¿Se pueden exportar costumbres?
Josefina Caminos Oría, que creció en Pittsburgh, escribió un libro sobre ese hábito tan nacional de charlar largamente después de una comida. Y tuvo eco.
¿Es la sobremesa otro de esos conceptos argentos difíciles de explicarle al resto del mundo, como cuando hay que dar detalles sobre qué es el dulce de leche, el alfajor o, en política, qué es el peronismo?
¿Se trata de una situación típicamente argentina, esa costumbre de quedarse horas y horas hablando, riendo, debatiendo sobre fútbol, política o historias familiares después de comer?
¿Es la sobremesa el momento crucial en que se relatan las mejores anécdotas o se revelan los secretos celosamente guardados?
¿Será por eso que las declaraciones más picantes del star system local se expresen, casualmente, en la mesa de Mirtha Legrand-Juana Viale o en la de Andy Kusnetzoff?
Josefina Caminos Oría nació en La Plata hace 47 años, pero la llevaron a vivir a Pittsburgh, Estados Unidos, a los seis meses de vida, por el trabajo de su papá, un médico cardiólogo. Si bien creció allá, nunca perdió contacto con la Argentina, adonde desde siempre viajó con frecuencia para visitar a sus abuelos y familiares.
“Soy bicultural”, se define esta argentina-estadounidense al otro lado del teléfono, desde Charleston, Carolina del Sur, en charla con Clarín. Aunque no deja de aclarar que “en Estados Unidos soy ‘la argentina’ y en Argentina, soy ‘la yankee’”.
Josefina es la autora del libro Sobremesa. A memoir of food and love in thirteen courses (aún sin traducción al español, sería “Sobremesa. Una memoria de amor y comida en trece platos”), de reciente publicación en Estados Unidos, donde cuenta anécdotas personales, cruzadas con clásicas recetas de su abuela Dorita, memorias culinarias y reflexiones sobre la vida.
Todas historias que han tenido paso por largas sobremesas familiares. Dividido en tres partes y trece capítulos, el libro, en este sentido, tiene algo del espíritu de la célebre novela Como agua para chocolate, de la escritora mexicana Laura Esquivel.
Al horno y con papas
Expresiones culinarias como “estar al horno con papas”, “pájaro que comió voló”, “la verdad de la milanesa”, “donde comen dos, comen tres”, “al pan, pan y al vino, vino”, “con las manos en la masa”, “estás mandando fruta”, “el que se quema con leche ve una vaca y llora”, entre otras, aparecen en el libro en castellano, acompañadas de una historia y receta, en inglés.
-Y entonces, ¿cómo explicarle a un estadounidense qué es la sobremesa, un término, que como ya se insinúa en el título, no tiene traducción al inglés?
“Sobremesa es la charla que pasa alrededor de la mesa una vez que la comida se termina. Puede ser en el desayuno, el almuerzo, la merienda o en un té, en una picada, una cena o una comida al costado de una ruta”, cuenta Josefina, que se recibió en Marketing, también en Literatura Española y hasta hizo el ingreso a la carrera de Medicina.
Josefina Caminos Oría nació en La Plata hace 47 años, pero se fue a los seis meses a vivir a Pittsburgh. Foto gentileza J. C. Oría
“Como muchos –agrega– yo me crié entre sobremesas, en mesas suficientemente grandes para acomodar a mi familia de seis hermanos, padres, abuelos y algún invitado. Lo importante son las conversaciones, discusiones, confesiones, consejos y demás cosas, secretos que salen a la luz, que aparecen una vez que la comida se terminó”.
Además recuerda que mientras ella y sus hermanos preferían hablar en inglés, sus padres hablaban en español y, cuando estaban en la mesa, les pedían que se expresaran en castellano: se acuerda, entre risas, de que si en las comidas pedían algo en inglés, del estilo “Is there bread?” (¿Hay pan?), no les contestaban hasta que no lo formulaban en español. De ahí que en su casa se hablara “spanglish”: “Mamá, where is my valija?”.
Una traducción literal de “sobremesa” sería “over the table”, pero no tiene sentido. Existe la expresión “pillow talk” (charla de cama), pero ya no transcurre después de una comida. Podría decirse “table talk” (conversación de mesa), “pero todos estos intentos todavía no describen lo que ‘sobremesa’ significa”.
En el principio fue el dulce de leche
Antes de escribir Sobremesa, Josefina escribió un libro sobre el dulce de leche: Dulce de leche: Recipes, Stories and Sweet Traditions (“Dulce de leche: recetas, historias y dulces tradiciones”).Como “sobremesa”, “dulce de leche” tampoco tiene traducción al inglés.
