Pipo Mancera, el dueño del rating de los ’60
Precursor, audaz, pícaro y talentoso, en 1962 reinventó el medio con sus “Sábados circulares”, un programa ómnibus al que iban todos. Ahí debutó Maradona. Las anécdotas de Palito Ortega que ayudan a conocer al Señor Televisión.
En los últimos 50 años de la TV, muchos conductores se adjudican el sello de autor de alguna aventura heroica al aire, de algún récord, de haber conseguido a mega estrellas en sus estudios, de haber inventado la pólvora televisiva. Pues no. En la luminosa era del blanco y negro de los ’60, en la época en la que había que golpear el televisor para que se acomodara el vertical o el horizontal (la imagen subía o bajaba o se iba para el costado), todos esos hitos tenían un padre. El señor Pipo Mancera ya había hecho magia con sus inolvidables Sábados circulares.
Pipito, como le decían a José Nicolás, era chiquito de contextura, pero tenía una cabeza enorme. De ésas que no paran buscando la diferencia. Jamás se conformaba. Ni cuando derritió la aguja del rating, en marzo del ‘67, transmitiendo en vivo la boda de Palito Ortega y Evangelina Salazar.
En ese entonces, la audiencia no se medía en puntos, pero sí en porcentaje: y con él metido en todos los rincones de la Abadía de San Benito de Palermo, entre el público, los invitados y la competencia, arañó el 82 por ciento del encendido. Una locura para esos y estos tiempos. ¿Cómo se logra? A lo Pipo: jugándosela.
Entre las «locuras» de Pipo figura el día que metió una avioneta en el estudio.
Su frase de cabecera lo desnudaba: “Me gusta hurgar en la realidad que subyace detrás de lo que se ve”. Era como su slogan. Después de él llegaron muchos audaces, pero Mancera fue el primero, de eso no hay dudas. Y tal vez haya sido el mejor, pero esto último es pura subjetividad. O subjetividad de unos cuantos.
“Era único. Fue un personaje muy atractivo, muy ingenioso. Estaba obsesionado por lo novedoso, por lo rupturista, era un atrevido, pero siempre tenía red. Mancera, por ejemplo, se tiraba de un paracaídas en medio de su programa sabiendo que iba a caer bien parado, aunque te transmitía adrenalina y miedo. Sabía contar sus historias”, pincela Ramón Ortega, uno de los artistas que más lo trató delante y detrás de cámara.
Palito tenia contrato de exclusividad con el programa para realizar seis conciertos en vivo por año, más algunos especiales. Y era tal el éxito de ambos, que el tucumano sabía que cada paso que diera por fuera del estudio iba a ser registrado por sus cámaras. Ganaba Pipo en las planillas, ganaba el público, ganaba el músico. Aunque, reconoce ahora, que le pareció “un poco mucho” que hubiera imágenes de su noche de bodas en el Plaza Hotel.
¿Mancera no tenía límites, acaso? “Sí, los tenía, pero tensaba esa cuerda lo más que podía. Y era un pícaro. Yo sabía que estaban filmando mi casamiento, por supuesto, tenían mi permiso. Lo que no sabía es que se había registrado el momento en el que, ya terminadas la ceremonia y la fiesta en el Tiro Federal, pedíamos la llave para ir a la habitación, o que se había grabado la escena de la bandeja con el champagne que teníamos para brindar… Pero, bueno, a la habitación no entraron”.
Pipo nació en Flores, creció en la ciudad de Rosario y a los 17 volvió a Buenos Aires para estudiar Abogacía y Filosofía.
De eso se enteró Palito una semana después, cuando a punto de ir a Ezeiza para tomar el avión hacia su luna de miel en México, “Mancera me pide que pase con el auto por la puerta del canal un segundito, que sale a la vereda a saludarnos, que por favor. Lo hicimos. Y mientras llegábamos a Canal 13 vemos que estaban pasando en pantalla las imágenes del hotel de nuestra primera noche. Ése era Pipo, un tipo que siempre iba por más, que a veces jugaba muy fuerte. Y siempre ganaba”.
