Secretos: Llevan 69 años de casados
Los secretos de Manuel y Elda para cumplir 69 años de casados y el imperio fotográfico que crearon juntos
Él tiene 93 años y ella 91. Se conocen desde hace 80 años. Se cruzaron por primera vez en la adolescencia en las calles de la capital de Mendoza. En diálogo con Infobae, repasan su historia de amor y también la del negocio familiar que forjaron a la par
Por: Cecilia Corradetti
Elda y Manuel cuando celebraron sus 60 años de casados en abril del 2014
Elda Yolanda Piseghelli (91) tenía 13 años cuando se cruzó por primera vez con Manuel Castillo (93) en un barrio de la ciudad de Mendoza.
Por entonces, no existían colegios secundarios en Palmira, departamento de San Martín –donde vivía ella– ni en Tunuyán, donde él había nacido. Por eso cada uno se mudó junto a familiares en la capital provincial. El destino los unió en la misma cuadra.
Nace el amor
“Corría 1944 y formábamos un grupo de amigos que jugábamos a la payana con piedritas, en la vereda. Íbamos a colegios diferentes y también a distintos turnos, yo al Martín Zapata y él al universitario popular. Durante un tiempo fuimos muy amigos y poco después me declaró su amor, yo tendría 13 o 14 años, aunque demoró dos en pedirle la mano a mi papá, como correspondía a todo joven bien educado”, evoca Elda, de ojos claros, jovial y coqueta, en su confortable living del barrio Dalvian, Mendoza, donde viven hace 35 años.
Tras nueve años de noviazgo, dieron el sí “con bombos y platillos” el 17 de abril de 1954 en la iglesia de Palmira, que era de adobe. Elda era hija del dueño del cine, por eso la fiesta, como en todo pueblo chico, “tenía que ser importante” y así fue. Manuel era militar.Manuel junto a Elda y con su hija Eldita en brazos
Enseguida se fueron a vivir a la localidad de Campo de los Andes, en Tunuyán, donde a su esposo lo había designado el Ejército.
Sin embargo, la verdadera vocación de este hijo de inmigrantes españoles nacido el 13 de octubre de 1929 era la fotografía. Por entonces ya tenía su cámara y era un apasionado, un aficionado.
“Tenía mi trabajo, pero siempre buscaba algo más para hacer ya que a la tarde tenía tiempo. Fue así que decidimos asociarnos con un amigo en un proyecto de fotografía y así empezamos. Al día siguiente de hablarlo con él, viajé a Mendoza y con 10 mil pesos ahorrados compré todo lo que necesitaba para empezar. No había hecho ni un curso de fotografía, pero tenía todas las ganas y el alma puestas en esa idea. Muchos ´macaneaban’, decían que habían hecho cursos en el exterior, pero yo me tiré de cabeza con lo poco que tenía y muchas ganas de trabajar”, rememora.
Por entonces, la fotografía era en blanco y negro. Manuel enviaba a revelar los rollos a Rochester, en Estados Unidos, cuna de Kodak, donde la mayoría de sus habitantes dependían laboralmente de ese laboratorio central.
“Comenzamos muy lentamente, pero fuimos creciendo a paso firme y con esfuerzo. Mi esposa trabajaba a la par, cuando había más de un evento a la vez, iba ella a hacer las fotos vestida impecable, en épocas en que las mujeres no hacían ese tipo de tarea”, recuerda y asegura: “Me tocó una mujer de lujo, jamás podría decir que nos aguantamos. Todo lo contrario, nos cuidamos para seguir viviendo mucho tiempo más”.Manuel y Elda en un asado familiar
Nace el imperio fotográfico
Cuando “Manolo” se jubiló en el Ejército y se dedicó de lleno a la fotografía, el crecimiento del “imperio” llamado “Castillo Color” no se detuvo más: por entonces ya le había comprado la otra parte a su socio y llegó a tener 150 empleados a lo largo de las 42 sucursales emplazadas en la zona de Cuyo, además de Córdoba.
“Recuerdo que un mañana, viajábamos a Malargüe en un Ford nuevo que me había comprado, dije que no me iba a morir sin trabajar la foto color. Eran épocas en que la fotografía era un verdadero negocio. Poco tiempo después, efectivamente, llegó la foto color a la Argentina”, evoca.
“Castillo Color”, con su sede en San Juan 1413 de la ciudad de Mendoza logró instalar un laboratorio innovador, recibía trabajos de una vasta zona y compraba en forma semanal un “camión” repleto de mercadería. El local era contratado para grandes eventos familiares, comerciales y empresariales.
