Las 7 edades del apetito

Durante las primeras etapas de la vida se necesita una cantidad de energía mayor para hacer frente a las necesidades de nutrientes procedentes de la fase de desarrollo.

El mecanismo del apetito es muy complejo. No existe un único estímulo que sea capaz de ponerlo en marcha, sino que está determinado por varios factores. Además la sensibilidad del mismo varía según pasan los años, siendo más intenso en algunas etapas de la vida que en otras.

Hay que destacar que, en condiciones normales, el apetito está condicionado en gran medida por las necesidades energéticas y de nutrientes. Al fin y al cabo, esta sensación no es más que un indicador de que el cuerpo precisa de sustratos para poder realizar sus funciones con normalidad.

Las edades del apetito

El apetito en los adultos es diferente.
Dependiendo de la edad se producen cambios en el apetito.

Vamos a comentarte cómo evoluciona la sensación de apetito con el paso de los años, y cuáles son las necesidades nutricionales en cada una de estas etapas.

Primera etapa, hasta los 10 años

Durante la infancia el cuerpo experimenta un crecimiento rápido. Se desarrollan los órganos y los tejidos y se mejora el funcionamiento de los mismos. Además, todos los hábitos dietéticos que se adquieren durante estas etapas pueden condicionar el estado de salud durante la edad adulta, por lo que plantear una buena alimentación es clave.

Por lo general el apetito se autorregula de manera óptima durante este periodo, salvo que existan problemas hormonales de base. Para identificarlos se necesitaría un diagnóstico preciso y una serie de pruebas complementarias.

En estos casos habría que recurrir, casi con toda probabilidad, a algún tratamiento farmacológico. Así se puede asegurar un buen desarrollo y se previenen problemas de salud a medio plazo.

Hay que tener en cuenta que durante la infancia es clave aportar proteínas y grasas en cantidades necesarias. Las proteínas son las encargadas de construir tejido, por lo que resultan elementos imprescindibles para garantizar el crecimiento.

Según un estudio publicado en la revista Annals of Nutrition & Metabolism, lo recomendable es no bajar de 1,5 gramos de proteína/kilo de peso corporal al día en sujetos menores de 10 años.

Además, esta etapa es clave para promocionar otros buenos hábitos de vida, como la práctica de actividad física de forma regular. El ejercicio también contribuye al correcto crecimiento y desarrollo de los órganos. Por otra parte, previene el desarrollo de enfermedades crónicas en la edad adulta.

De los 10 a los 20 años

En este momento el cuerpo cierra su crecimiento, por lo que sigue siendo óptimo aportar proteínas en cantidades elevadas para evitar experimentar problemas en el desarrollo. Al mismo tiempo, será clave también la ingesta de ácidos grasos para modular los mecanismos hormonales y asegurar su buen funcionamiento.

Entre ellos, hay que hacer especial mención a los omega 3, ya que han demostrado ser capaces de reducir la inflamación sistémica, mejorando así la salud. Por otra parte, será importante introducir vegetales con asiduidad y plantear una dieta lo más variada posible.

En este momento es normal experimentar un incremento del apetito con respecto a la etapa anterior. Esto se debe a que la actividad física se incrementa. También la intelectual, con una mayor carga de trabajo a nivel escolar, lo que supone una demanda energética considerable.

Eso sí, es importante asegurar que se mantiene la balanza energética para evitar situaciones de sobrepeso.

Además, la energía ha de ser suministrada por medio de alimentos naturales. Esto quiere decir que, en la medida de lo posible, hay que restringir los ultraprocesados industriales. De hecho, el consumo regular de dichos productos supone una de las quimeras de la nutrición en los adolescentes a día de hoy.

No obstante, estos comestibles cuentan en su haber con azúcares simples y con ácidos grasos de tipo trans capaces de impactar de forma negativa sobre el estado de salud. Así lo evidencia una investigación publicada en la revista Diabetes & Metabolic Syndrome. Siempre hay que priorizar los vegetales, los pescados, las carnes, los lácteos y los huevos.

De los 20 a los 30 años

En este momento se producen varios cambios en lo que a hábitos de vida se refiere. Comienza en muchos casos la etapa laboral y, por desgracia, la actividad física se reduce. Aunque esto es una muy mala noticia, supone una realidad.

En este sentido es importante concienciar a los jóvenes de la importancia de seguir practicando ejercicio durante toda la vida de forma regular.

Sea como fuere, el apetito tiende a ser inferior, dado que las demandas energéticas se reducen en condiciones de menor actividad. Resulta clave ajustar la ingesta energética al gasto, para no generar así un incremento de los depósitos de grasa en el organismo.

Cabe recordar que tanto el sobrepeso como la obesidad son capaces de incrementar el riesgo de enfermar, según un estudio publicado en Circulation Research.

En este momento, puede resultar beneficioso disminuir el aporte de carbohidratos, ya que estos nutrientes tienen una función fundamentalmente energética. Si se reduce la actividad física, las demandas de ellos por parte del cuerpo humano se reducen. Por este motivo, plantear una dieta donde los protagonistas sean las proteínas y los lípidos tiene bastante sentido.

