cuánto les quieres una y mil veces (antes de que sea demasiado tarde…)
Si quieres a tus amigos, que se note. Saca tiempo para ellos, preocúpate por sus vidas, muéstrate disponible si te necesitan y no dejes que la falta de tiempo o la rutina os distancien.
Si tienes hijos preocúpate de que aprendan a expresar libremente lo que sienten, temen y aman. Escúchales y sé muy explícito en la expresión de tu amor por ellos. Da igual la edad que tengan: necesitan sentir que se les quiere. Y una suma de todas estas expresiones, y elevada a la máxima potencia, la que manifestaremos a nuestros nietos (aunque ya sabemos que ésta es la nos brota con mayor naturalidad, ¿verdad, abuelos? No podemos ocultar nuestra pasión…)
Fuente: http://mayormente.com/no-calles-lo-que-sientes/