El Capitán Piluso, la versión más tierna de Alberto Olmedo
En el 70° aniversario de la TV, contamos la historia del personaje que alegró las infancias en los ’60 y ’70. Develamos cómo surgió el nombre y otros secretos de esta criatura a la que le cantaron Fito Páez y el Flaco Spinetta. Su pelea con Karadagian.
Alberto Olmedo hubo uno solo. Y, al mismo tiempo, hubo varios Olmedo. Tuvimos a Chiquito Reyes, al Manosanta, a Rucucu, a Rogelio Roldán, a Borges, al Yeneral González, y podrían seguir las firmas un par de líneas más. En medio de ese dream team de criaturas pícaras, atrevidas, sarcásticas, disimuladas o provocadoras, la cinta la lleva El Capitán Piluso, un habilidoso entre los niños.
Un crack para los que transitamos la infancia en los ‘60 y los ‘70, uno de los primeros reyes de los locos bajitos de entonces. Un personaje que, a cuento de un nuevo aniversario de la televisión argentina -cumple siete décadas el 17 de octubre de este pandémico 2021- merece ser desempolvado del olvido.
Para aquellos que no supieron que, además del pillo de las revistas porteñas y de películas como Villa Cariño está que arde, Los caballeros de la cama redonda o Los doctores las prefieren desnudas, Olmedo también fue un ídolo para los más chicos de la casa, con un humor blanco, condimentado con varios colores. Ese Olmedo hacía reír desde la más pura inocencia y la picardía más alentadora. Era un interesante agitador de la alegría infantil.
Socios y amigos: Humberto Ortiz y Alberto Olmedo. O Coquito y Piluso.
Los -nos- trataba como personas con pocos años, no como personas con poco lenguaje o poca cabeza. Los -nos- respetaba como interlocutores válidos. El Capitán Piluso combinaba humor, magia, diversión y enseñanza: sus bromas escondían algún dato de la realidad, bien lejos del modelo enciclopédico de las escuelas. Era un capitán que enseñaba sin ponerse guardapolvo.
No daba clases, daba calle. Compartía ese estaño ganado por Olmedo en los codos de la vida, en medio de ese viaje que lo llevó de su Rosario natal a Buenos Aires, para convertirlo en experiencias aptas para los niños.
La historia detrás del personaje
Vamos de entrada con un dato de color, de ésos que pincelamos recién ahora: “Esto, creo, no lo sabe casi nadie. ¿Sabés de dónde salió el nombre del personaje? Ya habían decidido que fuera un capitán, pero ningún apellido le iba bien… Capitán Pérez, Capitán Fernández, todos daban como seriotes. Hasta que Manuel M. Alba dice: ‘Ya sé, tengo uno que le puede quedar el perfecto. El de mi mecánico de autos. El tipo se llama Piluso’. Y así quedó y fue un golazo”.
Ese hermoso dato revelado ahora a Clarín por Edgardo Borda -memoria imprescindible de la TV argentina, con 91 años y casi 70 en el medio- lo ubica como testigo privilegiado del nacimiento del personaje. Y como pieza clave para esta nota que busca contar lo que se vio y no se vio del inolvidable Piluso.
Piluso nació en Canal 9, pero desfiló por casi todos los canales. Foto Télam
Cuando la bendita tele tenía un solo canal (uno sólo), Borda y Olmedo compartían la tarea de switcher en el 7 (operadores de cámaras). Luego, Borda ascendió a director y en el ‘60 pasó al flamante Canal 9, que pertenecía a la Compañía Argentina de Televisión, comandada por Manuel M. Alba (la Eme se cita en este caso como un segundo nombre), quien le pidió que lo contactara con El Negro Olmedo.
¿Pero Olmedo ya era Olmedo, o era Alberto Orlando, un rosarino nacido en el ‘33 que sabía lucirse como tiracables y piloto de cámaras? El capocómico ya empezaba a pedir pista: en 1955, en una cena formal de fin de año con las autoridades de Canal 7, alguien sugirió que subiera al escenario a mostrar lo que hacía en la intimidad.
“Y nos descostillamos de la risa, fue desopilante”, recuerda Borda, desde su casa palermitana donde cumple con el aislamiento. Y desde donde sueña con volver a trabajar a El Trece: “Cuento los días como los presos”.
A partir de esa semilla standapera, su amigo Pancho Guerrero lo sumó a La Troupe de TV, donde compartía elenco con María Esther Gamas, Jorge Luz, Guillermo Rico y Tincho Zabala. En el ‘57 le dieron un espacio, los sábados, para animar a los niños con Las aventuras de Joe Bazooka, ciclo que presentó hasta el ‘59.
Cuando Alba lo convoca para que se sume a Canal 9, la propuesta era un un ciclo infantil de unos 15 o 20 minutos, a la tarde, con dibujos animados y lo que se le ocurriera. Y le ocurrieron varias cosas al Negro: trabajar junto a su amigo Humberto Ortiz, el leal Coquito, en calidad de actor y guionista, llevar un gorro de pescador y una gomera y hablarle a su público como si fueran pares.