Además, dicha estrategia podría resultar útil de cara a prevenir el desarrollo de ciertas patologías complejas en etapas futuras. Entre ellas podemos destacar las de tipo cardiovascular y el cáncer.

No obstante, hay que tener en cuenta que la necesidad de azúcares siempre estará supeditada a la actividad realizada. Si esta no se reduce, no hay por qué limitar la presencia de carbohidratos en la dieta.

De los 30 a los 40 años

En este momento los individuos se vuelven más susceptibles a desarrollar procesos de estrés y ansiedad, debido a las cargas familiares y de trabajo. Además, muchos comienzan a desarrollar problemas de salud derivados de conductas poco saludables en etapas anteriores.

Por este motivo, el apetito puede sufrir altibajos, ya que se ve condicionado, entre otras cosas, por el estado de ánimo.

Hay que tener en cuenta que las situaciones de estrés pueden llevar a ciertos sujetos a comer más de lo que deberían. En estos casos hay que priorizar el consumo de fibra, ya que dicha sustancia es capaz de incrementar la sensación de saciedad.

También puede ser de gran ayuda consumir un vaso de agua antes de las comidas, tal y como evidencia una investigación publicada en la revista Clinical Nutrition Research.

Asimismo, sigue siendo prioritario garantizar una alta ingesta de vegetales, para conseguir los antioxidantes necesarios de forma diaria. Incluso se puede plantear la suplementación, llegado el caso, con algunos nutrientes esenciales que pueden aportar valor añadido, como los omega 3, el magnesio o incluso la vitamina D.

Ahora bien, el consumo de estos productos ha de estar recomendado y supervisado por un profesional.

De los 40 a los 50 años

En este momento comienzan a reducirse la cantidad de masa muscular del organismo y los niveles de fuerza en aquellos sujetos que no plantear un modo de vida activo. Para evitar tal situación es necesario incrementar la ingesta proteica. Hay que recordar que una pérdida de tejido magro se relaciona con un peor estado de salud.

Al mismo tiempo, en esta etapa se puede producir una reducción considerable del apetito, ya que las demandas energéticas son bastante inferiores a las establecidas en periodos anteriores.

Lo más recomendable es que la disminución en el aporte de energía proceda de una cierta limitación de los carbohidratos, ya que proteínas y grasas siguen siendo importantes en este momento.

Hay que evitar, de todos modos, plantear en esta etapa regímenes extremos para promocionar la pérdida de peso, como son las dietas milagro. Estas pueden traer consecuencias muy negativas a medio plazo. Impacta de forma nociva sobre el organismo alterando su capacidad metabólica e induciendo déficits de nutrientes esenciales.

De los 50 a los 60 años

El apetito puede perderse con la edad.
Puede que el apetito disminuya en esta edad.

En esta etapa las hormonas sufren alteraciones drásticas en cuanto a su producción, sobre todo las de tipo sexual. Esto conlleva cambios significativos en los niveles de apetito y en las sensaciones experimentadas a lo largo del día.

También la apetencia y el gusto de los alimentos varía. Por ejemplo, la gente prefiere reducir el consumo de carne roja porque le genera un sabor metálico desagradable.

Sin embargo, y a pesar de que hay que adaptar la dieta a los gustos del individuo, es clave seguir manteniendo un aporte proteico adecuado durante esta franja. De lo contrario las pérdidas de masa muscular se incrementarán a pasos agigantados, lo que se considera nocivo.

Al mismo tiempo, hay que destacar que el sueño se altera a partir de los 50 años. Esto se debe a que la producción de melatonina en la glándula pineal se reduce mucho. Por ello, puede resultar muy beneficiosa la suplementación con la hormona de forma exógena, para compensar el déficit.

Si bien la melatonina puede generar un impacto positivo sobre la salud en casi cualquier momento de la vida, a partir de los 50 es clave.

De los 60 en adelante

Una vez superados los 60 años la cantidad de comida que se precisa consumir al día se reduce mucho, a la par que el propio apetito. Por ello, hay que optar por alimentos que presenten una elevada densidad nutricional, para así evitar déficits de nutrientes esenciales.

Durante esta etapa se pueden presentar también problemas de deglución y masticación, por lo que muchas veces es preciso realizar adaptaciones en la dieta. El objetivo es facilitar el consumo de los alimentos para alcanzar los requerimientos calóricos.

Los expertos afirman que reducir los carbohidratos al mínimo podría ser beneficioso en este momento, aunque no todo el mundo tolera bien dichos protocolos. Lo óptimo es adaptarse a las necesidades individuales. Incluso pautar una cierta suplementación puede generar un cierto valor.

El apetito y las necesidades nutricionales cambian con el paso de los años

Como has podido comprobar, tanto las necesidades nutricionales como la sensación de apetito van variando con el paso del tiempo. Es necesario adaptarse siempre a los cambios para así poder garantizar un buen estado de salud. De este modo se reduce de forma significativa el riesgo de enfermar.

Fuente: https://muysalud.com/enfermedades/las-7-edades-del-apetito/