La terrible Noche de los Bastones Largos
De la Noche de los Bastones Largos (NBL), la intervención a las universidades bajo la dictadura del general Juan Carlos Onganía cuyo símbolo fue el ataque policial a la facultad de Ciencias Exactas de la UBA en la noche del 29 de julio de 1966, los recuerdos están centrados en esa represión brutal y las inmediatas renuncias masivas de profesores y su partida al exilio a enriquecer la ciencia de otros países.
Hay consenso histórico en que esa noche en que la Guardia de Infantería de la Policía Federal con gases y largos bastones de madera apaleó a docentes, científicos y estudiantes, los vejó, los sometió incluso a simulacros de fusilamiento y se llevó detenidos a docenas, puso fin a la era dorada de la universidad pública iniciada una década antes y que inició al freno al desarrollo intelectual del país, con el exilio al que fue empujada la elite de intelectuales e investigadores. La mayoría no regresaron nunca a la Argentina.
Ahora, a 55 años que se cumplen este jueves, un grupo de profesores y científicos revelan datos prácticamente desconocidos de un intento que hubo por «salvar» la Universidad.
El matemático Juan Carlos Merlo, golpeado por la Policía y ensangrentado, en «La noche de los bastones largos».
Se trató de la “Operación Esperanza”, tratativas secretas con oficiales ligados al área científico-técnica de las Fuerzas Armadas -muy poderosas por entonces-, buscando tanto una “marcha atrás” de la ocupación hasta física de la Universidad como la reubicación de los grupos de investigación que se venían formando desde hacía años en esa época dorada, en organizaciones estatales como la CNEA, CITEFA, o el INTI, entre otros.
Todas esas conversaciones las llevaron adelante dos referentes de Exactas en la época, Juan José Giambiagi, Jefe del Departamento de Física de Exactas (1959-1966; fallecido en 1996), y Juan Roederer, que era Director del Centro Nacional de Radiación Cósmica (CNRC).
Roederer relató en detalle esta historia nunca antes contada en un artículo de la revista La ménsula, órgano de difusión del Programa de Historia de la Facultad de Ciencias Exactas. Hace poco más de un mes, se expuso en un zoom del que participaron el actual decano de Exactas, Juan Carlos Reboreda; la química Silvia Braslavsky del Instituto Max Planck de Alemania; la física Mariana Weissmann (migrada a Chile y luego de larga carrera en la CNEA) y el matemático Raúl Carnota, del programa de Historia.
“En 1966 la Fuerza Aérea con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales tenían un programa de desarrollo de cohetería, tanto para mediciones del ambiente a gran altura como para cohetes de uso militar. El plan a largo plazo era el proyecto Cóndor, que entonces no se llamaba así. La Marina también tenía esos planes», contó Roederer.
«En esa época habia un solo lugar donde había experiencia técnica y cientifica de microelectrónica, desarrollo de equipos de telemetría, rastreo, y era el Centro de Radiación Cósmica (CNRC), en el pabellón 1 (de Ciudad Universitaria). En la universidad de Tucumán se estaba formando un grupo de especialistas, que se habían entrenado en el CNRC. Había una desesperación por el futuro porque tras el golpe de junio ya se veía venir la intervención y el éxodo de científicos. Eso nos dio la idea de que quizás esos militares técnicos podrían ejercer una presión sobre la Junta de Onganía para dar marcha atrás y evitar el desbande», explicó Roederer, hoy de 91 años, desde su casa en Colorado, Estados Unidos.
El legendario profesor Juan Roederer firma su libro de Mecánica Elemental a un estudiante en una visita a su facultad de Ciencias Exactas en 2019, ocasión en que se le celebraron sus 90 años. Foto: Facebook del Depto. de Física de Exactas.
Roederer es un profesor legendario cuyo manual de física usaron generaciones de estudiantes. Vive en EEUU donde tras migrar enseñó en Denver, y en la universidad de Alaska.
Las reuniones se dieron aquí en las semanas turbulentas que siguieron a la represión de “La noche de los bastones largos”, título que pasó a la historia, puesto en Primera Plana por el hoy corresponsal de Clarín en Roma Julio Algañaraz, analogía con «la noche de los cuchillos largos” de1934, en que Hitler ordenó a sus SS el asesinato masivo de sus rivales políticos.
El físico Juan José Giambiagi, fallecido en 1996. Era el jefe del Departamento de Física de la Facultad de Ciencias Exactas, cuando sucedió la represión de la Noche de los Bastones Largos.
Tras el golpe militar que depuso al radical Arturo Illia, asumió Onganía y tenía como blanco las universidades, consideradas “enclaves del comunismo internacional”, recordó Roederer.
