Una foto del Holocausto y la investigación de 10 años

Wendy Lower se acuerda perfectamente de la primera vez que vio la foto. Una jornada de trabajo normal en agosto de 2009 en el Museo del Holocausto de Washington DC de golpe trastocada cuando dos periodistas de Praga se acercaron a ella con una imagen en blanco y negro

En la foto se veía a cinco hombres disparando contra una mujer y su hijo al pie de una fosa. Entre los brazos de la mujer, se advertía también la presencia de otro niño.

En tanto una historiadora especializada en el Holocausto, Lower sabía que había sido tomada durante la Segunda Guerra Mundial. Las marcas que había visto en cientos de fotos de la barbarie que se desató entre 1939 y 1945 estaban ahí: los uniformes de los soldados nazis, la ropa de las víctimas y las armas empleadas, todo correspondía inequívocamente a ese período.

La foto de la masacre nazi, en octubre de 1941, que desencadenó la investigación de Wendy Lower. Foto: Cortesía del Archivo del Servicio de Seguridad de Praga.

La foto de la masacre nazi, en octubre de 1941, que desencadenó la investigación de Wendy Lower. Foto: Cortesía del Archivo del Servicio de Seguridad de Praga.

Los periodistas indicaron que habían descubierto la imagen en la sede central del Servicio de Seguridad de Praga, un organismo que cumplía funciones similares a la KGB durante los años en que Checoslovaquia estuvo bajo control de la Unión Soviética.

Además de la foto, también habían encontrado el interrogatorio que las autoridades soviéticas le habían hecho al fotógrafo, quien confirmó que fue una matanza llevada a cabo por los nazis y milicias ucranianas locales.

En una esquina de la imagen, el hombre había indicado el lugar y la fecha en que había tomada la foto: Miropol, una ciudad que actualmente forma parte de Ucrania, el 13 de octubre de 1941.

Eran los únicos datos que tenían.

Imagen de la historiadroa Wendy Lower, autora del libro sobre la investigación de la masacre retratada en la foto. Foto: cortesía Wendy Lower.

Imagen de la historiadroa Wendy Lower, autora del libro sobre la investigación de la masacre retratada en la foto. Foto: cortesía Wendy Lower.

Para el ojo inexperto, la foto puede parecer una más de las tantas que se tomaron de la barbarie nazi. Lower, sin embargo, era consciente de que estaba frente a un documento singular.

Es que la foto era el registro de algo que rara vez ha llegado intacto hasta nuestros días: el momento exacto en que se produce el asesinato de una persona en el marco del genocidio nazi.

La Segunda Guerra Mundial fue el conflicto más fotografiado de la historia. Hay un archivo gigante de imágenes que circulan ampliamente. Se estima que un 10% de la población alemana tenía una cámara portátil en 1939, y los medios y las autoridades alentaron a la población a que salgan a documentar la guerra.

Sin embargo, a partir del verano de 1941, que es cuando la maquinaria de exterminio nazi empieza acelerarse, los jerarcas del Tercer Reich ordenan a la gente a que no registre las masacres que empezaban a suceder de forma regular.

Un grupo de mujeres en 1945 inspecciona en una sinagoga de Hungría los zapatos de judíos deportados. Foto: Bela Liebmann. cortesía del Museo del Holocausto de Estadosm Unidos.

Un grupo de mujeres en 1945 inspecciona en una sinagoga de Hungría los zapatos de judíos deportados. Foto: Bela Liebmann. cortesía del Museo del Holocausto de Estadosm Unidos.

Decidida a restituir la historia de las víctimas, Lower se embarcó en una investigación para reconstruir la masacre que le demandaría 10 años y pasos por Estados Unidos, Eslovaquia, Ucrania e Israel.

Su trabajo acaba de ser publicado en un libro llamado The Ravine: A Family, a Photograph, a Holocaust Massacre Revealed (El arroyo: una familia, una fotografía, y la revelación de una masacre del Holocausto).

“Las fotos más incriminatorias de la guerra fueron confiscadas. Cada tanto aparece una, ya sea por qué una investigación la descubre, o porque alguien que la estaba guardando las revela. Deben existir muchas más de las que conocemos, pero dadas las circunstancias, la gran mayoría debe haber sido destruida”, explica Lower en una entrevista con Clarín, durante la cual repasó instancias de su investigación y la importancia de imágenes de este tipo.

