Humor: Manual de la mentira cotidiana

Hoy, en exclusiva, desde la vida cotidiana, nuestro corresponsal, Adrián Stoppelman, no le miente si le dice que va a meterse con las mentiras que decimos y nos dicen a diario. Léalo. La verdad es que no sabemos si vale la pena, pero… tampoco le vamos a mentir. 

POR ADRIÁN STOPPELMAN

Inicio aquí un breve manual de mentiras que decimos y nos dicen, y que todos sabemos que son, efectivamente, mentiras más grandes que la teoría del derrame, la revolución productiva y el salariazo y que la amenaza de que te crece la nariz si decís mentiras.

En estos casos, las mentiras funcionan como una forma de no entrar en conflicto, de no discutir y en muchos casos de evitar una agarrada a las trompadas. Es el clásico “te queda bárbaro” de la vendedora, el consuetudinario “te juro que es la última vez que lo hago” o el sempiterno “si gana fulano las elecciones me voy del país”. Se sabe que es una mentira, pero nadie la denuncia, ni te la echa en cara. O sea: te miente la reacción.

Analicemos entonces unos primeros casos del mundo laboral:

– “En esta empresa somos una gran familia”: Obviamente, nadie puede creer esta patraña porque como todos sabemos, ¡ni siquiera en una familia somos todos como una gran familia!

Si a mi me dijesen eso, yo enseguida puedo vislumbrar los odios subyacentes, los rencores acumulados y sobre todo, la pelea por la herencia serrucho en mano. Y lo peor: si son una gran familia, lo más probable es que a vos te tengan de hijo.

– “Si. Es más trabajo, son más horas, pero con tu salario hacemos un paquete por todo”: Fuiste. Te están diciendo que te van a rebanar la parte que te correspondería por el nuevo laburo que ahora tenés que hacer por la misma guita. Y así lo creas o no, el final de la historia es siempre el mismo: a los dos meses te querés cortar la glándula pineal con un mostachol, de paquete.   

– No solo la mentira está en la patronal. Basta con ver un currículum donde alguien pone “dominio de idiomas”. Saber decir “si” y “no” en 4 o 12 idiomas no significa dominarlo. Y si no tenés wifi, no te va a ayudar ni el traductor de Google. Sin embargo, los reclutadores, o como les dicen ahora, los scouters, muchas veces tampoco dominan idiomas y pusieron que si lo hacían en el currículum y por eso prefieren tomarte a vos porque se aseguran de no tener alguien realmente competente que los pueda hacer perder el puesto. Si yo tuviese la oportunidad de tomar gente, me bastaría con que los aspirantes dominasen un solo idioma: el nuestro.

A la hora de elegir un tipo de mentira que me molesta, me quedo con la de los expendedores de alimentos: “Llévelo tranquilo. Acá cocinamos con muy poca sal” Y resulta que el agua del Mar Muerto es almíbar de dulce de batata con dulce de leche comparada con la ensalada rusa. “¿La sandía? Re dulce. Y no. No es arenosa”. Acá siempre me queda la duda: ¿realmente creerá lo que dice? ¿realmente probó la sandía y le pareció que no tenía gusto a fernet y que no tenía textura de gofio disecado? Y lo peor: ¿por qué yo le sigo creyendo después de haber probado sus “manzanas re jugosas” más arenosas que el Sahara durante la sequía, sus “milanesas re tiernitas” de madera terciada y sus “recién horneadas medialunas” con olor a mufa y naftalina?

Otro tipo de mentiras que realmente me altera son las confesiones no requeridas, la información no solicitada. “Yo no soy racista”. “Yo nunca fui infiel”. “Yo duermo tranquilo: tengo todos mis papeles en orden y los impuestos al día”. O sea: ¡me estás diciendo que sos racista, infiel y evasor! El consuelo que encuentro en casos como este, es que el tipo, además de todo eso, duerme muy mal e intranquilo. (Y creo que duerme intranquilo porque si a todo el mundo le da esta información, tarde o temprano va a terminar durmiendo a la sombra. A menos que sea un juez de la Corte Suprema… pero ese es otro tema…).

Otras mentiras descaradas son las de los amigos o parientes que se olvidan de que somos pocos y nos conocemos: “Ayer no te llamé para tu cumple porque donde estaba no había señal” ¿En serio? ¿Estuviste 24 horas en un lugar sin señal? ¿Dónde estuviste: en el espacio exterior, en un polo terrestre, durmiendo adentro de un microonda? 

“No sé qué pasó que no escuché tu llamado. Uh, si, acá está: llamada perdida”. Pasó que no me atendiste, que no quisiste, que no pudiste o que no supiste, ¡eso pasó!

El problema está en que te dicen una mentira y vos no podés decirle “es mentira” en la cara. No podés. Es más fuerte que uno, porque no te querés pelear, no querés pasar un mal momento o porque en definitiva sabés que si les decís a todos que te mienten, te vas a quedar muy solo en esta vida.

La próxima seguiremos con este infinito manual de mentiras. Ahora los tengo que dejar porque… eh… No es que no tenga remate para esto. Simplemente sucede que dejé la pava en el fuego y mi abuela no se siente bien y tengo que sacar a pasear al perro. En serio. ¡No les miento!

Fuente: Télam