Hugo Guerrero Marthineitz: el prócer de los medios que murió en la pobreza

Cuando Hugo Guerrero Marthineitz hacía A solas, la gente se quedaba hasta tarde viendo por televisión a un tipo conversando con otro en un tono intimista. Años más tarde, el público se desveló con Tinelli. ¿Qué cambió en la sociedad?

Había noches de 30 puntos de rating. Dos personas –a veces conocidas, a veces no- charlando mientras tomaban café y se prendían un pucho. Impensado en épocas donde los audios de WhatsApp se pueden escuchar al doble de su velocidad real.

Los primero que viene a la cabeza es su filosa serenidad próxima al silencio. Eso ocurría en el horario del prime time. El ritmo de la luz dándole fisonomía exacta a la palabra. Así arrancaba A solas.

El peruano parlanchín. Así se conoció a Hugo Guerrero Marthineitz en los medios. Foto Archivo Clarín/Roberto Ruiz

El peruano parlanchín. Así se conoció a Hugo Guerrero Marthineitz en los medios. Foto Archivo Clarín/Roberto Ruiz

La voz del Negro era un susurro al oído: Recreando el silencio. Encendiendo armonías y carencias. El equilibro y su constante duda…

Se lo tildó de “programa revolucionario”. Empezó en 1984 por la pantalla de la primera señal privada de la Democracia: Canal 9.

Con el paso de los años, el tono de Hugo Guerrero Marthineitz sigue siendo único. Un alquimista de las palabras. Un seductor nato. También un gran comediante.

Le escuchábamos la respiración como pasaba con Alfredo Alcón haciendo un Shakespeare. Un diálogo y la cámara como testigo. El programa usaba un recurso fantástico: el fade in fade out, dando la pauta de que nos habíamos perdido algo que continuaba al margen de los espectadores.

Tiempo y espacio que HGM supo conseguir luego de haber revolucionado la radio.

Histriónico. Hugo Guerrero Marthineitz creó un estilo inimitable. Foto Archivo Clarín/Roberto Ruiz

Alfonsín le había devuelto Canal 9 a Romay. A solas incluía un termo de café y el Negro pudiendo preguntar: “¿Con azúcar o mantienes la amargura?”

No le gustaba adelantar quién sería el invitado. Pedía expresamente que no se hicieran avances. Visto desde esta perspectiva, con semejante sencillez en todos los planos de la escena, bien pudo tratarse del programa de televisión más exitoso de la historia (austera).

Antes se había consagrado como “el peruano parlanchín” por su inclasificable locuacidad en El show del minuto, envío radial que, lejos de los 60 segundos, iba de lunes a viernes de 14 a 19.

A veces se cansaba de él mismo y en una de esas letanías “inventó” la voz del oyente. Fue el primero en hacer participar gente, metiéndola en la rutina de la radio.

Tenía la desprolijidad de los talentosos.

Charla de café.  Hugo Guerrero Martinheitz, en el Florida Garden, para una entrevista con Clarín en el 2007. Foto Archivo Clarín/Roberto Ruiz

Charla de café. Hugo Guerrero Martinheitz, en el Florida Garden, para una entrevista con Clarín en el 2007. Foto Archivo Clarín/Roberto Ruiz

En el 2007, a los 83, lo cruzamos con su arito sentado en una mesa del Florida Garden. Nos mostró un compact de Christina Aguilera que se había comprado.

-¿Te gusta su música?

-Por ahora me gusta su foto.

La labia torrencial de siempre. Duró como tres horas la entrevista. Tres TDK enteros y anotaciones en un cuaderno. La necesidad de aparecer en la consideración de los medios lo volvía exageradamente barroco: “Su inquietud orientada hacia mí aumenta mi microscópica egolatría”, nos dijo.

El encuentro fue caótico, desordenado. La entrevista se hizo dos veces. No en dos partes. Dos veces en un recorrido circular por las mismas preguntas para obtener algo parecido a lo que los periodistas llamamos respuestas. Nos quedaba enorme el personaje.

Hugo Guerrero Marthineitz fue un locutor y periodista muy respetado por sus colegas. Foto Archivo Clarín HUGO GUERRERO-KUSMUK-

«El atractivo de las ciudades es la ingratitud de la gente. No somos civilizados, somos humanos». Ante nuestra vacilación, fue claro: «¿Sabes lo que es golpear todas las puertas y que no se abra ninguna…?»