Luego de la represión hubo tres “líneas de acción” entre los docentes. La que postulaba un “éxodo bien organizado” a países latinoamericanos para mantener los grupos de trabajo y los proyectos de investigación, enfoque que lideraba el decano Rolando García; la renuncia “en masa” hasta relocalizar a los investigadores en otras organizaciones nacionales o extranjeras, idea que apuntalaban Carlos A. Mallmann de la Fundación Bariloche y Enrique Oteiza del Instituto Di Tella; y por último, la recuperación de la universidad a largo plazo, postura compartida por Giambiagi, Daniel Bes y el propio Roederer.
Roederer y Giambiagi trazaron planes para contar lo que sucedía, a la opinión pública a través de la prensa, y al mundo científico internacional a través de sus muchos contactos. En particular, Roederer por entonces de 36 años tenía llegada a la NASA y al Laboratorio de Armas de la Fuerza Aérea de EE.UU. donde había trabajado los dos años previos, y con el Congreso norteamericano a través del senador Robert Kennedy.
La Guardia de Infantería desaloja en forma violenta la Facultad de Ciencias Exactas en la calle Perú 222, en «La noche de los bastones largos».
Kennedy fue muy receptivo pero daría a entender que no pasaba lo mismo con sus colegas en plena Guerra Fría. Si aquí el régimen de Onganía, bajo la Doctrina de la Seguridad Nacional consideraba la universidad una “cueva de comunistas”, notablemente lo mismo decía el candidato a gobernador de California Ronald Reagan en 1966, cuando proponía “liquidar el nido de ratas comunista» de la Universidad de California en Berkeley.
La idea de reubicar a los científicos y grupos de trabajo empezó a ser tratada luego de la NBL en forma secreta. Había vasos comunicantes con los técnicos militares.
“Yo era profesora adjunta, no sabía nada de esas reuniones”, recordó la física Weissmann. Y sobre el clima imperante: “Del golpe a la intervención de la universidad fue un mes larguísimo, todos los días íbamos a nuestras oficinas del pabellón 1 de Ciudad Universitaria y llorábamos porque era una pérdida de la ilusión, no sabíamos que futuro nos esperaba”.
Negociaciones frustradas
Aquí los contactos que terminarían frustrados fueron con el vicecomodoro Humberto Ricciardi, de la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE). En la Marina: el almirante Rodolfo Panzarini, director del Instituto Antártico Argentino; y el capitán de navío Fernando Meliá, director del Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las Fuerzas Armadas (CITEFA).
La última reunión fue el 15 de setiembre en CITEFA, “cordial y franca pero desagradable para Giambiagi y para mí” y no se llegaría a nada, recordó Roederer. Tras filtrarse la reunión “secreta” en The New York Times, el capitán Meliá -que habría sido reprendido por sus superiores- fue obligado a desmentirla.
El físico Juan Roederer, en su visita a Ciencias Exactas de la UBA en 2019. Foto: Facebook del Depto. de Física de Exactas.
Roederer bautizó “Operación Esperanza” a esos intentos por cambiar el curso de los acontecimientos. Un paralelismo con la sí efectiva “Operación Rescate” que hizo la Fundación Ford, según documentaron en 2016, justamente Silvia Braslavsky y Raúl Carnota, investigación de la cual Clarín dio cuenta en su momento.
La química Braslavsky, que tras la NBL partió a Chile y luego a Alemania donde aún vive, relata a Clarín: “De esta Operación Esperanza, como la llamó Roederer, ni en 1966 ni en la actualidad se sabía mucho. Unos meses antes de morir, en 1996, J. J. Giambiagi dio una charla en la CNEA, sobre Física Teórica. Pero ya al comenzar en un aula colmada de estudiantes y colegas dijo: ‘Yo iba a hablar sobre ese tema, pero creo que lo que a ustedes y a mi nos interesa son los sucesos alrededor de la NBL’ . Es de no creer pero entonces se apagaron los grabadores. Y ahí él contó algo de esas conversaciones”.
No hubo esperanza en 1966, ni después. A Roederer le llegó el mensaje de la Junta de que «me las picara» (no habían caido nada bien a los militares sus gestiones aquí, sus contactos con la comunidad científica y la prensa internacionales) y partiría en marzo de 1967 a EEUU a enseñar con cargo de profesor titular de física con dedicación exclusiva en la Universidad de Denver.
Aquel “actor de cine” Reagan que quería echar “a los comunistas” de Berkeley, recuerda con humor el científico, fue quien siendo presidente de EEUU lo nombraría años después a él, presidente de la Comisión Nacional de Investigaciones Árticas de los Estados Unidos de América, cargo que dependía directamente del presidente de la nación y que ejerció hasta 1993 durante el comienzo de la presidencia Clinton. Roederer influyó decisivamente en la elaboración de la Ley para la preservación del ártico en EE.UU.
Fuente: https://www.clarin.com/politica/55-anos-noche-bastones-largos-revelan-operacion-esperanza-tratativas-secretas-militares-evitar-exodo-ciencia_0_jGokGZBDV.html