Nuestros próceres

Quién fue Facundo Quiroga

Representante del caudillismo federal, fue conocido como el «tigre de los llanos» y murió asesinado en Barranca Yaco.

REDACCIÓN CLARÍN

Nacido el 27 de noviembre de 1788 en San Antonio, La Rioja, por entonces dependiente de la Intendencia de Córdoba del Tucumán en el marco del Virreinato del Río de la Plata, Facundo Quiroga fue un político, militar y gobernador que sobresalió como uno de los más reconocidos caudillos federalistas que marcaron a fuego buena parte de la historia argentina de la primera mitad del siglo XIX.

Partidario de un gobierno federal durante los enfrentamientos posteriores a la declaración de la independencia, hacia el año 1835 llegó a consolidar una fuerte influencia y liderazgo sobre las provincias de La Rioja, San Juan, Catamarca, Tucumán, San Luis, Mendoza, Salta y Jujuy.

Protagonista sobresaliente de los sangrientos conflictos civiles entre federales y unitarios que caracterizaron las primeras décadas de la Argentina independiente, Quiroga fue caracterizado como el «tigre de los llanos» y blanco de las críticas de Domingo Faustino Sarmiento, quien lo presentó como la encarnación de la barbarie en su ensayo novelado Facundo o Civilización y Barbarie.Facundo Quiroga es uno de los próceres argentinos.Facundo Quiroga es uno de los próceres argentinos.

Facundo Quiroga, audaz y temerario​

Desde pequeño, las crónicas revelan que ​Juan Facundo Quiroga mostraba una gran audacia y temeridad, que a sus 18 años demostró en el terreno cuando sus padres lo enviaron a Chile con un cargamento de granos y se jugó el producto de la venta, que perdió y lo obligó a enrolarse como trabajador en una estancia en Plumerillo.

Los acontecimientos de mayo de 1810, que pusieron en marcha el proceso de emancipación en Argentina, lo encontraron en Buenos Aires, donde se enroló en el regimiento de Arribeños. Sin embargo, pese a sus condiciones evidentes para el mando, su rechazo a la rigidez de la disciplina militar lo llevó a desertar no mucho tiempo después.

Sin embargo, eso no significó el alejamiento de Quiroga del ámbito militar; al contrario, tras la proclamación en 1816 por parte del Congreso de Tucumán de la Independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plataembrión de la futura República Argentina, se desempeñó como capitán de milicias adiestrando reclutas, capturando desertores, organizando milicianos para los ejércitos de la patria y participando en algunas acciones contra los españoles que le depararon un notable prestigio.

Paralelamente, empezaron a manifestarse los disensos entre federales y unitarios, que pronto darían paso a una sucesión de conflictos civiles que convirtieron el territorio en un inmenso campo de batalla.Imagen de la escultura en homenaje a Facundo Quiroga.Imagen de la escultura en homenaje a Facundo Quiroga.

Del lado federal de la grieta

Con esa grieta a la vista, Facundo se alineó del lado de los federales y desde su provincia natal, La Rioja, volvió a mostrar su audacia deponiendo al gobernador Francisco Ortiz de Ocampo, a quien reemplazó por Nicolás Dávila. Sin embargo, cuando el propio Dávila se negó a renunciar según lo dispuesto por la Sala de Representantes, el caudillo se hizo con el poder.

En ese plan, Quiroga ocupó el cargo de gobernador de La Rioja apenas por dos meses, pero desde entonces monopolizó el manejo de la escena política de su provincia y de una vasta zona de influencia. Desde allí rechazó el envío de tropas a la guerra con Brasil, desconoció leyes dictadas por el gobierno de Buenos Aires y se enfrentó abiertamente a los unitarios.

En el campo de batalla, derrotó al general unitario Gregorio Aráoz de Lamadrid en Tala (1826) y  en Rincón (1827), y aunque el general unitario José María Paz lo venció en Oncativo (1830), con la ayuda de Juan Manuel de Rosas, Quiroga rearmó su ejército y terminó por imponerse en el norte y en la región andina en 1831.