«Contesté que sí, por supuesto, y entonces Manolo me dijo que me buscara quién me hiciera el libro. Yo había conocido a Coquito en uno de mis programas anteriores y nos habíamos hecho bastante amigos; sabía que él escribía y le pedí que me hiciera los libretos. Aceptó, y luego aceptó también incorporarse al programa como un marinerito», contó Olmedo en una entrevista radial de mediados de los ‘60.
Coquito y Piluso: el marinero y el capitán, una dupla desopilante.
Dio el sí y, en pocos días, El Capitán Piluso (primer nombre que tuvo el programa) llegó a la media hora, para enseguida pegar el salto a la hora diaria. Y en pocos meses hubo que incluir tribunas para los chicos en el estudio.
Fue un hit. Nadie se quería perder las travesuras de Piluso y Coquito, el marinero que oficiaba de su opuesto. Y de su amigo. En ese planteo de antiespejo, no había burla, había gracia. Y complicidad, tal vez la mejor herramienta que el capitán de ese barco supo desparramar en las aguas infantiles.
La abuela terminó siendo su cuñada
Si hacemos memoria y justicia televisiva, además del tándem central había un tercer personaje, que escuchábamos, pero no veíamos: cada tarde, a modo de sello del programa, se oía la voz de la abuela de Piluso al grito de “A tomar la leeeche”. Cuenta la leyenda incomprobable que la actriz elegida para componerla no llegó a horario el primer día y, entonces, se recurrió a una conocida del clan familiar. Lo cierto es que quedó incorporada.
Inés Jaroslavsky fue la afortunada que patentó ese guiño que no tiene fecha de vencimiento. Inés era la hermana de Judith Jaroslavsky, primera mujer de Olmedo, que se desempeñaba como Jefa de Publicidad de Canal 9. Tras el grito emblemático de cada tarde, una mano asomaba en cámara y el capitán tenía su vaso o taza -depende el día- con la leche servida para marcar la cancha de los rituales alimenticios.
A muchos nos quedó las 17 -o las 18- como la hora de la leche. Tal vez, algún millennial que esté leyendo estas líneas, descubra ahora el significado simbólico de esa frase de padres o tíos que le pueda haber sonado rara.
Dado el fenómeno generado en su momento, le pidieron a su creador que lo (se) definiera: «El Capitán Piluso es la encarnación del mundo lleno de fantasías de los niños, es decir, el hombre que ellos imaginan. Un héroe de ficción íntimamente ligado a su razonamiento especialísimo y a su universo singular, lleno de constantes hallazgos. Estoy seguro de que la clave de Piluso entre los niños se debe a que a ellos les encanta la circunstancia de que lo comprenden fácilmente, pues lo consideran un muchachón que piensa como ellos y que dice, exactamente, lo que a ellos les gusta decir«.
El día que peleó con Martín Karadagian
“Era un despelote hermoso lo que generaba el personaje”, recuerda Borda, quien no lo dirigió en el programa, pero sí estuvo al frente de la cobertura especial de la pelea anunciada con bombos y platillos entre El Capitán Piluso y Martín Karadagian, el creador de los mágicos Titanes en el ring, que debutaron el el ‘62.
Martín Karadagian y Piluso, en el ring del Luna Park. Corría 1961 y ésa fue la antesala de «Titanes en el ring».
Anunciada para el 12 de noviembre de 1961 en el Luna Park, la lucha generó tanta expectativa que más de tres mil niños se quedaron afuera. Y, para que la llegada del capitán fuera más atractiva, el canal consiguió un helicóptero que aterrizó frente al Correo.
“Lo que pasó ese día, y mirá que pasaron 60 años, me marcó en la vida. Tenía que pasar algo en la pelea, porque si no era risible el enfrentamiento entre uno y otro. El Negro pidió que le pusieran un árbol trucado, un árbol que se llama cartapesta, de papel y madera, abajo del ring. ¿Sabés cómo terminó? Después de un par de rounds bajó, agarró el árbol y empezó a revolearlo y le pegó a Karadagian, al referí, a todos los que estaban por ahí. Pero lo más emocionante fue la cantidad de pibes que estaban con sillas de ruedas a un costado y que, de la emoción, se paraban o lo intentaban. Mirá, lo recuerdo y lagrimeo”, regala Borda.
Se recompone y sigue: “Ah, no me quiero olvidar de este dato. La pelea tenía que ser empate, por eso el Negro armó ese lío bárbaro que quedó graciosísimo”.
En la previa a esa lucha desigual, Piluso les decía a sus fans: “Cuando agarre a Karadagian le voy a hacer la toma Floqui, lo voy a reventar, lo voy a romper todo”.
Productor histórico del ciclo, Hernán Abrahamson contó hace unos años la bisagra televisiva que significó ese duelo lúdico: “Se creó una expectativa increíble, más de lo que hubiéramos pensado. Piluso llegó en helicóptero, mientras Coquito, que tenía pánico a volar, iba por tierra en un auto descapotado. Después de la lucha salimos con cuatro camiones por el centro de Buenos Aires a repartir juguetes. A partir ese éxito, Canal 9 se decide a hacer Titanes en el Ring, con la troupe del gran Martín”.