Pero antes, mucho antes de escribir sobre el dulce de leche, Josefina tenía un importante puesto como CEO en una empresa de salud. A los 35 años, casada con Gastón –argentino y platense como ella, del que se enamoró en una sobremesa de un almuerzo campestre– y con cinco hijos, se dio cuenta de que ya había alcanzado su techo, que le faltaba motivación, que se sentía un hámster corriendo en una rueda sin ir a ningún lado.
Una noche tuvo una revelación: quería hacer postres con dulce de leche, tal como los hacía su abuela Dorita, por lo demás experta en hacer pilas de milanesas para la numerosa familia y también ñoquis.
“La sobremesa es donde se construye la familia. Es un lugar donde nos expresamos con los tonos cariñosos de los italianos y nos analizamos como en una película de Woody Allen”
Sofía Lagarde
Empezó sin plan de negocios, dejó atrás la vida en la empresa y terminó armando un exitoso emprendimiento: La Dorita Cooks, una empresa dedicada a la producción de dulce de leche natural y la primera cocina incubadora en Pittsburgh.
“Mis amigos me preguntaban ‘¿cómo anda esa salsa dulce que hacés?’, ‘ese postre dolce’. No entendían lo que era el dulce de leche. Piensan que es un gusto de Haagen Dazs o un café de Starbucks. En el etiquetado te hacen poner ‘milk caramel’, entonces piensan que es un postre que se hace con crema y manteca. Me cansé de explicar siempre lo mismo y entonces dije ‘escribo un libro’”. Así nació su primera obra.
“Es difícil introducir una comida que no forma parte de la vida diaria, como sí lo es el ‘peanut butter’ (mantequilla de maní). Hay que contar las raíces, la historia», dice.
Entonces, «me dieron ganas de contar la vida de mi familia y es un poco lo que hago en Sobremesa. En cuanto al dulce de leche, los norteamericanos lo comen muy distinto a los argentinos, se lo ponen, por ejemplo, a la manzana”, cuenta Josefina, “Jose” para los amigos argentinos y “Josie” o “Josephine” para los del hemisferio norte.
Josefina Caminos Oría con el clásico libro de Doña Petrona. Foto gentileza J. C. Oría
Parte de la historia de su familia aparece en el libro Sobremesa, que cuenta, además, con el prólogo de otra exitosa emprendedora argentina: Sofía Lagarde, CEO de Bodegas Lagarde y amiga de Josefina, desde que su familia también se fue a vivir a Pittsburgh en los ’70.
“En Argentina, las charlas de sobremesa pueden durar horas, a menudo más que la comida en sí, gracias a las ofertas interminables de dulces, bocadillos salados, tés, cafés y vino espumoso. La sobremesa tiene un aire de ceremonia. Proporciona un estado de calma, junto con la posibilidad de brillar. En este ritual de conversación fluida, el verdadero yo se revela una vez que se ha disfrutado la comida y el vino continúa fluyendo”, escribe Sofía.
Y coincide con Josefina en que «sobremesa es donde se construye la familia. Es un lugar donde nos expresamos con los tonos cariñosos de los italianos y nos analizamos como en una película de Woody Allen o en una sesión de terapia de grupo, donde se funden culturas, cocinas y sabores. Nos deja con un crisol de ideas, costumbres y tradiciones en las que colgar nuestros sombreros”.
“Mucha gente me ha dicho que lo que más le gustó de la cuarentena fue ese reencuentro que se dio con la familia o los hijos alrededor de la mesa, después de comer”
Mientras busca traductor al español para su obra (el libro se consigue en inglés en formato ebook), Josefina observa que en Estados Unidos no existe el hábito de quedarse charlando después de una comida. Es decir: no existe la sobremesa.
“Comés, viene el mozo y te cobra porque tiene que limpiar la mesa. Por eso quiero introducir el tema de la sobremesa, como un medio para llegar a algo más, que te transporta a otro lugar, a otros tiempos. Yo cuento una historia a través de la sobremesa”.
A lo que expresa un deseo: “Espero que mi libro ayude a cambiar eso”. De todos modos, asegura, la pandemia ha cambiando algo las cosas.
“Siempre les digo a mis amigos que los platos pueden esperar, no hace falta levantarse ni bien se termina de comer para lavarlos. Cuando termina la comida, abrimos otro vino y ahí empieza la charla, la magia, con la panza ya llena te relajás y salen las conversaciones más interesantes”.
“Mucha gente –cuenta ilusionada– me ha dicho que lo que más le gustó de la cuarentena fue ese reencuentro que se dio con la familia o los hijos alrededor de la mesa, después de comer, porque comían todos juntos, nadie salía disparado o se iba a cursar, o a jugar al fútbol o comía en otro horario o lo que sea. No sabían cómo llamar esa situación. ¡Esa es la sobremesa! El mejor regalo que la cuarentena nos dio”.
Fuente: https://www.clarin.com/cultura/mujer-llevando-sobremesa-argentina-unidos_0_rbROTTNXX.html