“Cuando había varias fiestas a la vez todos, dueños y empleados, trabajábamos a la par. Eso sí, yo me hacía una recorrida por cada evento para corroborar cómo marchaba todo. Una noche llegué a una fiesta y vi a mi empleado pasado de copas, por eso me quedé yo sacando fotos el resto de la noche”, recuerda, entre risas.Manuel y una de sus cámaras en la Plaza Independencia del centro de la ciudad de Mendoza
Elda agrega: “Creo que nuestro secreto fue actualizarnos, viajar para ver las innovaciones en otros países y reinvertir las ganancias. Todo lo que se entraba volvía a invertirse”. Manuel cuenta que más tarde llegó la competencia, aunque nunca declinó el trabajo. Con promociones, siguieron ganando clientela sin prisa ni pausa a lo largo de los años.
Adaptación a los nuevos tiempos
En los ‘90 comenzó el lento proceso de la fotografía digital, aunque la nueva era no los tomó por sorpresa. “Siempre viajábamos y sabíamos que se venían cambios, los laboratorios ya hablaban sobre eso”, advierte.
Así, se adaptaron a los nuevos tiempos y el local comenzó a equiparse para ese cambio tan abrupto en la manera de inmortalizar momentos.
“Recuerdo que estuve encerrado seis meses estudiando el proceso, practicando mucho. No fue fácil, sobre todo por la incertidumbre, pero lo logramos. Claro que, décadas después, dejó de ser un negocio y fui preparando, muy de a poco, el proceso de venta de todas las sucursales. Los tiempos cambiaron y hoy los teléfonos celulares hacen milagros. Cuando cerramos y vendimos ningún empleado quedó sin su correspondiente indemnización”, asegura.Manuel y Elda en el parque de su casa actual
Elda sostiene que si bien hoy suele tomar alguna imagen familiar, no siente que sea fotógrafa. “El fotógrafo es él y lo será siempre”, aclara.
“¿Qué debe tener un buen profesional? Conocimientos, ganas de trabajar y deseos de ganar dinero”, dice Manuel.
Una familia numerosa y el dolor de perder una hija
Tras haber vendido todos los locales, Elda y Manolo iniciaron el tiempo de descanso. Viven en una confortable casa en la zona oeste de Mendoza, al pie de la precordillera de Los Andes.
“Descanso es una forma de decir, porque jamás nos quedamos quietos, nos encanta seguir activos, tener proyectos y, sobre todo, viajar. El mes pasado visitamos Cancún y ya empezamos a programar para salir de nuevo. Los domingos salimos a almorzar, algo que nos encanta y es todo un ritual”, relata ella.
Los desayunos de todos los días también forman parte de un hábito sagrado y también representan un verdadero secreto para que el matrimonio perdure a lo largo del tiempo.Manuel y Elda tienen 13 nietos
“Apenas me levanto, alrededor de las 7, preparo una bandeja con mate y tostadas con dulce. Nos quedamos en la cama conversando y mirando televisión por lo menos hasta las 10. Después dedicamos un rato a la caminata dentro del barrio, porque así nos indican los médicos”, completa.
Elda y Manuel tuvieron cuatro hijos: “Eldita”, Fernando, Sergio y Miriam.
“Desgraciadamente perdimos a nuestra hija mayor de manera repentina. Tenía 47 años y vivía en San Juan. Un día nos visitó y a la noche nos llamaron para decirnos que estaba muerta, que había sufrido un edema. Fue un hecho desgraciado que jamás se supera, no hay día en que no la recordemos”, confiesa.
Tienen 13 nietos, Emiliana y Ricardo (hijos de “Eldita”); Inti, Lihué y Huilén (hijos de Fernando); Facundo, Naomi, Jerónimo y Faustino (hijos de Sergio) y Mailén, Diana, Ayelén y Kevin, hijos de Miriam. También son bisabuelos de 8 hermosos niños, según coinciden con orgullo.
Si bien en algún momento todos sus hijos estuvieron incorporados al laboratorio fotográfico, hoy solo Sergio permanece en el rubro, en la ciudad de Córdoba.
El secreto para vivir muchos años con buena salud, aseguran, es alimentarse saludablemente.
“Y en nuestro caso -concluye Elda con una sonrisa de oreja a oreja- nos amamos”.
Fuente: infobae