Refranes: «A cada chancho le llega su San Martín»
La historia de los refranes: «A cada chancho le llega su San Martín». Biblia y calefón parecen convivir en este refrán heredado de España. Biblia sería San Martín, que no es el Padre de nuestra Patria sino el de Tours, un obispo húngaro a la sazón patrono de Buenos Aires. Y calefón el pobre chancho, que sacrifica su vida para darle de comer a la comunidad.
«A cada chancho le llega su San Martín»
Algún distraído interpretará este refrán como un modo de indicar paciencia, que todo premio llega en esta vida.¡Nooo, al contrario, se refiere a un castigo!
El dicho popular significa algo así como que las malas acciones, más tarde o más temprano, se terminan pagando… Al que levante la mano y diga que nunca cometió malas acciones -además de no creerle, por supuesto- le recordaremos que chanchos somos todos en esta vida; o cerdos, si les gusta más…
La única diferencia con los porcinos, es que algún día los humanos morimos y chau, ¿quién va a hacer embutidos con nosotros?… En cambio, la matanza de ellos implica vida, alimento que se multiplica y desparrama por la comunidad en carnes, chorizos, bondiolas, morcillas…
¿Qué tiene que ver San Martín de Tours en este refrán? Que él nació un 11 de noviembre del siglo IV, y la fecha coincidía con la de la matanza de cerdos que se hacía en España, varios siglos después. El 11 de noviembre era uno de los días más fríos del año, y se necesitaba ese frío para el proceso de curación de los jamones… Así fue como San Martín de Tours quedó como santo patrono de aquellas carneadas… ¿Pero cómo llegó a serlo de Buenos Aires?
Cuenta la leyenda que, en octubre de 1580, Juan de Garay -que acababa de fundar Buenos Aires por segunda vez- se reunió con los primeros miembros del Cabildo a fin de darle un santo patrono y protector a la ciudad… Se pusieron varios nombres en un sombrero, y la suerte recayó en San Martín de Tours.
Pero a los vecinos les disgustó la idea de un santo francés, lo preferían español para la ciudad fundada por uno de ellos. Sortearon una, dos, tres veces más… ¡Y siempre volvía a salir el de Tours! Entonces comprendieron que era un designio de Dios. Y, aunque era húngaro, lo aceptaron igual…
Así que ya saben los porteños, las porteñas: por chanchadas o chanchullos, dirigirse a San Martín de Tours para que los proteja…
Fuente: Télam