Hidratarse también en invierno
A raíz de las bajas temperaturas, no sentimos deseos de beber agua u otros líquidos, sin embargo este precioso elemento sigue siendo esencial para nuestro organismo. Cuidate del peligro de la deshidratación con estos consejos.
Con el frío bebemos menos y no prestamos atención a los líquidos que perdemos. Sin embargo nuestro cuerpo precisa siempre del agua para su buen funcionamiento, más allá del clima.
La sensación de frío, la ropa térmica y la humedad ambiente hacen que se provoque la ausencia de sed. Sin embargo, esto no implica que no se necesite el líquido, sino todo lo contrario: se requiere con la misma constancia: la hidratación en el cuerpo humano es fundamental para su funcionamiento. Y no solo la precisan los deportistas, sino también los niños, jóvenes, adultos y especialmente los adultos mayores.
En situaciones normales, sin que se produzcan grandes pérdidas (por ejemplo, por sudoración excesiva) los especialistas recomiendan beber al menos dos litros de agua diarios. Esta cantidad la podemos alcanzar a través de la variedad de los alimentos y las bebidas:
• Alrededor de medio litro se obtiene de alimentos ricos en agua como frutas y verduras.
• El otro litro y medio nos lo pueden proporcionar 6 u 8 vasos de líquidos, que pueden ser, por ejemplo, agua, refrescos, jugos e infusiones sin azúcar ni alcohol. Está demostrado que la variedad hace más fácil beber lo suficiente y, por tanto, mantener una correcta hidratación. En invierno, además, se pueden incorporar sopas de verduras, hortalizas y caldos bajos en sodio.
Grupos de riesgo:
• Mujeres embarazadas y en lactancia: durante la gestación se necesita beber más de lo habitual; dos terceras partes del peso ganado al final del embarazo son agua. Entonces, para este periodo es muy importante realizar una adecuada ingesta de líquidos, a través de las bebidas y alimentos que componen la dieta. Esto facilita la eliminación de toxinas y la depuración del organismo. El cuerpo de la embarazada está afectado de cambios hormonales que desequilibran la regulación térmica.
• Niños: entre los 4 y 8 años de edad necesitan consumir de 1,5 a 1,8 litros de líquidos todos los días. El agua simple debe ser su principal fuente de hidratación, complementándola con otras opciones como tés o infusiones preparadas con frutas naturales y sin azúcar. Al estar en fase de crecimiento y realizar un mayor gasto físico, al jugar, practicar deportes, estudiar, los niños y adolescentes gastan más líquidos que necesitan reponer.
Los más pequeños presentan un sistema inmunológico menos formado y por lo tanto están más expuestos a sufrir enfermedades. Una de las más frecuentes son las diarreas que, en muchas ocasiones, asocian una pérdida de líquidos y un aumento del riesgo de des hidratación. Del mismo modo, al contar con menos defensas, toleran peor los cambios de temperaturas.
Además, presentan un mayor riesgo de deshidratación que los adultos, ya que su sentido de la sed aún no se ha desarrollado lo suficiente. Por eso, al no percibir esta sensación, son reacios a beber, por lo cual, hay que recordárselo.
• Ancianos: con el tiempo, el mecanismo de regulación térmica no funciona de manera perfecta y disminuye la sensación de sed aún en pleno verano. Además, los adultos mayores tienen el sistema inmunológico debilitado y presentan una mayor incidencia de enfermedades y un mayor consumo de fármacos. Cuando el aporte de líquido es insuficiente, disminuye el volumen de orina que eliminan sus riñones.
Esto produce una acumulación de sustancias urinarias de desecho, que repercute en su salud. Todo ello hace que los ancianos sean especialmente susceptibles frente a la deshidratación, lo que, sobre todo en situaciones de calor, empeora otras enfermedades y causa muchas hospitalizaciones. Por tanto, los mayores deben ingerir líquido aunque no tengan sed con el fin de evitar la deshidratación y sus consecuencias. Una buena idea es tener al alcance botellas de agua que les recuerde mantenerse hidratados.
Además, es importante tomar conciencia al beber alcohol. Más allá de sus consecuencias para la salud, las bebidas alcohólicas aumentan la temperatura corporal y el riesgo de deshidratación. Pueden tener un efecto diurético que hace que eliminemos más líquidos de los que tomamos. Por lo tanto, es esencial beberlas de manera moderada y consumir los 2 litros de agua diarios.
Consejos de prevención:
• Para una hidratación saludable se debe tener en cuenta que el agua es la fuente más importante de líquidos, pero los tés, infusiones, sopas y caldos con verduras y otras bebidas calientes pueden complementar los requerimientos diarios de líquidos.
• No esperar a sentir sed. La sed es el sistema que tiene nuestro cuerpo para avisarnos que ya comenzó el proceso de deshidratación.
• Durante la noche tener agua cerca de la cama, también se pueden ponerse horarios de consumo responsable.
• Es recomendable que los niños lleven agua a la escuela en una botella o recipiente a temperatura ambiente.
• Tener siempre una botella de agua a mano. Llevarla en la mochila o en la cartera y tenerla al alcance en el trabajo, en la facultad y en casa.
• Hidratarse antes de salir a la calle. Adoptar el hábito de tomar agua al salir de casa, del trabajo o de cualquier establecimiento.
• Beber antes, durante y después de realizar actividad física. Para que nuestro cuerpo cuente con reservas de agua, lo mejor es ingerir entre 500 y 600 ml de agua una hora antes del ejercicio. Durante la actividad debemos reponer, de a pequeños sorbos, el líquido y los electrolitos que desaparecieron a través del sudor. Y después, también es imprescindible ingerir para compensar las pérdidas. En este caso se pueden beber bebidas isotónicas para reponer los minerales perdidos durante la actividad física.
Fuente: https://mia.perfil.com/noticias/salud/hidratacion-en-invierno-tan-importante-como-en-verano.phtml