El Señor Televisión
Más abajo iremos con algún botón de muestra, de los muchos que tiene Ortega, para completar el retrato del Mancera de la TV, el del hombre que inauguró el formato del programa ómnibus en la Argentina. Ése que luego hicieron varios. Pero él fue el primero. Y recién corría el 6 de enero de 1962 y había solamente cuatro (4, sí) canales en grilla. Ahora estaremos cerca de los 350.
Vamos a la otra vida de Josecito, al que algunos le decían Nicolás, su segundo nombre, pero al que la mayoría conocía como Pipo, un gurrumín que jamás pudo superar el metro 64.
La inolvidable tarde del ’71 en la que Diego estrenaba las Flecha para mostrarse al mundo. ¿Y dónde? En lo de Pipo. Archivo Clarín
Fanático de River, había nacido el 20 de diciembre de 1929 en Flores, barrio del que se fue con 2 años, para instalarse en Rosario. Mientras iba a la escuela, y coqueteaba con algunos trucos de magia, empezaba a sentir la necesidad de contar historias. No las inventaba: les quitaba maleza a algunos hechos y sabía encontrar el alma de las cosas. Y el de la gente.
Como se la encontró a Diego Maradona, el pibe que con 10 años y una zapatillas Flecha recién compradas por su mamá fue una tarde del ‘71 a Sábados circulares para aprovechar los 5 minutos que le daban para desplegar su habilidad con la pelota.
Como se la encontró también a Roberto Sánchez, cuando otro sábado a la tarde, con una platea femenina que todavía no se había convertido en “las nenas”, lo presentó así: “Ahora debuta, en Sábados Circulares, el futuro gran astro dentro de muy poco tiempo. Señoras y señores, Sandro y los de Fuego”. Ardía la pantalla y no sólo por el nombre de la banda.
Play VideoRECUERDO. Mancera y Sandro en Sábados Circulares, en un especial de Crónica TV. (Youtube)
Su llegada a Buenos Aires
Volvamos al otro Pipo, al que decidió volver a Buenos Aires a los 17 años para completar los estudios e ir por más. Primero se anotó en Abogacía, después en Filosofía, después animó a tipear sus textos periodísticos en la Olivetti. No terminó ninguna carrera universitaria, pero se convirtió en periodista a fuerza de talento, intuición, lectura, escritura y buenos consejos.
Amante del cine, quería ser crítico. Cuenta el portal evocativo Mágicas Ruinas que su primer trabajo en un medio gráfico fue como cronista policial. El diario La Razón y la revista especializada Tiempo de cine lo vieron sacarle punta al lápiz del especialista cinematográfico en el que se convirtió con los años. También fue integrante del ciclo Pantalla gigante. Radio Mitre y Splendid también contaron con Mancera en sus filas.
Pero Pipo era un tipo inquieto y nada le resultaba suficiente. Y entonces se animó a saltar la medianera del cine para participar en las películas El crack (1960, dirigida por José Martínez Suárez, el hermano de Mirtha Legrand) y Bicho raro, protagonizada por Luis Sandrini en 1965. También fue productor.
Joan Manuel Serrat en el clásico de Pipo Mancera, donde querían estar todas las figuras internacionales que venían a la Argentina.
En su primer viaje a Francia, a fines de los ‘50, había quedado “maravillado con un programa eterno que conducía Ives Montand. Por esas cinco o seis horas pasaban todos, pasaba de todo. Yo quería traer eso a la Argentina”.
Golpeó más puertas de las que se abrieron. Hasta que una se entornó apenas, como con pasador puesto: Primero probate en cámara con otra cosa. Aprovechó la oportunidad, aprobó y logró convencer a las autoridades de Canal 9 de hacer “un programa de seis horas, de corrido, un sábado. Y para demostrarles lo confiado que estaba en la idea les dije que si era necesario no cobraba los primeros tres meses”.
Como recuerda la página de Mágicas Ruinas, él decía que su proyecto era el de “una revista ilustrada de la TV”. Así nacieron los Circulares de Mancera, que luego se patentaron como Sábados circulares. En 1964 se mudó al viejo Canal 13, donde se adueñó del rating y se convirtió en uno de los personajes más codiciados por los periodistas de espectáculos. El programa se despidió de la pantalla de Canal 11, en el ‘74.
El casamiento de Palito y Evangelina: una explosión de rating. Ni puntos había entonces, pero el porcentaje de audiencia fue arrasador.
