La recuperación simbólica de Malvinas
Operativo Cóndor: la recuperación simbólica de Malvinas por un grupo de militantes. Dardo Cabo, un curtido activista de los sectores más combativos del justicialismo, se encargó de planificar esta acción y de convocar al grupo que llevó a cabo la arriesgada misión.
Un grupo de 18 militantes de la Juventud Peronista llevaba a cabo hace 55 años la simbólica recuperación de las islas Malvinas, en una acción que se denominó como Operativo Cóndor y que se inició con el secuestro en pleno vuelo de un avión que fue desviado hacia el archipiélago, donde se izaría la bandera argentina después de 133 años.
Dardo Cabo, un curtido activista de los sectores más combativos del justicialismo, se encargó de planificar esta acción y de convocar al grupo que llevó a cabo la arriesgada misión de viajar a las Malvinas con el propósito de «reafirmar los derechos del país» sobre esos territorios.
La idea del operativo empezó a gestarse un año antes, cuando se conocen Dardo y María Cristina Verrier, una periodista y escritora que se acercó al joven dirigente con la intención de hacerle una nota que marcaría el inició de la relación que los unió por más de una década.
Un mes antes, Cabo reclutó a 16 militantes y les comunicó cuál era el propósito y las consecuencias de aterrizar con un avión en las Malvinas, que iban desde la cárcel hasta la muerte.
El plan requería apoderarse de un avión DC-4 de Aerolíneas Argentinas, que hacía una ruta regular hacia Tierra del Fuego; y la fecha para la concreción del Operativo no resultó casual, ya que en esa nave viajaba el contralmirante José María Guzmán: era el gobernador de facto de un territorio que comprendía a las Malvinas, pero estaba en ascuas sobre el operativo.
Verrier había viajado varias veces en ese vuelo y tenía estudiados varios aspectos, y se encargó de pasar el dato de que el 648 trasladaría a Guzmán a Ushuaia.
El DC 4 despegó desde Buenos Aires a las 0.30 y llevaba un pasajero célebre que había sido convocado por Dardo Cabo con la promesa de «tener una gran primicia», y se trataba de Héctor Ricardo García, editor del diario Crónica y de la revista Así.
García decidió asistir a la cita armada por Cabo y se presentó esa noche en el aeropuerto con la esperanza de cubrir alguna noticia que tuviera que ver con la presencia de Ernesto «Che» Guevara en el norte de Argentina o la ubicación del cadáver de Eva Perón.
A las 6 de la mañana, y cuando el avión volaba sobre la Bahía San Julián, en Santa Cruiz, Dardo Cabo y Alejandro Giovenco -quien entonces tenía 21 años- se dirigieron a la cabina del piloto, Ernesto Fernández García, quien. sorprendido, sólo atinó a reírse cuando le dijeron que debía desviar el rumbo hacia las Malvinas.
«No jodan, muchachos», afirmó el piloto, y recibió como respuesta una cortante orden de parte de Cabo: «Esto no es chiste, estamos armados. Haga lo que le decimos».
Fernández García adujo que no conocía el rumbo que debía tomar porque la empresa no iba a ese destino, pero Dardo Cabo le facilitó las coordenadas y le comunicó que el avión tenía «combustible de sobra» para llegar a las Malvinas.
El aterrizaje se produjo a las 8, en una pista de turba, y pese a la gran maniobra que realizó, el piloto no pudo evitar que una rueda de la nave se hundiera en el suelo del aeródromo de Puerto Argentino.
La presencia del avión se convirtió en toda una novedad para la comunidad isleña, y varios de sus integrantes concurrieron al aeropuerto a ver qué pasaba, y algunos de ellos fueron tomados como rehenes por los argentinos, entre ellos varios agentes de la policía local y el capitán de las fuerzas de defensa, un mercenario de origen belga que había servido en el Congo.
Dardo Cabo comunicó al continente que el operativo se había cumplido con éxito y la noticia se recibió con mucha efervescencia en los ambientes políticos y estudiantiles de Buenos Aires; sin embargo, el dictador Juan Carlos Onganía calificó al hecho como «un acto de piratería», temeroso de que se generara un incidente diplomático con Gran Bretaña.
Tras 36 horas de permanencia en el aeropuerto y la entrega de una carta al gobernador de Malvinas, Sir. Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard (ausente ese día), los argentinos se rindieron tras la negociación del sacerdote católico que oficiaba en las islas, el holandés Rodolfo Roel, quien durante el operativo ofreció una misa para los argentinos.
«Al final, nos fueron rodeando con los otros soldados y policías que había en Malvinas. Nos apuntaron con armas largas y cañones antiaéreos. Roel nos convenció de que nuestra misión estaba cumplida», repasó años atrás en declaraciones a Télam Norberto Karasiewicz, quien participó del operativo.
Tras la rendición, «los cóndores» quedaron alojados en un galpón y luego trasladados al buque de la Armada Argentina Bahía Buen Suceso, desde una lancha carbonera, en un traspaso que se hizo en alta mar.
Los integrantes de operativo fueron alojados en el penal de Ushuaia y juzgados por la justicia de Tierra del Fuego, quien al no existir jurisprudencia sobre piratería aérea se limitó a dictar condenas por el delito de privación ilegítima de la libertad, portación de armas y asociación ilícita.
Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez debieron pasar tres años en prisión, debido a sus antecedentes penales, en tanto que el resto de los integrantes de la misión quedaron libres tras nueve meses de confinamiento.
Fuente: Télam