Gabriela Acher
Gabriela Acher: la feminista del humor ahora se ríe de la edad. Se inició en «Telecataplum», el programa llegado desde Uruguay. Después brilló con un personaje que tildaba a Tato Bores de «marxista leninista», se animó a una «suelta de machos» en televisión y ahora asegura que reír rejuvenece. Ahora vuelve con el unipersonal «¿Qué hace una chica como yo en una edad como ésta?».
POR EVA MARABOTTO
A su modo, Gabriela Acher puede enorgullecerse de haber iniciado un camino en la Argentina, tal como lo hicieron Cecilia Grierson, Julieta Lanteri o Elvira Rawson. Pero eligió hacerlo en el terreno del humor y utilizar la risa como arma letal para luchar contra el machismo, la cosificación de las mujeres, el mandato de la maternidad.
Por estos días, la actriz y escritora que nació en Montevideo pero se aquerenció en Buenos Aires hace más de cinco décadas entrena para pelearle a una tendencia de moda: el edadismo, la discriminación o autodiscriminación de las mujeres por motivos de edad. El combate se desarrolla en un unipersonal “¿Qué hace una chica como yo en una edad como ésta?”, que la capocómica reestrena el domingo en el Teatro Regina y en el cual toma con humor el paso del tiempo y asegura que la risa es un remedio infalible.
La obra es la actualización de un libro en el que Acher supo hacer una “suelta de machos” –como quien inicia una suelta de palomas- y propuso un plan canje para cambiar un marido usado de 40 años por dos de 20, libro que publicó en 2016 y que ahora le permite reconectarse con el público tras la pandemia.
Este unipersonal es un hito más en la carrera de la actriz que comenzó con el emblemático elenco de artistas uruguayos integrado por Berugo Carámbula, Enrique Almada y Ricardo Espalter y que presentaron en la televisión argentina «Hupumorpo», «Telecataplum» y «Comicolor»: además brilló al lado de Tato Bores y de Antonio Gasalla, y hasta llegó a tener una participación en el «VideoMatch» de Marcelo Tinelli.
Sobre la estrategia de combatir el machismo, la violencia y el desamor a través de la risa, su admiración por sus primeros guionistas de «Telecataplum», Jorge y Daniel Scheck, y la veneración que tienen por ella las nuevas generaciones de humoristas y “standaperas” mujeres, conversó Acher con Télam. A continuación, los momentos principales de la charla.
-Gabriela, en tus unipersonales te reís de la maternidad, del amor, del judaismo. Ahora en plena época de “edadismo” donde la juventud parece ser un mandato reivindicás el paso del tiempo…
-Presento este unipersonal como una charla Ted dirigida a las nuevas generaciones de mujeres, a las de 40, a las de 50, a las de 60, a las de 70. Les cuento de un estudio genético de la universidad de Taho Lindo, en la Baja California, realizado a 150.000 mujeres en esa franja de edades que reveló que gracias al hecho de que las nuevas generaciones se han divertido un 1.500 por ciento más que sus madres y abuelas. Han logrado provocar una mutación en su ADN, y atrasar 20 años el gen del envejecimiento. Entonces, la pregunta es… ¿los 60 son los nuevos 40? ¿Los 50 son los nuevos 30? ¿Los 40 son los nuevos 20?
-¿Tu espectáculo está dirigido a mujeres “apesadumbradas” por la edad?
-Viene gente de todas las edades. Y también muchos hombres que se ríen muchísimo proque se sienten identificados. Yo me hice un compromiso a mí misma: ir acompañando a las mujeres en cada etapa de la vida. El primer libro, lo escribí a los 40, con un hijo recién nacido y las cuestiones del bebé y el parto. El segundo habla de la menopausia. El tercero es sobre los amores difíciles y las malas elecciones. Después hablé sobre la maternidad y en este reflejo eso que a uno le pasa de que se siente joven pero cuando mira el documento la edad está ahí.
-Sin embargo, contás que una mujer de cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta años no es igual a una de hace veinte o treinta años…
-Claro. Me acuerdo cuando era chica que mi mamá me contó que murió una señora de mi barrio porque quiso tener un hijo y ella tenía 40 años. Parecía una barbaridad. Ahora es normal. Antes la gente de sesenta años era anciana, vivían en sus casa, no salían y solo se dedicaban a los nietos. Ahora es distinto. Lo veo en mí y lo veo en mis amigas. Tengo amigas que hacen triatlón y otras que andan con pendejos.
Qué hace una chica como yo ne una edad como esta
-Sin embargo, hay una presión social también por mantenerse joven. sobre todo para las mujeres. por eso llegan las cirugías…
-Sí, claro. De eso hablo en la parte final del espectáculo. Pero en uno anterior alguien me preguntaba si había algo peor que ser vieja y yo contesto.”Sí. Quedar mal operada”. Pero en este unipersonal yo describo cómo se cuidan las mujeres, cómo recurren a especialistas de toda índole: esteticista, osteópata. Hay un arsenal que te provee la ciencia y que nos ayuda bastante. Además hay hormonas suplementarias, y la conciencia de la importancia del movimiento para la salud.
