Frase popular: «El que avisa no traiciona»
El origen de una expresión popular que fue acuñada por el abuelo de un presidente argentino
El 3 de febrero de 1852, en los momentos previos al mayor enfrentamiento en territorio argentino un militar utilizó la expresión
Hay quienes aseguran que la expresión popular tiene un origen muy lejano. Dicen que fueron los romanos los primeros en emplearla y que la locución actual es una derivación de “¡Roma no paga a traidores!”. Sin embargo, en estas tierras, tendría un origen diferente. Se repite como verdad, no hay forma de comprobarlo, que se acuñó en los albores de nuestra patria, dos siglos atrás. Momentos antes de que se librara la batalla más importante de la historia argentina, alguien utilizó la expresión para argumentar una decisión que lo cambiaría todo.
Ante todo, un poco de contexto. No había pasado un año del “pronunciamiento de Urquiza”. El gobernador de Entre Ríos había dado el golpe al aceptar la renuncia de Juan Manuel de Rosas a la conducción de las relaciones exteriores y la dirección de los negocios generales de paz y guerra de la Confederación Argentina. Cada año, desde hacía dos décadas, el gobernador de la provincia de Buenos Aires presentaba su renuncia al cargo a sabiendas de que sería rechazada. Era su forma de renovar el poder. Sin embargo, en 1851, Urquiza pateó el tablero y la aceptó. Eso produjo el primer cisma en la política nacional.
Entre las causas de la ruptura estaba la negativa de Rosas de organizar constitucionalmente el país como se había previsto en el Pacto Federal de 1831. Hasta ese momento había 14 provincias unidas por un pacto, pero eso no era suficiente para constituir un país. A su vez, Rosas había imposibilitado la libre navegación de los ríos interiores perjudicando de esa forma a los ganaderos del interior (especialmente a los del litoral). Además, el gobernador de Buenos Aires había implementado una política de “puerto único” que obligaba a pagar impuestos a todos los productos que entraban y salían del país.
De esta manera, la proclama de Urquiza significó una declaración de guerra. A partir de ese momento, el encabezado de los documentos públicos de la época que durante la época rosista decían “Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los salvajes unitarios!” fue reemplazado por “Viva la Confederación Argentina! ¡Mueran los enemigos de la organización nacional!”.
Batalla de Caseros
El 3 de febrero 1852, en la provincia de Buenos Aires, en la zona que hoy es conocida como El Palomar, donde se emplaza el Colegio Militar de la Nación, ocurrió el enfrentamiento. Marcó el fin de una época, un punto de inflexión en nuestra historia. Los historiadores la señalan como la batalla más grande en territorio argentino. El ejército de la provincia de Buenos Aires dirigido por el gobernador porteño Juan Manuel de Rosas se enfrentó contra el Ejército Grande del entrerriano Justo José de Urquiza.
La contienda que comenzó a las 10 de la mañana y duró apenas unas horas, movilizó a más de 50.000 hombres. Unos 28.000 pertenecían al Ejército Grande (que estaba integrado por tropas de Entre Ríos, Corrientes, un contingente de Brasil y otro de Uruguay y exiliados unitarios), mientras que el ejército de la provincia de Buenos Aires sumaba unos 23.000 hombres.
El general Ángel Pacheco
Entre los comandantes que dirigían el ejército del Restaurador se encontraba el general Ángel Pacheco, uno de los militares más prestigiosos de la historia Argentina. Las tropas que estuvieron bajo su mando jamás perdieron una batalla.
Pacheco era hijo de un español radicado en el Río de la Plata, José Pacheco Gómez Negrete. Su madre era chilena, Teresa Concha Darrigrande. Estudió en el Real Colegio de San Carlos (antecedente del reconocido Nacional de Buenos Aires) e inisió su carrera militar como oficial del general José de San Martín. Integró el Regimiento de Granaderos a Caballo, participó de la Batalla de San Lorenzo y también el Ejército de los Andes. En 1822 se casó con María Dolores Reinoso y tuvieron seis hijos, entre ellos Elvira Pacheco quien fue esposa Torcuato de Alvear, el primer intendente de Buenos Aires y madre Marcelo Torcuato de Alvear, el presidente argentino.
Pacheco era uno de los militares de confianza de Rosas: en 1833 lo nombró jefe del Estado Mayor en la “Campaña al Desierto”. Además mantenían una estrecha amistad que nació en tiempos de paz, cuando Rosas se dedicaba al trabajo rural y Pacheco era uno de sus vecinos.
“El que avisa no es traidor”
Sin embargo, la relación entre ambos tuvo un punto de quiebre: la batalla de Caseros. Momentos antes del enfrentamiento, mientras Rosas se estaba instalado en su campamento de Santo Lugares, esperando la llegada del Ejército Grande, Pacheco pidió hablar con el Restaurador y lo notificó de su decisión de no participar de la lucha. Los historiadores no llegan a un acuerdo sobre cuáles fueron los motivos de la decisión del comandante en jefe de las fuerzas federales. Algunos dicen que Pacheco se había cansado de las órdenes contradictorias de Rosas. Entonces, al conocer la decisión del jefe de su ejército, Rosas habría gritado encolerizado: “¡Traidor!”. A lo que Pacheco habría respondido: “El que avisa no es traidor”.
Lo que sucedió luego es sabido. Tras el abandono de Pacheco, Rosas asumió el comando de su ejército. Enfrentó al Ejército Grande y fue vencido. Tras la derrota, abandonó el campo de batalla y firmó su renuncia.
“Señores Representantes: Creo haber llenado mi deber como todos los señores representantes, nuestros conciudadanos, los verdaderos federales y mis compañeros de armas. Si más no hemos hecho en el sostén sagrado de nuestra independencia, en nuestra integridad y nuestro honor, es porque no hemos podido. Permitidme, Honorables Representantes, que al despedirme de vosotros reitere el profundo agradecimiento con que os abrazo tiernamente y ruego a Dios por la gloria de V. H., de todos y cada uno de vosotros. Herido en la mano derecha y en el campo, perdonad que escriba con lápiz esta nota y de una letra trabajosa. Dios guarde a V. H.”, decía la misiva.
Hora después, Rosas se embarcó en un buque inglés hacia su exilio en Southampton, sur de Reino Unido, donde pasaría la última parte de su vida. Falleció en 1877 y sus restos fueron repatriados en 1989.
Tras la derrota de Rosas, Pacheco estuvo a cargo organización de la defensa de la ciudad de Buenos Aires que, sin autoridad, sufrió grandes saqueos. Meses después fue nombrado Comandante General de Armas de la provincia, y luego General en Jefe de las fuerzas de la Capital y, finalmente, Ministro de Guerra, cargo que ejerció hasta febrero de 1853.
Su frase, “el que avisa no es traidor”, atravesó casi dos siglos de la historia argentina y derivó en la expresión popular “el que avisa no traiciona”.
Después de la batalla de Caseros, comenzaría una nueva etapa en el país. Urquiza convocaría a los gobernadores de las provincias y firmarían (menos Buenos Aires) el Acuerdo de San Nicolás, un pacto que sentó las bases de la organización nacional y fue el antecedente de la Constitución de 1853. Pero esa es otra historia.
Fuente: La Nación