Es que la foto de Miropol echa luz sobre uno de los aspectos centrales del Holocausto que se mantiene aún como un interrogante abierto: quiénes fueron los aproximadamente un millón de víctimas del nazismo que fueron fusilados a partir el verano de 1941 en distintos pueblos y ciudades a lo largo de Bielorrusia, Ucrania y los países Bálticos, y luego sepultados en fosas comunes.

Una imagen de Auschwitz, el campo de exterminio más emblemático del Holocausto donde el nazismo puso en práctica una maquinaria de la muerte. Foto: AP

Una imagen de Auschwitz, el campo de exterminio más emblemático del Holocausto donde el nazismo puso en práctica una maquinaria de la muerte. Foto: AP

Fue en los campos de concentración donde el Tercer Reich armó una burocracia de la muerte. Horarios de la llegada de los trenes, registros de pasajeros, y listas de quiénes irían a cada destino.

Lejos de esta sistematización, los fusilamientos en masa que llevaron a cabo divisiones como el Batallón Policial 303, una unidad de policías que actuaba dentro de la órbita de las SS, crearon un reguero de víctimas anónimas desperdigadas por toda Europa del Este.

Según la Base de Datos Central de Nombres de Víctimas de la Shoá que mantiene Yad Vashem, el centro de memoria del Holocausto en Jerusalén, alrededor del 50 por ciento de los judíos que fueron acribillados en los barrancos, pantanos, bosques, guetos y campos abiertos de Ucrania no han sido identificados.

En el decir de Lower, uno de sus objetivos centrales fue rescatar a esos hombres, mujeres y niños, asesinados por escuadrones de la muerte de ese destino que ella afirma es la verdadera aspiración de todo genocida: la de borrar a sus víctimas de la Historia

Buceo en el archivo

Cómo investigar un asesinato sobre el cual uno tiene apenas algunos datos sueltos supone una tarea ardua. Si a eso se le suma la alta probabilidad que la gran mayoría de testigos ya estén muertos, los caminos se complican exponencialmente.

En este contexto, el archivo se convirtió en una fuente central de su trabajo y la columna vertebral de la investigación.

Imagen de la exhumación de las víctimas de las fosas comunes durante el juicio a los colaboradores ucranianos en 1986. Foto: cortesía de Yad Vashem, Jerusalén.

Imagen de la exhumación de las víctimas de las fosas comunes durante el juicio a los colaboradores ucranianos en 1986. Foto: cortesía de Yad Vashem, Jerusalén.

Fue por este medio que descubrió que la primera denuncia de la masacre se produjo en 1969. Un ex miembro de la fuerza encargado de control fronterizo y aduanero (en alemán, Zollgrenzschutz) llamado Kurt Hoffmann se presentó a una comisaría en Hannover, Alemania, para denunciar que su unidad había participado de una matanza de judíos en Miropol en el otoño de 1941.

La información aportada por Hoffmann coincidía con algunos datos que se habían rescatado de la foto, entre ellas la ubicación y fecha de la masacre.

Pero lo más valioso fue la confirmación de un dato que a Lower en un primer momento le llamó la atención: lejos de ser miembros de la brutal SS, los asesinos eran integrantes de uno de los escalafones más bajos de la jerarquía militar alemana.

En los archivos soviéticos, que empezaron lentamente a hacerse públicos recién luego de la disolución de la Unión Soviética en 1991, Lower también descubrió la investigación que le hicieron a las milicias ucranianas acusadas por la masacre de Miropol. Se los enjuició en 1986, uno de los últimos procesos de este tipo antes de la caída del régimen bolchevique.

“Fue una investigación muy detallada y bien conducida. Mucho mucho mejor que la que hicieron en Alemania Occidental con casos similares de criminales nazis», afirma Lower.

«Los jueces soviéticos inclusive fueron al sitio de la masacre. Caminaron desde el pueblo hasta el bosque, les pidieron que se pararan en los mismos lugares y replicaran las acciones y los gestos. También llevaron otros testigos que habían visto la matanza para corroborar todo. Tenían planos donde estaba indicada la ubicación de las fosas”, acota Lower, a la vez que agrega que en 2016 recorrió las calles de Miropol armada con estos materiales.

De las actas de ese juicio, Lower pudo descubrir las identidades de los tres ucranianos retratados en la foto. Dos de ellos fueron ejecutados al final del proceso y el tercero, que era menor de edad, fue condenado a 15 años de prisión en Rusia. Nadie sabe dónde está ese hombre ahora

La reivindicación de un fotógrafo

Uno de los datos más reveladores de la foto es la naturaleza evidente de cómo se la registró. La imagen está enfocada y a los ejecutores se los ve de cuerpo entero, sin obstrucciones.

