Cleopatra, ‘creadora’ del consolador
La última monarca del Antiguo Egipto, amante de Julio César y Marco Antonio, epítome de belleza y sexualidad insaciable, inicia esta serie estival sobre grandes fornicadores de la Historia.
La única representación de Cleopatra aprobada por ella está en las monedas que mandó acuñar durante su reinado. Allí aparece como una mujer hombruna y poco agraciada: mentón prominente, nariz abultada y ojillos incrustados en la cara. Puede ser que aquellos rasgos fuesen alterados para transmitir una sensación de poder e infundir respeto, en lugar de mostrar una belleza fina y frágil. En cualquier caso, lo más probable es que su imagen tuviese poco que ver con la diosa de hermosura arrebatadora que nos viene a la cabeza cuando pensamos en ella.
Y no sólo eso. Existe más o menos unanimidad entre la opinión pública que Cleopatra VII Filopator Nea Thea fue una auténtica ‘fucker’. Cómo si no habrían aparecido leyendas apócrifas como aquella que la sitúa como inventora del ‘dildo’ tras llenar una calabaza con abejas enfurecidas, sellar luego el fruto y aplicar la placentera vibración resultante a su ‘kleitoris’. En otros casos, los artistas la han presentado ligerísima de ropa, una monarca que iba permanentemente en tetas, tanto si se trataba de aprobar leyes sobre la tributación de sus súbditos como si había que probar venenos sobre sus esclavos. De idéntica forma, con los pechos al aire, nos dice la iconografía popular que murió, dando por cierta otra leyenda apócrifa: que se hizo morder por un áspid ponzoñoso. Lo único cierto es que se suicidó, pero su tumba no ha sido descubierta dos milenios después. Tampoco hay pruebas de que se quitó la vida aplicándose el venenoso reptil, ay caramba, precisamente en un seno, tal y como la pintó Guido Reni en el barroco.
¿Por qué Cleopatra irradia sexo? ¿Acaso hay crónicas sobre sus superpoderes amatorios? ¿Tenía la capacidad de controlar a voluntad el músculo vaginal durante el acto -lo que se conoce en estas latitudes como «gato»-, igual que otra emperatriz española de la ‘jet set’? Tomemos en primer lugar lo factual (que no ‘fucktual’), los hechos mondos y lirondos. Cleopatra vivió entre el año 69 y el 30 antes de Cristo, y fue monarca del reino ptolemaico de Egipto desde los 18 años. Es importante destacar que Cleopatra se enmarca dentro del helenismo. Es decir, que culturalmente era griega, más que egipcia. He ahí otro de los errores recurrentes: mostrarla como una faraona, cual Nefertiti, en vez de una ‘basilinna’.
Cleopatra fue hija de Ptolomeo XII ‘Auletes’ (El flautista) y se casó, siguiendo una vieja tradición dinástica, con un hermano pequeño, Ptolomeo XIII, ambos como co-regentes. Aquel matrimonio incestuoso se rompió pronto, lo que provocó una guerra civil. Cleopatra se refugió en Siria, donde se estaba librando otra contienda interna, en este caso entre Julio César y Pompeyo. Cleopatra se alió con el primero y no sólo eso: se convirtió en su amante y dio a luz al único hijo biológico del general romano, Cesarión. Otra de las leyendas sin autentificar apunta a la técnica que usó la astuta greco-egipcia para colarse en los aposentos de César: hacerse envolver en una alfombra y una vez dentro, tachán, desenrollarse para rendirlo a sus encantos. El caso es que el vencedor de la Guerra de las Galias devolvió a Cleopatra a Egipto, donde la casó con otro hermano adolescente -Ptolomeo XIV, menos levantisco que el anterior- y regresó a Roma, donde murió asesinado tres años después.
Pasó el tiempo, y los asuntos de la metrópolis romana volvieron a sacudir las tierras del Nilo. En este caso fue el Segundo Triunvirato que, a la muerte de Julio César, se repartió Roma: Octaviano (sobrino-nieto de César), Lépido y Marco Antonio (fiel colaborador del asesinado en la Guerra de las Galias). Éste último se instaló en Egipto, donde inició también un ‘affaire’ con Cleopatra, a pesar de estar casado con la hermana de Octaviano. Allí, ambos se entregaron a los placeres de la carne, honraron a Dionisos, fundaron un círculo de vividores llamados los Inimitables y tuvieron tres hijos. Tras expulsar a Lépido, el quilombo entre los dos restantes no tardó en llegar: nueva guerra civil, victoria de Octaviano sobre Marco Antonio y suicidio de éste y de Cleopatra.
El vencedor se convirtió entonces en Augusto, primer emperador romano, y los historiadores se entregaron a su ensalzamiento. Para ello, había que denigrar a sus rivales, lo cual incluía a Cleopatra. Y aquí es donde comenzaron los mitos. Surgieron entonces los relatos de Propercio, Juvenal y tantos otros, que la describieron como una prostituta que se había acostado con 10.000 hombres y que llegó a ‘fellare’ a un centenar en una sola noche. Dos siglos más tarde, Dion Casio la definió como «una mujer de sexualidad y avaricia insaciables». Aquel estereotipo pervivió y llegó hasta autores del siglo XIX como Pushkin y Gautier, alimentando uno de los iconos del cine en el siglo XX, sobre todo gracias a las caracterizaciones de Theda Bara (1917) y Liz Taylor (1963). Cleopatra, de la que sólo se conocen dos parejas sexuales (aunque vaya dos portentos), contempla impertérrita su leyenda de fornicadora desde sus milenarios dracmas.
Fuente: https://www.elmundo.es/loc/celebrities/2021/08/01/61035114fdddff24b68b45fd.html?cid=BOOCP&utm_source=cuidateplus.marca.com&utm_medium=externo_taboola&utm_campaign=BOOCP&tblci=GiBvNER4hHXrhuzGbjs9k4YVoFbYMfcYmeHKshUo53iMmiC3mUkou_-X69Keno2kAQ#tblciGiBvNER4hHXrhuzGbjs9k4YVoFbYMfcYmeHKshUo53iMmiC3mUkou_-X69Keno2kAQ