Y, sin explicar demasiado, se fue a vivir a Francia. Uruguay fue otro de sus refugios, y las playas de Punta del Este, “un bálsamo para mirar y sentir”.
También sabía decir, Pipo. Era un gran seductor con las palabras.
Un pícaro con carisma
Y, a cuento de esto, viene entonces una de las tantas anécdotas que tiene Palito en pleno furor de los ‘60: “En mi contrato de exclusividad figuraba que mis seis shows anuales cerraban cada emisión. Un día me encuentro con el representante de Leonardo Favio, que estaba en un gran momento y la rompía con Fuiste mía un verano, y me cuenta que Pipo le había pedido que tal sábado, que justo me tocaba a mí, Leonardo cerrara el ciclo con sus canciones. No dije nada y esperé”.
Cumbre de ídolos: el gran Amadeo Carrizo, gloria del arco de River, y Mancera. Se admiraban mutuamente.
Esperó, llegó al canal, se preparó en su camarín y “entra Mancera y me pide si puedo salir antes porque estaba retrasado otro artista, que venía de Uruguay, pero estaba demorado el vuelo. Me hablaba de Favio. Y yo sabía que Favio estaba en otro camarín, pero Pipo me enroscó con que el otro no llegaba y que si yo podía y bla bla. Pura picardía”. Fin del cuento: cerró Favio.
¿Y Palito? “No me dolió, lo tomé como que hizo su mejor jugada, aunque no me gustó demasiado. Pero Mancera no me dejó caer en el enojo porque me montó toda una escena. Era muy vivo. Y con nosotros siempre se portó muy bien”.
Recuerda Ortega que cuando se casó por Iglesia, su amigo Antonio Carrizo, que conducía los Sábados continuados por Canal 9, una suerte de competencia temática, también quiso salir en vivo desde San Benito y lo logró, sin tanto rating como el de Mancera, que, sabiendo que no era él único en la sala dijo que su transmisión era “la única oficial y exclusiva”.Play VideoHISTÓRICO. El casamiento de Palito Ortega y Evangelina Salazar en sábados Circulares. (Crónica TV / Youtube)
Y Ortega cree que “se debe haber arreglado con el conserje del hotel para luego meter cámaras por todos los rincones del lobby. Cuando yo me vi después en pantalla pidiendo las llaves para subir a la suite en mi noche de bodas me quería morir. Pensé ‘¿Habrá habido también un tipo abajo de la cama?’. Con Mancera todo era posible, menos eso. Sabía parar a tiempo”.
Los ‘60 fueron los mejores años de Mancera, pero también los de Ortega, por eso se potenciaban: “Pipo quería también mi luna de miel. Pero Evangelina y yo necesitábamos descansar. Así y todo, un día me llama Héctor Ricardo García, otro amigo, y me inventa una historia acerca de que estaba en una escala larga rumbo a Houston y si entonces se podía tomar un avión privado para hacernos unas fotitos en la playa. Bueno, le dijimos que sí, bajamos, Evangelina se metió al mar y le hicieron unas fotografías. A los pocos días me llama un familiar y me pregunta ‘Ché, ¿qué pasó, están bien?’. La tapa de Crónica era ella arriba de una ola y un título catástrofe que decía Evangelina Salazar al borde de la muerte. Así se jugaba”.
Generoso del otro lado de línea -tanto como su mujer, que prefiere que sea su marido quien hable del protagonista de nuestra historia-, Palito regala un dato con destino de gol: “Era tan impactante y tan de vanguardia lo que hacía Mancera, que Don Francisco, uno de los presentadores más exitosos de Chile (condujo, desde agosto del ‘62, sus Sábados gigantes) se venía los viernes desde su país, se alojaba en un hotel, iba a ver cómo se hacía el programa y se volvía”.
Es que lo de Pipo no tenía nombre. O sí: audacia, intuición, mirada que iba más allá de todo, coraje, imaginación y labia. Y con la labia y su atrevimiento fue capaz de construir grandes coberturas y hazañas, como cuando se metió en una jaula de un león, o como cuando bajó a recorrer las cloacas porteñas, o como cuando se instaló siete días en una villa para contar la experiencia o cinco días en el Borda, o como cuando emuló a Houdini y se animó a una aventura de escapismo en el Río de la Plata…
Mancera vestido de buzo. Siempre dispuesto a correr los límites. Archivo Clarín.