Sumado a que el fotógrafo está relativamente cerca de lo que está sucediendo, queda claro que la foto no se tomó a escondidas. En otras palabras, es el registro autorizado del asesinato de una familia.

Las características de la foto aportaron muchas pistas a Wendy Lower. Foto: Cortesía del Archivo del Servicio de Seguridad de Praga.

Las características de la foto aportaron muchas pistas a Wendy Lower. Foto: Cortesía del Archivo del Servicio de Seguridad de Praga.

La historia del eslovaco Lubomir Škrovina, el fotógrafo que tomó la imagen, es una de las revelaciones más impactantes de la investigación.

No sólo porque su rol fue clave para que la foto de la masacre de Miropol pudiera sobrevivir hasta el presente, sino porque Lower logró establecer que, lejos de ser un colaborador del nazismo (una hipótesis inicial), fue un opositor al régimen.

Como parte del Ejército de Eslovaquia, aliada de Alemania, acompañó a las tropas nazis y fotografió las masacres que llevaron a cabo en Ucrania. Luego de regresar a su casa para la Navidad de 1941, presentó un certificado médico para pedir la baja militar. No volvió al Ejército y se convirtió en miembro de la resistencia contra el nazismo.

Además de consultar los interrogatorios que le hicieron a Škrovina en conexión con la masacre de Miropol (una en 1943, llevada a cabo por los alemanes, y otra en 1958, conducida por la KGB), Lower pudo entrevistar a la familia del fotógrafo, que falleció en 2005.

“Cuando hablé con la familia en 2017, los hijos todavía no habían visto estas fotos. Era el secreto del padre. Sabían que la guerra lo había traumatizado, pero no sabían que él había sacado estas fotos. Sólo lo sabía su esposa”, explica Lower, quien agregó que sus fotos terminaron en el archivo de Praga donde fueron descubiertas por los periodistas luego de que la KGB confiscara sus fotos y negativos en 1958.

Imagen del fotógrafo eslovaco Lubomir Škrovina (sentado en el medio), 17 de septiembre de 1941, en Miropol, Ucrania. Foto: cortesía de la familia Škrovina.

Imagen del fotógrafo eslovaco Lubomir Škrovina (sentado en el medio), 17 de septiembre de 1941, en Miropol, Ucrania. Foto: cortesía de la familia Škrovina.

El testimonio de Škrovina echó luz sobre un tema que en Europa aún genera alta tensión entre los habitantes de países como Polonia o Ucrania: cuál fue el grado de colaboración que la población local prestó a los nazis en su campaña de exterminio.

“En el interrogatorio que le hacen en 1958, Škrovina deja claro que la matanza la llevan a cabo oficiales nazis y miembros de milicias locales: personas que conocían a sus vecinos judíos, y que ahora se preparaban para asesinarlos”, detalla Lower.

Crónica del horror

En base a su trabajo, Lower pudo reconstruir la crónica de lo que sucedió en Miropol ese 13 de octubre de 1941. La masacre, que formó parte de la Operación Barbarroja llevada a cabo por el nazismo ese año en Ucrania con la intención de aniquilar a la población judía, representa un arquetipo de lo que fueron cientos de episodios similares ocurridos en la región durante esos años. 

La matanza comenzó a gestarse en las primeras horas del madrugada, cuando agentes de la SS llegaron al pueblo y ordenaron al comandante apostado allí que armase un escuadrón que llevara a cabo la matanza de los judíos que aún quedaban en el pueblo.

En Miropol no había miembros de las SS ni soldados involucrados activamente en el exterminio. Tan solo oficiales de aduana que controlaban la estación de tren. Fue entre estos efectivos que el comandante reclutó a los hombres que llevarían a cabo la masacre.

Los uniformes de los soldados en la imagen fue algo que a Lower le llamó la atención desde el primer momento: era claro que eran oficiales rasos, ya que no había ningún detalle distintivo en su ropa que los identificase como miembros de alguna fuerza especial.

Según la investigación de Lower, para ese momento quedaban pocos hombres en el pueblo, ya que la mayoría había sido asesinada unos meses antes. Tan solo quedaban algunos profesionales considerados indispensables, como dentistas. El grueso de la población eran mujeres y niños.