-¿La juventud se prolonga?
-Hoy en día los 40 son el mejor momento de las mujeres. La tenés a jennifer López que tiene 50 y todas desean ser como ella. Está espléndida. Ya no deseamos tener 20 años.
-Entraste al humor por la puerta grande, con el elenco de cómicos de Uruguay que hicieron “Hupomorpo”, “Telecataplum” y otros programas…
-Sí. Ésa fue mi escuela. Tuve la fortuna de entrar muy jovencita, sin tener ninguna experiencia. Pero con esos productores y libretistas buenísimos. Yo entré en el segundo año del programa, justo cuando lo vendieron acá, y entonces empezamos a grabar en Canal 13, dirigidos por David Stivel.
-Mucha gente recuerda a aquella feminista que le vendía a Tato Bores un polvo instantáneo para hacer “machos” con solo ponerlo en una bañera con agua.
-Sí. Esa feminista loca empezó de un modo muy curioso. Me habían contratado para hacer de una encuestadora porque era un año de elecciones. Y un día en el que hablaba con Tato le dije que era un machista leninista. A los hijos de Tato que hacían los guiones les gustó tanto que lo hicieron virar hacia una feminista que pone una agencia de taxiboys o hace «suelta de machos». Creo que fue bastante de avanzada lo que hice y gané un Martín Fierro.
Acher con Tato Bores
-Pero después cumpliste el sueño del programa propio “Hagamos el humor”.
-Sí. Tato lo sintió bastante pero era una gran oportunidad. El Canal 13 me ofreció un programa propio. Fue increíble. Había sketch, números musicales. Hablamos del amor, de la familia, del matrimonio, del divorcio. De todo. Pero no teníamos producción y trabajábamos 14 horas por día, incluso sábados y domingos. Empecé sola y después me dí el gusto de sumar a Maitena para los guiones, pero nos llevaba demasiado trabajo. A veces nos ocupábamos de ir a las galerías de arte a pedir prestados cuadros para la escenografía. Un sábado nos pasamos todo el día inventando la letra de un tema de Pimpinela en el que ella le reclamaba que le dijo que era el hermano y en realidad era el esposo.
-En ese entonces propusieron un concurso en el que una mujer podía cambiar a su marido de 40 años usado por dos jóvenes de 20.
-Sí. Con Maitena éramos dinamita. A veces bajaban los ejecutivos del canal a ver lo que hacíamos. No lo podían creer, pero nos dejaban hacer. . Uno me reclamó una vez que estaba destruyendo a la familia, pero no pasaba de un comentario. Estaban encantados y querían que yo siguiese.
-Sin embargo, decidiste dejar de hacerlo a los pocos meses
-Sí. Por entonces tenía a mi hijo chico. Llegaba a la noche tarde y casi no lo veía. Me sentía mal porque era muy apegada. Me daba culpa.
-Algo impensable para un hombre, que no tiene en cuenta si ve o no ve a sus hijos, y la sociedad tampoco se lo reclama…
-Claro. Los varones pueden estar 24 horas por día fuera de su casa teniendo un hijo chico y no sienten culpa porque están trabajando. No me gustaba la idea de no ver a mi hijo nunca.
HOMBRES DECONSTRUIDOS E INTERRUPCIÓN DEL EMBARAZO
Acher recuerda que dejó el elenco de «Telecataplum» cuando empezó a escribir sus propios libretos y le ofrecieron firmar contrato como actriz pero no como humorista.
-¿Tu interés en escribir libretos te generó problemas?
-Tuvo efectos impensados. Durante todo el tiempo anterior a que yo escribiera mis libretos no tuve problema con los hombres en el sentido de que yo les gustaba. Apenas empecé yo a manifestar mi pensamiento, la atracción que ejercía disminuyó mucho. Creo que las mujeres actuales van a tener que pagar ese precio también, aunque los más jóvenes, que son hijos nuestros, están más acostumbrados. Para los más grandes es más difícil esa deconstrucción.
-En ese terreno de lucha y reivindicación de las mujeres, ¿cómo viviste la lucha de los últimos años por la aprobación de la ley de interrupción del embarazo?
-Lógicamente que estoy a favor de que la mujer decida sobre su propio cuerpo pero me gustaría que inventasen algo mejor. me gustaría que no tuviese que pasar por el cuerpo de la mujer. Confío en las mujeres científicas que pueden pensar un sistema que traslade la responsabilidad a los hombres. Porque el precio siempre lo pagamos las mujeres. En uno de mis libros pregunto si no es más sencillo sacar las balas del revólver que ponerse un chaleco antibalas.
