Qué es el “Complejo de Penélope”
«¿Porque no me elige a mí? Me quiere… O eso es lo que me dice, y yo lo sé, la pasamos bien juntos. Con la esposa ya dejó de sentir hace mucho tiempo, no puede dejarla todavía. Pero la sigue eligiendo a ella, y siempre está a punto de terminar pero no. ¿Qué hago mal yo, en que me equivoco? ¿Por qué no puede elegirme a mí y ya.»
Le explico a esta mujer, y a todas las que me cuentan historias parecidas (que son muchas), que esperan ser correspondidas con el amor de ESE hombre, que: no hay nada que hagan mal ellas, no está a su alcance cambiar una estructura de personalidad que no sabe de amar.
Ese hombre no elige ni a una ni a otra, se elige a él mismo, en un acto egoísta y narcisista donde no hay lugar para nada más que el propio placer. El ombligo es más grande que la capacidad de amar.
El lugar de la “elegida” es un triste lugar en tanto soporta y sostiene toda la estructura familiar y el reaseguro del confort; mientras que el erotismo, la adrenalina y lo interesante queda del lado de la amante, solo mientras duran los encuentros porque después, el vacío, la espera y la tristeza.
«No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió», canta Joaquín Sabina. Y de eso sufren las mujeres que tejen y destejen sus sueños mientras esperan, solo esperan, que el milagro suceda, con la tristeza y el pensamiento recurrente sobre «¿qué estará haciendo ahora?»
La psicoanalista austro-argentina Marie Langer (fue una de las fundadoras de la Asociación Psicoanalítica Argentina) lo describió como «Complejo de Penélope», haciendo clara referencia a la posición de las mujeres que en el lugar de la protagonista de La Odisea pasan su vida allí, tejiendo sueños y aguardando que los vientos cambien.
Dice la psicoanalista: «La mujer suele sufrir de lo que yo denomino el complejo de Penélope, cuya figura es esa mujer en espera continuamente, al lado del teléfono, tejiendo y destejiendo fantasías: «¿Me llamará?», «no me llamará?», «¡ah!, pero me lo prometió», «bueno, finalmente llamó». Pero no hay solución de continuidad porque aunque llame, el drama se volverá a repetir: después de la llamada todo vuelve a empezar. Penélope recomienza a tejer y destejer».
Esto no es un diagnóstico sino una referencia clara a La Odisea de Ulises para describir este modelo afectivo, habitualmente asociado a la mujer, pero no en forma exclusiva. En psicología se usa para describir a situaciones en las que la espera se transforma en una constante existencial en la vida de algunas personas.Play VideoVideo: Alejandro Schujman reflexiona sobre «el complejo de Penélope».
Y la vida es larga pero no tanto. Vuelvo a decir y esto es clave para el desentramado de esta historia de nunca acabar.
La elección de Ulises está en la propia seguridad y placer sin importar el sufrimiento de la esposa que sabe (en la mayoría de las casos) que hay algo que no sabe. Y mucho menos el sufrir de la amante que espera un cambio que no llegará.
Quiero aclarar que de ninguna manera condeno a los hombres infieles, ni emito juicio alguno en el plano ético, lejos de eso. Solo describo el padecimiento de los protagonistas de estas historias.
Y digo también, en muchos casos hay hombres sufrientes que no se animan a despojarse de su padecer y animarse a una vida mejor. Hombres que desde la tibieza sostienen situaciones poco saludables para ellos y su familia. Pero no va a ser justamente desde el mantener el status quo que algo se va a resolver.
Y este es un problema (o debiera serlo) de los hombres que sufren su infelicidad y no de las amantes. Las mujeres no tienen que ser empáticas con este padecimiento en particular.
«Pobre, no puede dejar a la esposa porque se siente muy culpable por lo hijos»
«Si fuera por él ya hubiera decidido pero la pasa tan mal que es un tormento su cabeza»
Afirmo con contundencia: este es tema de la terapia de los que tienen que tomar una decisión y les falta el coraje para hacerlo.
«Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias se quedan allí», dice el querido Silvio Rodríguez.
De ninguna forma las Penélope deben inmolarse y ser comprensivas, porque de esta manera se perpetúa el sufrimiento y nada se mueve.
Y los hombres casados que tienen doble vida están en absoluta zona de confort y hacen promesas tales como: «Yo me quiero separar, pero las nenas son pequeñas aún» o «En cuanto mi mujer este mejor de salud yo me vengo a vivir con vos». Palabras, palabras y más palabras al viento.
No conozco en 34 años de profesión ninguna historia de Penelopes con final feliz. El destino es siempre el muelle de San Blas.
El narcisista carece de la mínima empatía necesaria como para gestionar un cambio a partir del sufrimiento que le genera a otro. Solo piensa en él. Narcisos y sus espejos, lo demás, solo decoración y cotillón.
Una esposa infeliz. Un hombre temeroso y narcisista. Una amante complaciente y comprensiva. Y la vida pasa en una eternidad tortuosa.
Según la mitología griega, Penélope esperó a Ulises durante 20 años tras la Guerra de Troya. Fuente Ilustración Shutterstock.
Y acá aclaro, el esquema de Penélope podemos pensarlo no solo en el caso de mujeres que ocupan el lugar de amantes, sino en aquellas que resignan su felicidad y la dejan en manos de un cambio que no depende de ellas. Sea que el hombre casado elija romper ese triángulo, sea que su marido o pareja modifique cuestiones sustanciales que lejos están de ser consideradas.
También con mujeres que desarrollan una co–dependencia con hombres con patologías adictivas.
Y el hilo rojo de las Penélope está enganchado a hombres o con rasgos narcisistas, o patologías adictivas en muchos casos, o bien comprometidos.
Y los hombres que sufren patologías adictivas podrán salir adelante con ayuda terapéutica, pero los tratamientos son escarpados y a menudo la conciencia de enfermedad imprescindible para el comienzo del cambio es patrimonio de Penélope y no de Ulises. Penélope tiene tristemente el fracaso asegurado con todo éxito.
Lo deseable es romper las reglas del juego, poner el propio padecimiento en primer lugar y hacer que los hombres se encuentren con su propia realidad sin la anestesia del refugio de la amante.
También hay muchas historias de mujeres (y hombres también) que esperan que la «media naranja» cambie su forma de ser, su esencia y su savia.
Y para que eso ocurra tiene que haber del otro lado empatía y conciencia de problema, pero en estos esquemas, solo uno sufre en un pacto silencioso de no innovar.
Penélope no habla, solo teje y espera. Y eso no produce cambios.
Están también en los últimos tiempos (a medida que las luchas por la igualdad de género adquieren el protagonismo que tienen que tener y van sumando conquistas), los hombres que quedan en esa posición, y son ellos quienes esperan que la mujer de sus sueños los elija.
En psicología, el Complejo de Penélope se usa para describir situaciones en las que la espera se transforma en una constante existencial. Foto Shutterstock.
Historias de sufrimiento
El mundo está habitado por muchas Penélopes que sufren y esperan, esperan y sufren. Es una manera particular de vivir en el amor o en la ilusión de él.
No es desde la esperanza, porque si fuera desde una esperanza activa sería posible que algo cambie. Es desde la resignación, una posición ingenua en un punto, porque es obvio que el ser amado no va a llegar jamás de la manera en que es esperado.
Penélope espera. Y suelen ser mujeres muy inteligentes.
«Toda la inteligencia, brillantez diría que tenés para tu vida profesional se te diluye cuando se trata de cuidarte. Es como si perdieras tus superpoderes», le decía a una paciente joven, una «Penélope» que hace 15 años esperaba que la magia toque a su pareja para que sea sencillamente otro hombre.
Todos podemos cambiar, pero para poder cambiar hay que querer hacerlo.