Lower hace referencia a lo que llama “la división del trabajo de la muerte”: se le encargó a un grupo que empezara a cavar los pozos para las víctimas, mientras que otros se encargaron se juntar las mujeres y los niños judíos en la plaza del mercado para luego conducirlos hasta los bosques, donde serían ejecutados.

Los fusilamientos comenzaron en las primeras horas de la mañana, y se extendieron hasta la tarde. La nube de humo que se ve en la imagen probablemente se deba a que los fusiles no pararon de accionarse a lo largo de varias horas.

Un dato recogido por las investigación es que los alemanes calcularon mal cuántas fosas necesitarían. En un momento dado, debieron para los fusilamientos y poner a un grupo a cavar nuevas fosas.

Según las estimaciones que Lower pudo hallar, ese día se asesinaron entre 300 y 400 personas.

Resabios de una tragedia

Lower visitó Miropol en dos ocasiones, primero en 2014, y luego en 2016. Recorrió el bosque donde se produjo la masacre y entrevistó a numerosos habitantes de la ciudad. Lejos del ambiente escéptico que uno tal vez imaginaría, descubrió una población ansiosa de contar lo que sabía y de correr el velo de silencio sobre lo ocurrido.

“Muchos miraban la foto y se conmovían hasta las lágrimas, un poco por la vergüenza. Una de las personas con las que hable era hija de una mujer que trabajaba en un hogar judío y recordaba mucho los rituales religiosos de esa familia. Recordó el día de la masacre y cómo la policía ucraniana perseguía y violaba a las mujeres judías”, explica.

Pudo identificar el sitio donde se produjo la masacre gracias a técnicas de una ciencia conocida como arqueología forense. La tierra que ha sido removida deja marcas sobre el territorio que se consolidan con el correr de los años.

En el caso de las fosas de 1941, hubo múltiples instancias de movimiento de suelo: luego de que fueron tapadas por los soldados inmediatamente después de la masacre, la población local desenterró el lugar para revisar si las víctimas tenían algún elemento valioso que pudieran llevarse.

En 1986, el sitio fue desenterrado nuevamente, durante el juicio llevado a cabo por las autoridades soviéticas contra los guardias ucranianas.

A pesar de la extensión de su investigación, Lower no pudo identificar fehacientemente a la mujer y los niños que aparecen en la foto. Quienes habían estado presentes eran niños, y no tenían recuerdos sólidos de lo sucedido. Recordaban a las familias judías de verlas en el pueblo y de saludarse en el mercado, pero no mucho más.

Integrantes de las familias Sandler y Vaselyuk

La aproximación más sólida a la identidad de las víctimas llegó de la mano de una mujer judía, que en ese momento tenía entre 4 y 5 años, y que había logrado escapar de Miropol previo a la matanza. Volvió al pueblo años más tarde para intentar averiguar que había pasado con sus familiares.

Fue esta mujer, llamada Svetlana Budnitskaya, la que le acercó a Lower una imagen donde se ve a cinco personas, entre ellas una mujer adulta y dos niños, todos miembros de su familia que fueron asesinados por los nazis.

“Acá están su tía y sus primos. Me señaló 3 integrantes de esa familia que fueron fusilados en ese bosque de Miropol en octubre de 1941. Si uno mira la foto, algunas semejanzas saltan a la vista. Esta mujer, este niño y este bebé podrían ser los de la foto. Es posible que sean ellos, pero no hay forma de confirmarlo fehacientemente. Al menos un millón de las víctimas fusilados en esos años no han sido identificados, por lo cual es muy difícil hacer identificaciones exactas”, explica Lower.

Los retratados forman parte de dos familias, los Sandler y los Vaselyuk. En el extremo derecho están Khiva Vaselyuk. El niño más pequeño, vestido de marinero, era el sobrino de Khiva, Boris Sandler (nacido en 1938). A su izquierdo está Roman, que era hijo de Khiva.

Sobre el final de su libro, Lower reconoce que “las imágenes atroces, especialmente aquellas que muestran actos de genocidio, el crimen de todos los crímenes, nos ofende y nos avergüenza”. 

Sin embargo, considera que seguir investigando imágenes del Holocausto sigue siendo una tarea fundamental: “Cuando dejamos de investigarlos, dejamos de preocuparnos por la justicia histórica, la amenaza de genocidio y los desaparecidos que fueron asesinados”.

Fuente: https://www.clarin.com/mundo/rara-foto-holocausto-investigacion-10-anos-revelo-verdad-masacre-nazi_0_SAdvc5Fbf.html