El secreto de los secretos
Reflexiones de la vida diaria: «El secreto de los secretos». Hoy, en exclusivo, desde la vida cotidiana, nuestro enviado especial, Adrián Stoppelman, analiza los secretos de los secretos. Léalo, pero en voz baja y no corra la perdiz… shhhh
POR ADRIÁN STOPPELMAN
El secreto de los secretos
No es un ningún secreto que todos tenemos secretos. Propios y ajenos. Pero si yo conozco tu secreto… ¿no deja de ser un secreto? ¿Cuál es el mínimo de personas que se necesitan para que un secreto deje de serlo? Decía Benjamín Franklin que tres personas pueden mantener un secreto, siempre y cuando dos hayan fallecido.
Y son una paradoja científica los secretos: porque para que se sepa que existe, alguien lo tiene que develar. O sea: hasta que alguien no lo revela, el secreto no existe. Es decir, el secreto se vuelve secreto cuando se revela.
Otro dato curioso: Así no haya nadie en 60 kilómetros a la redonda, el que te cuenta el secreto te lo cuenta en voz baja. Es como que si no se susurra, no es un secreto. Pero cuando se revela, se revela en voz muy alta, como para que todo digan “¡Qué barbaridad, qué escándalo! ¿Cómo no se me ocurrió a mi?!”
El problema son los secretos mal guardados: como cuando se conoce la identidad de un agente secreto. ¿No saben todavía que el señor Bond, James Bond, es un agente secreto? Y el tipo, descaradamente, va y se presenta con nombre y apellido. Que es como afanar un banco presentando el DNI en la caja. Pero a Bond no lo conocen porque o los malvados ven pocas películas de Hollywood, o Netflix les cortó el servicio por compartir la contraseña.
He ahí un gran secreto: la contraseña. Que es para que nadie acceda a tus secretos. El problema viene cuando te olvidás la contraseña. Que es como perder la llave de tu casa.
Y ni hablar si necesitabas la contraseña para entrar al homebanking y pagar el alquiler, y para colmo, perdés la llave de tu casa.
Y todos creen que sus secretos están a salvo. Pero los secretos son como medianera sin mantenimiento: tarde o temprano algo se filtra. Y si no preguntale a Julián Assange, a Mossack y Fonseca o a Google, que lo sabe todo.
Más misterios: Dicen que “secretos en reunión, es de mala educación”. No estoy seguro: Para mi es de mucha peor educación estar en una reunión, revelar un secreto, y que se pudra mal la reunión.
Hay profesionales que viven de los secretos ajenos: los siquíatras y sicoanalistas, por ejemplo. Yo no confío mucho en cómo guardan el secreto. ¿O acaso no hay obras de teatro basadas en casos reales de pacientes de sicoanalistas? ¿No es eso violar el secreto profesional? Ok. Nosotros no sabemos que “Juan” es en realidad “Ricardo”, pero Ricardo si sabe que Juan no es Juan, ¡sino él mismo! Es más: como no se dice claramente de quién se trata, todos empiezan a sospechar de mucha otra gente que no tiene nada que ver pero que iba a ese siquiatra que escribió la obra que estás viendo en el teatro.
Además, confiésenlo: ¿quién no ha estado en una reunión social en la que uno de estos profesionales del secreto no arranca diciendo: “¡no sabés el demente que me cayó el otro día!”? O médicos, o abogados o colocadores de cajas fuertes… “¿a que no sabés donde me pidió que le ponga la caja fuerte el del 5ºC?
Creo que a secreto, como a seguro, lo llevaron preso a una prisión de escasa seguridad.
Pero la pregunta secreta es: ¿Qué hace que nos carcoma el bocho tener un secreto? ¿Por qué tenemos que compartirlo con alguien? Y no estoy hablando de secretos de nuestra vida privada. No: hay secretos de morondanga, como qué tipo de ropa interior usás, qué comida comés que te da vergüenza que los demás conozcan, con qué frecuencia te bañás… Eso si: a quién votaste, eso ya es un secreto. Y te digo más: aunque me digas en secreto a quien votaste, si te conozco un poco, no te creo nada…
Y el secreto es a la curiosidad como el jamón al queso, como el fresco a la batata, como el terraplanismo a la estupidez: siempre van juntos.
Porque todos queremos saber qué hacen los demás. Todos queremos conocer los secretos de los otros. Y no para extorsionarlos o para hacerles bromas pesadas… simplemente para mirarlos con cara de… “yo sé lo que vos hacés”. Eso nos da como una superioridad. Conocer el secreto del otro, que no sabe que conocemos su secreto.
Tampoco podemos obviar que el valor del secreto se ha devaluado. Está lleno de revistas y medios que venden títulos como: «Los secretos para una pareja feliz», «Los secretos para una vida sexual plena», «Los secretos para estar en forma». Se deben estar vendiendo pocas revistas porque no veo a tanta gente feliz ni en forma ni teniendo una vida sexual plena. Y menos por 500 pesos. Un secreto así vale mucho más. No sé: 2000 pesos.
Pero reconozcámoslo: los secretos son el alma de la literatura, del teatro, del cine, del periodismo. Porque uno no paga para ver una película: uno paga para enterarse de un secreto. Uno lee noticias para enterarse de un secreto. Y si usted llegó hasta aquí, es porque seguramente estaba esperando que le revelase un secreto. Y lo voy a hacer. ¿Sabe cuál es el mejor método para guardar un secreto? Tener una muy mala, malísima, pésima memoria. ¿De qué les estaba hablando?
Fuente: Télam