Más allá de la audiencia fiel que tenía a diario del otro lado del televisor, cuando Piluso se escapa de la pantalla la aguja de la popularidad también explotaba.
Como sucedía cuando iba de visita a algunas escuelas a repartir regalos y leche (hermosas ceremonias transmitidas por Radio Belgrano) o como cuando armó un festival debajo de la autopista, frente al viejo Canal 13. Palabra de Borda: “La fila de chicos, no te miento, daba la vuelta a la manzana. No entraban en la carpa y eso que era gigante”.
Dupla de maestros: Alberto Olmedo, con la ropa de Piluso, y Tato Bores.
Los homenajes del rock nacional
Cuando alguien llega a ser canción es que algo habrá hecho. Como lo hizo este personaje trazado con desparpajo y carisma: claro, marcó la infancia de muchos.
Entre esos muchos, las de Fito Páez, tan rosarino como él, y Luis Alberto Spinetta.
En 1994, Fito compuso Tema de Piluso, incluido en el álbum Circo Beat, que en una parte dice “Vida, tu vida fue una hermosa vida / Tu vida transformó la mía / Y esto es verdad / Y la vida como viene va / No hay merienda si no hay capitán”.
Cuatro años después, el Flaco le dedicó Piluso y Coquito, que integra el disco San Cristóforo, y que dice: “Piluso y Coquito / La leche tomarán / Escuchan a su abuela / Y cintas de Popeye, han de mirar”.
No son las únicas letras del cancionero popular que hablan de nuestro protagonista del día. A pedido de los productores discográficos, Olmedo realizó varios trabajos, y muchos de sus singles se transformaron en hit.
Como Piluso es bueno, editado en 1976, elegido para musicalizar el video que acompaña esta nota. Si lo escuchás, con los niños de coro, seguramente se te quedará pegado unas horas: “Tengo muchos amiguitos, grandes y chiquitos, los quiero por igual / Yo les canto con cariño, porque son los niños mi felicidad / Piluso es bueno, porque es un buen amigo / Piluso es bueno, es bueno de verdad / Piluso es bueno, es bueno y cariñoso / Piluso es bueno, porque no hay otro igual”.
En su camino exitoso hacia varios frentes, el personaje también llegó al cine: en 1963 se estrenó Las aventuras del Capitán Piluso (en el castillo del terror), dirigida por Francis Lauric, protagonizada por Olmedo, Ortiz, Juan Carlos Barbieri, Martín Karadagian y María Esther Podestá, entre otros.
Y fue historieta y también fue un boom de merchandising: remeras con su cara, gomeras de juguete con su etiqueta, publicidades gráficas y de TV, todo lo que llevaba su nombre se vendía. A tal punto, que el hasta entonces conocido como “gorro de pescador” se empezó a llamar “Gorro Piluso”. De hecho, en Mercado Libre se lo busca así. Y se lo encuentra, con precios para todos los gustos: desde 278 a 3.690 pesos.
Pleno furor por Piluso: el aviso de Radio Belgrano, promocionado su visita a los colegios en 1964. Foto Portal Ruinas Mágicas.
Cuando el capitán tuvo que entregar el cargo y la gomera
El programa, bautizado originalmente como El Capitán Piluso, estuvo en Canal 9 durante tres años, luego duró un año en el 7, y en el ‘67 se mudó a Canal 2, donde estuvo dos temporadas. Bien entrados los ‘70, se instaló en Canal 11 como Piluso y Coquito, a secas.
Con el tiempo fue cambiando de nombres, no siempre por cuestiones comerciales: en plena dictadura, el personaje tuvo que quitarse el rango y dejar de usar gomera, porque, decían, podía incitar a la violencia infantil. Y Coquito dejó de vestirse como marinero.
El libro de pases de 1980 los llevó a Canal 13, con Las aventuras del Capitán Piluso, espacio en el que le dio vida a otro superhéroe infantil: Pilusman. Al año siguiente regresó a Canal 11, ya como El canal de Piluso.
Cuando Humberto Ortiz murió, en 1982, Olmedo colgó la gomera y el gorro para siempre.
Más allá de esos cambios y de los varios intentos por volver a la magia inicial, la fórmula empezó a apagarse. Pero no la llama: cada vez que Coquito conseguía alguna fiesta o evento que le permitiera ganar unos pesos, allá iba Olmedo debajo del gorro. Y eso que ya era el Gardel de la picaresca, con éxitos en cine y TV, en versión Negro para adultos. Pero él iba para ayudar silenciosamente al amigo. Pocos tipos tan generosos como él en este ambiente.
Y tan leales que, cuando su socio artístico de esta aventura murió, a causa de un cáncer de laringe, el 11 de octubre del 82, Olmedo (que falleció seis años después) se sacó la cinta de capitán para siempre.
Por suerte, fuimos muchos lo que tuvimos tiempo de verlo jugar en la cancha de los chicos.
Fuente: https://www.clarin.com/espectaculos/tv/nacio-crecio-capitan-piluso–version-tierna-alberto-olmedo_0_ffoIWvLK0.html