-Tenés un único hijo…
-Sí. Tenerlo fue una decisión muy importante en mi vida. Había viajado a España y estaba trabajando en el programa de Chicho Ibáñez Serrador en la Televisión Española, con una adaptación dle personaje Chochi, la Dicharachera, que hablaba con la “ch” y allá se llamaba Charito Muchamarcha. Me iba fantástico pero quedé embarazada al mes y medio de llegar. Trabajé hasta los ocho meses pero me quería separar y acá, en mi tierra, iba a estar más contenida, así que me volví.
-¿Sentís que la maternidad condicionó tu carrera?
-Yo elegí eso. Está claro que los hijos condicionan. De eso hablo en uno de mis libros, “Algo sobre mi madre”. Analizo la maternidad como hija, en relación con mi madre, y también mi rol como madre, con mi hijo. Entonces explico la diferencia entre la maternidad de mi madre y la mía, y es que, entre nosotras, vino el psicoanálisis. Eso es lo que nos separa. Entre mi hijo y yo sobrevino la tecnología, que marcó otro quiebre. (risas)
-Hubo cambios…
-Yo en algún momento del espectáculo, digo que cuando yo era chica, no existía ningún respeto por los chicos. Ahora que soy grande, no existe ningún respeto por los grandes, o sea que yo al respeto me lo he perdido. (risas).
-Pero en los libros encontraste el camino para compatibilizar la maternidad con el humor…
-Sí. Y de retomar el contacto con la gente. Así que ahí vinieron: “El príncipe azul destiñe”, “La guerra de los sexos”, “El amor en los tiempos del colesterol”, “Si soy tan inteligente, ¿por qué me enamoro como una imbécil?”, “Algo sobre mi madre (todo sería demasiado)» y “¿Qué hace uan chica como yo en una edad como ésta?”.
Los libros tuvieron una repercusión inusitada. No solamente en la Argentina sino también en España donde me editaron tres. Escribir me permitió estar todo el día con mi hijo y escribir cuando él se dormía a la noche.
-Después empezaste a dar charlas, casi una precursora de las TED…
-Claro. Empecé a recibir cartas y mensajes de la gente. Me empezaron a convocar para hablar de la mujer, de la sexualidad, del feminismo en la Corte Suprema, en congresos de Medicina. Un día Mercedes Morán me preguntó cuánta gente venía a mis charlas, y le dije que unas 400 personas. Así que me impulsó a subirme al escenario sola. ¡Yo me moría de miedo! Ella me ayudó a armar el texto en base a uno de mis libros y ahí nació “Memorias de una princesa judía”. Fue otra manera de trabajar y de relacionarme con el público.
-¿El teatro te gusta más que la televisión?
-La relación con el público es mucho más carnal. No me daría placer estar 14 horas encerrada en un estudio de televisión. Lo hice durante 50 años pero ahora me enamoré del teatro. Tengo una respuesta inmediata. Nos reímos con el público al unísono. Ellos se ríen de mí, pero también se ríen de ellos. Porque se reconocen, se identifican con lo que yo cuento.
-¿Cómo surgió tu veta humorística? ¿Desde chica eras la que hacía las bromas?
-No. Sí era de cantar mucho porque mi papá era cantor litúrgico en la sinagoga. Todos en mi familia cantaban. En el colegio me llamaban mucho para el coro. No me acuerdo si yo era graciosa. Mi mamá dice que me ponía a recitar en la ventana y la gente se paraba para mirarme. Quizá sí quería hacer reír a mi mamá. Ella era muy dramática, siempre estaba preocupada…
-¿A tu hijo también querés hacerlo reír?
-A mi hijo lo hago reír y él me hace reír a mí. Rodrigo tiene un gran sentido del humor. El padre también lo tenía. Solo puedo vincularme con hombres que tengan un gran sentido del humor.
-Además de los hombres, ¿qué mujeres te hacen reír?
-Las de siempre: Lucille Ball, Carol Burnett. Son mis preferidas siempre y vuelvo a verlas. Algunas americanas que hacen stand up… No vi muchas argentinas. La fui a ver a Dalia Gutman y me encantó. Tiene una energía desbordante y está casi desnuda en el escenario. es de una valentía total.
-Aunque pocos lo recuerdan, tuviste un paso por «VideoMatch», junto a Marcelo Tinelli…
-Sí. Gustavo Yankelevich me propuso sumarme a «VideoMatch», un programa con 40 puntos de raiting. Yo sabía que no me iba a entender con Tinelli así que no estaba en el piso. Con Maitena, que me ayudaba con los libretos, ideamos que éramos una señal pirata que tomaba el canal y aparecíamos desde otro estudio.
Era muy vanguardista, Algo único. Un escenario que parecía una ostra dentada, desde la que hablaba la doctora Diú. Era una atmósfera de cómic en la que hacíamos una tipología de machos. Pero, claro. No era el lugar para mí. Nos daban apenas tres minutos y Tinelli hablaba todo el tiempo encima nuestro. No nos dejaba brillar. Era algo muy de avanzada y quedaba perdido. Yo decía: “Vengo a defender los derechos de tanto pezón y tanta nalga desprotegida”, y plantamos bandera ahí pero no funcionó.
Fuente: Télam