Transitar el duelo para empezar a sanar
En estos tiempos tan difíciles de pandemia, donde muchas personas han perdido a sus seres queridos sin poder despedirse, es esencial lograr un duelo sano. La clave para superarlo está en recorrerlo, a pesar del dolor.
Es imposible hablar de duelo sin tener en cuenta que estamos frente a un proceso de adaptación que requiere reacciones emocionales y fisiológicas, que se dan frente a la pérdida irrecuperable de un ser querido, de una cosa, o bien de un evento significativo.
En este sentido, podemos entender que cada duelo es diferente según qué fue lo que perdimos, el tipo de vínculo que nos unía, la causa o motivo de dicha pérdida y lo inesperado o lo previsible del suceso.
Me gusta pensarlo también como un trabajo de reconstrucción interior, que nos lleva a la sanación de ese dolor inevitable, que nos causa dicha pérdida. Y digo inevitable, porque eso es lo más importante a la hora de pensar el duelo en sí.
Pretender que el dolor no duela, es una utopía que solo nos va a ubicar en la frustración. Saber que el dolor, la angustia y la tristeza, son partes inherentes de este proceso, no lo hace ni más simple ni más complejo, pero nos ubica en una realidad que nos va a permitir entender que transitarlo es la única manera verdadera de llegar al fin cometido: la cicatrización de la herida.
En el camino de la evolución emocional sabemos que una cicatriz puede ser tocada, acariciada, mirada, con la particularidad que guarda el recuerdo de lo sucedido, pero ya prescindiendo del dolor del impacto primario.
Trabajar para sanar:
Ciertamente el duelo, nos impone un trabajo psicológico, que intenta restaurar pieza por pieza, latido por latido, aquello que ya no está más con nosotros, o no de la forma en la que solía estar. Nadie puede ingresar a dicho trabajo sin asumir que eso que se perdió es irrecuperable.
Nadie puede hacer un buen trabajo emocional si no acepta que aquello que esta duelando no va a regresar más. Y eso, quizá es lo más complicado. Porque si sigo atado a la esperanza de que probablemente, lo perdido regrese, entonces nunca voy a asumir la pérdida como tal, y siempre voy a quedarme en el primer escalón de este trabajo que necesita de mí para ser elaborado.
Por eso, los especialistas en el tema, entienden que este proceso consta de pasos que debemos poder atravesar, para poder terminar en un último momento donde estemos en condiciones de vivir con esta pérdida integrada a nuestra vida.
Es importante tener en cuenta, que el duelo no es algo que empieza y termina en un día. Por el contrario, un duelo bien elaborado, es aquel que nos muestra que la persona puede entrar y salir de los recuerdos sin quedar detenida en el tiempo.
Y eso, es justamente lo que marca la diferencia entre un duelo sano y uno patológico. Es decir, no solo el tiempo que necesitemos para tramitarlo, sino y fundamentalmente, que ninguna de las fases que acabamos de repasar, sea un quiste imposible de disolver.
La buena noticia es que allí donde se cierra una puerta, siempre se abre una oportunidad de recrear nuevos y diferentes deseos, agradeciendo el valor de lo aprendido, a pesar del dolor. Consejos:
Dar lugar y permiso a todas las emociones que necesitemos vivir en el aquí y ahora. No hay después para una angustia que pide salir.
Pedir ayuda profesional si vemos que quedamos atrapados en estas fases.
Rodearnos de un ambiente de contención y cariño que favorezca el proceso.
Hablar todas las veces que necesitemos de lo que nos pasa.
Crear un ritual para darle un cierre tanto real como simbólico a eso que acabamos de perder. Muchas veces los velorios, el entierro, las misas, son construcciones culturales que cumplen esa función en el plano subjetivo. Pero, si la pérdida no es física, podemos darnos el permiso de generar nuestro propio ritual de despedida.
Ganar y perder, son dos facetas de la misma moneda llamada vida. Y de ninguna de las dos vale la pena intentar escapar. El dolor, duele. Es cierto. A veces es desgarrador, y sentimos que no vamos a poder convivir con ese nudo atravesado en el pecho. Pero querer evitarlo no lo resuelve: la pérdida sigue estando allí esperando ser atendida.
Tapar el dolor, no hace más que perpetuarlo. Asumirlo, es un acto de liberación emocional, para poder empezar a sanar.
Fuente: https://mia.perfil.com/noticias/sociedad/transitar-el-duelo-el-camino-para-empezar-a-sanar.phtml