Cuando se trabaja en el ámbito terapéutico este tipo de situaciones, podemos ver que detrás de estas mujeres hay historias de sufrimiento, de esperas que no han sido resueltas, situaciones de dolor en las primeras décadas de vida; como sucede con todo lo que constituye la esencia de nuestro aparato psíquico.
Hay dos destinos posibles con lo que vivimos:
1- Entendemos, elaboramos, y reparamos.
2- Desconocemos, y repetimos.
Y la posición de Penélope queda habitualmente enganchada a la repetición de algo que no fue elaborado. Cada quien tendrá que entender cuál o cuáles son los sucesos que marcan la repetición.
Hasta aquí lo descriptivo, a continuación las buenas noticias, la historia puede cambiar, las agujas pueden ser flechas que disparen las manecillas del reloj para que el tiempo empiece a correr a favor de los que sueñan y deciden ser quienes cambien la historia para llegar a esos sueños.
Y que Penélope deje de ser espectadora de su propia historia para ser protagonista. Y que sean sus manos las que activen el cambio.
La zona de confort no es necesariamente confortable. Foto Shutterstock.
Salir de la zona de confort
Parto de la siguiente afirmación, sin duda polémica. Sería imposible y poco serio hacer una estadística, pero me habilito a decir que hay muchos hombres y mujeres que piensan y sueñan con una vida distinta, pero sencillamente no se animan a romper la zona de confort y enfrentar el desafío de un cambio.
Romper las creencias limitantes, los viejos mandatos y deshacerse de viejos fracasos que como yunques atan y limitan una realidad para perpetuarse en una realidad penosa pero conocida y cómoda.
Me llamó la atención en un posteo en las redes sociales en el que pedía preguntas sobre el eje de pareja, una mujer de 40 y tantos años preguntaba si está mal priorizar la zona de confort por sobre el amor y la pasión.
Creo que muchas personas se preguntan lo mismo, me animo a decir que no hace bien (¿quién soy yo para decir que está bien o mal?) quedarse donde uno no quiere estar.
Las y los Penélopes también construyen zona de confort en ese malestar, se vuelve conocido y cómodo, aunque tortuoso. Pero zona de confort al fin. Lo conocido tranquiliza, lo nuevo asusta, y mucho.
Pero cuando llega el tiempo de cambiar… Ahí la historia es otra, y Penélope se vuelve indestructible. Respira hondo, mira al cielo y con decisión pasa a ser protagonista de su vida, entonces, se convierte en heroína.
Nada la detiene, esta inevitablemente posicionada en un punto de no retorno para intentar ser feliz.
Pueden y deben quienes allí se encuentran cambiar el rumbo de su vida. Ejercer el maravilloso don de la libertad y no dejarlo en manos de nadie más.
Pueden entonces:
✔Hacer lugar al entorno. Armar red con toda la gente que espera desde hace mucho tiempo para poder ayudar.
Suele pasar en estos casos que la familia, los grupos de amigos y quienes quieren de verdad a Penélope sufren de impotencia porque no pueden romper el círculo de padecimiento, se han cansado de hablar al vacío. Es hora de que entren en acción.
✔Dejar el orgullo afuera, en estas historias el amor negado ocupa todo el espacio en la mente de quien sufre. Pero no es el universo, es solo un hombre (o una mujer). Se cierra esa puerta pero se abren todas las otras.
✔Bloquear todos los accesos virtuales para dejar de repetir los circuitos de entrada y salida de la toxicidad de la relación.
✔Paciencia, tiempo y convicción.
Pero sobre todo: Quererse a una/o misma/o. Porque estos circuitos son un profundo acto de desamor propio.
Puedo asegurar que la metamorfosis de Penélope es uno de los momentos más conmovedores en la vida de una persona.
Es sencillamente entender que de ninguna manera la felicidad puede quedar en manos ajenas, nuestra vida y nuestro tiempo son valiosos, muy valiosos.
Y la libertad es patrimonio innegociable. Ni más, ni menos. ¡Suerte en la tarea!
Fuente: https://www.clarin.com/buena-vida/complejo-penelope-salir-ovillo_0_v7ky16QDm.html