En una suerte de master-class que grabó, se lo escucha definirse como un hombre de pocas ideas que, trabajando, sólo se dejaba llevar por la fascinación de las palabras.

También dice haber estudiado un poco de actuación, un poco de teatro y cuenta que la presunta naturalidad se ensayaba frente al espejo“Los guiones son obstáculos que están romperlos”.

Se abre la cámara de A solas y aparece Herminio Iglesias, célebre peronista que había sido y candidato a la gobernación de Buenos Aires en 1983. Sobre la mesa de siempre, dos huevos duros.

La luz se enciende de a poco y el invitado muestra su comprensible sorpresa: “Hay que tener cuatro huevos para hablar con usted”.

En tiempos de blanco y negro. Hugo Guerrero Marthineitz fue una referencia tanto en radio como en TV. Foto Archivo Clarín

En tiempos de blanco y negro. Hugo Guerrero Marthineitz fue una referencia tanto en radio como en TV. Foto Archivo Clarín

Hubo un momento en que el conductor radial no podía elegir la música ni leer la publicidad. Tampoco improvisar. El Negro pateó ese tablero antes que Antonio Carrizo y Héctor Larrea.

“Romper aquella estructura significaba ser integral, pero era algo que no se entendía y me ocasionaba disgustos y algunas satisfacciones”.

Guerrero Marthineitz vivía al límite de su propia elocuencia. El paso del tiempo potencia la foto:

Charly García se lo encuentra por la calle, año 1982:

-Pasame en la radio, che, ¿o te da miedo?

El Negro, riéndose a carcajada limpia:

-No me da miedo, ¡me da vergüenza!

Charly: ¡Andaaaaa…!!!

HGM: Dame un abrazo…

Hugo Guerrero Marthineitz podía hablar, con firmeza, de cualquier tema. Foto Archivo Clarín

Hugo Guerrero Marthineitz podía hablar, con firmeza, de cualquier tema. Foto Archivo Clarín

Por alguna razón que no se alcanza a entender, todo se transformó en deudas, en pérdidas de departamentos y demás propiedades. Sin embargo, hablamos de un tipo que llegó a ganar fortunas y que cobraba en dólares.

Sobre el final, un amigo y compañero de trabajo –no importa el nombre- lo encontró en la presentación de un libro. “Estaba muy desmejorado y me dijo: ‘¿Me invitás a comer un bife? Hace dos días que no como’.

Por momentos daba tristeza, por momentos impotencia. Le hicieron una nota en la revista Noticias y Guerrero contó que estaba durmiendo en un banco de Plaza de Mayo.

Tinelli lo invitaba a VideoMatch, el viejo programa de Telefé. Al Negro le llamaba la atención que ese esquema, parecido al suyo de A solas –una mesa y no mucho más- fuera un formato duradero y exitoso.“Lo cautivaba la simpleza”, explica un conocido suyo de toda la vida. “Creía que con la palabra era más que suficiente”.

Se juntaba a tomar café con Cacho Fontana en un boliche de Paraguay y Florida. “Cacho rezongaba: ‘Yo meto toda la infraestructura que se puede y este hijo de su madre me caga la vida y me roba la audiencia con un teléfono…’”

Lo decía dando la dimensión de lo que pasaba cuando uno estaba en El show del minuto y el otro en El Fontana show. Finales los ’60, principios de los ’70.

Hugo Guerrero Marthineitz creó un estilo único en la radio y en la televisión.

Hugo Guerrero Marthineitz creó un estilo único en la radio y en la televisión.

“Hugo Guerrero Marthineitz, el profesional que cambió la radio, ganó fortunas y murió solo y en la pobreza”, se tituló en su momento.

¿Qué pasó? ¿Quién puede comprender semejante misterio? No se recuerdan casos de grandes estrellas argentinas que hayan terminado en la miseria.

A Guerrero Marthineitz lo venían a reportear de radios de Nueva York. Fue abordado por la revista Selecciones del Reader’s Digest para que explicara su particular manejo de los silencios.

Un maestro total. Pregúntenle a Héctor Larrea. O adviertan el respeto con que lo escuchaba Juan Alberto Badía en un video que se puede ver por Youtube. Quedensé hasta el final y noten cómo lo ovacionan de pie.