Tras la victoria, el caudillo se alejó de la política y se instaló en Buenos Aires. El caudillo riojano que había luchado en las campañas libertadoras junto al general José de San Martín y que se opuso al proyecto unitario de Bernardino Rivadavia, entre otras cosas, permaneció allí hasta 1834, cuando por encargo de Rosas aceptó mediar en un conflicto entre las provincias de Tucumán y Salta.

Entre el federalismo real y el unitarismo de Rosas

Si bien Quiroga mantenía con Rosas una relación de aliado, a la hora de tratar el tema de la organización nacional las diferencias entre ambos eran ostensibles: mientras que Facundo se hacía eco del reclamo provincial de crear un gobierno nacional que distribuyera equitativamente los ingresos nacionales, Rosas y los terratenientes porteños se oponían a perder el control exclusivo sobre las rentas del puerto y la Aduana.

Con el argumento de que aún no estaban dadas las condiciones mínimas para hacerlo, Rosas reclamaba que, previamente cada provincia se organizara previamente. «¿Habremos de entregar la administración general a ignorantes aspirantes, a unitarios, y a toda clase de bichos?», cuestionaba, en línea con la ambición de concentración de poder que mostrarían a su tiempo quienes se declararon y declaran sus «herederos» políticos.

Sin embargo, fieles a la flexibilidad moral que exhibe el universo político, Quiroga nombró a doña Encarnación Ezcurra su representante comercial y le regaló un caballo a don Juan Manuel. “Mucho gusto tuve cuando supe que Quiroga te había hecho su apoderada. Este es uno de sus rasgos maestros en política; lo mismo que la remisión de un caballo en los momentos en que lo hizo”, señaló Rosas entonces.

El último viaje

En 1835, tras cumplir con el encargue de Rosas y habiéndose entrevistado con los representantes de ambos bandos en disputa en Santiago de Estero, en un intento frustrado de concretar un pacto que dio por tierra con el asesinato de Pablo Latorre, el gobernador de Salta, que dejó el terreno allanado para su contrincante, el tucumano Alejandro Heredia, Quiroga inició su último viaje.

A pesar de las advertencias, el histórico caudillo riojano demostró una vez más su carácter temerario. “Quédese usted tranquilo, señor gobernador, no ha nacido todavía el hombre que se atreva a matar al general Quiroga”, le dijo al santiagueño Ibarra, cuando éste le insistió sobre la cuestión.

Sin escolta militar, Quiroga, de 47 años, iba junto a José Santos Ortiz, quien había sido el primer gobernador de San Luis entre 1820 y 1829 y acompañaba al riojano desde la derrota en Oncativo, además de un par de peones, dos correos y dos postillones.La tumba de Facundo Quiroga está en el Cementerio de la Recoleta.La tumba de Facundo Quiroga está en el Cementerio de la Recoleta.

En ese marco, en una de las postas desoyó la advertencia de que sería emboscado en Barranca Yaco y siguió adelante sostenido por su propio ego. “Con un grito mío, esa partida se pondrá a mis órdenes”, se jactó en un pronóstico que no se cumplió. 

Al contrario, una partida de 32 hombres al mando de Santos Pérez, un gaucho de Portezuelo hábil con el cuchillo y de pocas luces, lo emboscó en el lugar indicado, una vez que Roque Juncos avisara que se acercaba el carruaje, que detuvo su marcha al ver a un grupo de jinetes cortándoles el paso.

«¿Qué es lo que pasa? ¿Quién manda esta partida?» -preguntó Quiroga a viva voz, sacando la cabeza por la ventana, y recibió un disparo en su ojo izquierdo como respuesta. El siguiente le daría en su cuello. Enseguida, Basilio Márquez subió al carruaje y le cortó el cuello al cuerpo sin vida del riojano, mientras Santos Pérez atravesó con su espada a Ortiz.

El resto de los hombres se dedicó a matar al resto de los acompañantes del riojano. Todos los cuerpos fueron degollados. Más tarde, los asesinos se repartieron el contenido del equipaje. En su poema El general Quiroga va en coche al muere, Jorge Luis Borges escribió: “…muerte de mala muerte se lo llevó al riojano, y una de las puñaladas lo mentó a Juan Manuel”. A buen entendedor…

Fuente: Clarín