De ésta última postal habló en Fax (1992), un clásico de Nicolás Repetto, uno de los que heredó mucho de Mancera: “Estaba nada más que con un slip chiquitito. Me ataron y encadenaron, me pusieron adentro de una bolsa, la cerraron y la metieron en un cofre que también cerraron y encadenaron. Y eso lo tiraron al fondo del río. Me era absolutamente imposible ver nada. Salí a los 2 minutos y 40 segundos, de esmoquin y sacando copas de champagne de mi bolsillo. Han pasado 20 años y la gente me sigue preguntando cómo lo hice».
Arte de magia, literalmente.
Además de sus coberturas que dejaban al espectador boquiabierto, le sacaba aguas a las piedras: si escuchaba silbar bien a un albañil en la calle era capaz de invitarlo para darle un minuto de fama. Y, si daba para más, no iba a ser él quien lo frenara.
Como no lo cortó a Maradona aquella tarde del ‘71, que el Diez (murió el año pasado) recordaba así: «Cuando tenía 10 años, me invitaron al programa de Canal 13, Sábados circulares, de Pipo Mancera. Era el show más famoso de aquellos tiempos en la Argentina. Me habían visto hacer jueguitos en el entretiempo de un partido entre Argentinos Juniors e Independiente, en cancha de Vélez. Y nos invitaron a Francis Cornejo, mi entrenador de Los Cebollitas, y a mí (…) En un principio, la idea fue hacer una entrevista de 5 minutos. Pero los invitados principales, Los Cinco Latinos, se retrasaron, y tuvieron que estirar mi entrevista».
De ese día hay una foto gastada, contundente, implacable: pierna izquierda acariciando la pelota, medias bajas y pidiendo cancha. Fuimos testigos de eso.
Muchos años después, sentado frente a Susana Giménez, en el living de Telefe, el conductor sintetizó: «Fue increíble. Gracias a un enfermo estuvo Maradona (…) Un productor mío me había dicho que, en la cancha de Argentinos Juniors, él veía siempre en los intermedios a un chiquito que jugaba muy bien con la pelota. Y yo le dije ‘Traelo’. Entonces lo trajeron. Lo hago entrar, hace 3 o 4 jugaditas y ya se iba, cuando me avisan con un gran cartel ‘Faltan Los cinco latinos’. De los cinco faltaba uno. Entonces tuve que hacerlo quedar y así pasó 45 minutos haciendo jueguito con la pelota«.
Puede decirse que, públicamente, ahí nació el Diego jugador. Y por ese espacio pasaron Niní Marshall, Alain Delon, Pelé, Aníbal Troilo, Charles Aznavour, Sophia Loren, el mundo entero.
Fueron 664 emisiones de un programa ómnibus, llamado así por su larga duración (en este caso entre las 6 y las 8 horas), que sirvió para reinventar la televisión. Que de boba, en esa gloriosa década del ‘60 y mediados de los ‘70, sólo tenía el prejuicio ajeno.
Los Sábados circulares fue su mejor creación. Cuando volvió de Francia condujo otros ciclos que no corrieron la misma suerte, como Al estilo de Mancera y Videoshow.
Palito Ortega, artista exclusivo de los «Sábados circulares», que nos ayudó a dibujar el perfil de un hombre clave de la TV. Archivo Clarín.
En los ‘80 murió su esposa, Charito, y la tristeza y la depresión lo alejaron de los medios. Después formó pareja con la ex bailarina Esther Ferrando, en 2007 intentó desempolvar los Sábados circulares por la pantalla de Crónica, pero no fue lo mismo.
Nadie le quita haber quedado en la historia de la televisión como el señor que se animó a todo. Especialmente a hacer una televisión diferente. Colorida, y eso que era sólo en blanco y negro. No olvidemos que Pipo fue Houdini en la TV. Y, en un sentido, también lo fue para la TV.
Fuente: https://www.clarin.com/espectaculos/tv/personajes-inolvidables-70-anos-tv-pipo-mancera–dueno-rating-60_0_NARA_NEcO.html