¿Qué ocurrió con él? ¿Los medios te sueltan la mano cuando es una sociedad la que te abandona?

¿Por qué una figura de esa magnitud no dejó una herencia de esas que suponen entuertos y peleas entre sus descendientes?

Consultamos bastante y las respuestas suenan a un tango sobre el olvido.

Una imagen del sepelio de Hugo Guerrero Marthineitz.

Una imagen del sepelio de Hugo Guerrero Marthineitz.

Un año antes de morir, HGM pasó por la redacción de este diario y marcó el interno de la persona que ahora escribe.

-¿Tienes un segundo para atenderme? Estoy abajo.

Nos tomamos dos cafés con leche.

-Sigo dando charlas a domicilio –dijo recordando el tema de nuestra entrevista en el Florida Garden-. ¿Serías tan amable de publicarlo nuevamente como una noticia breve?

Pobre Hugo. Qué sólo debía estar para pedirle favores a un perfecto desconocido.

“Voy por las casas y hablo de lo que tú desees»,nos había dicho para cautivar nuestra morbosa atención.

“Se me ocurrió esto de ir a domicilio y de pronto me pagaron 500 pesos. ¡500 pesos! Hacía un año que no veía toda esa plata junta», nos dijo en 2007.

Hugo Guerrero Marthineitz, en su inolvidable ciclo televisivo "A solas".

Hugo Guerrero Marthineitz, en su inolvidable ciclo televisivo «A solas».

-¿Es lo que cobra?

-No tengo precio ni tema. Lo que se le antoje al anfitrión.

Ya en los 90, HGM era menos un animal que un prócer de radio. La telaraña había comenzado a formarse alrededor de su nombre. Con la democracia avanzada, la arena pública se llenaba de provocadores lacios. El Negro Guerrero empezaba a verse de lejos, con la perspectiva que se necesita para que la Historia pueda escribirse.

Los medios tenían nuevos exponentes que hacían de la frescura y la naturalidad un estilo. El Negro se fastidiaba. Palabras más o menos, decía que el desparpajo de la democracia servía, superficialmente, para consolidar un modelo de informalidad.

Un caso: la Negra Elizabeth Vernaci se venía perfilando como reina madre de la radio comportándose, en la Rock&Pop, casi como un chabón en un vestuario de fútbol.

HGM: “Habrá que ser grosero en un micrófono…”

Imagen de radio. Sobre el final de su vida, Hugo Guerrero Marthineitz se ofrecía a ir a hablar de cualquier tema a domicilios privados, para tener alguna entrada económica.

Imagen de radio. Sobre el final de su vida, Hugo Guerrero Marthineitz se ofrecía a ir a hablar de cualquier tema a domicilios privados, para tener alguna entrada económica.

-¿Por qué no tiene trabajo?

-La última oferta que tuve para hacer un programa fue con la condición de que yo buscara los anunciantes. Me he cansado de llamar por teléfono.

A los 86 fue noticia por última vez: “Un águila, Guerrero”, escribió -a tres días de su muerte- Lalo Mir en el suplemento Radar de Página 12.

En una entrevista, la conductora de ojos de lejanía polar Silvina Chediek, recordó su inesperado comienzo gracias a Hugo Guerrero Marthineitz en A solas. “El llevaba una persona por noche y a veces iba gente consagrada y otras veces iban desconocidos».

«Yo era maestra de inglés y tenía 22 años. Un día que no tenía invitado me llevó a mí”, a quien había conocido de casualidad en un pasillo del canal.

A los pocos días me volvió a invitar para que cuente qué me había pasado con la nota en la calle. Ahí me vio Víctor Hugo Morales. Parece que Guerrero no quiso darle mi número y dijo que tampoco se acordaba de mi nombre exacto. En 1984 no era fácil encontrar a una persona”.

El sábado 21 de agosto de 2010, Guerrero Marthineitz murió de un paro cardíaco en el Hospital de Clínicas. Lo habían encontró “malnutrido” luego de ser internado en un neuropsiquiátrico.

Fuente: https://www.clarin.com/espectaculos/tv/hugo-guerrero-marthineitz-procer-medios-cayo-olvido-murio-pobreza_0_xWcx8O9x1.html