A 50 años del asesinato de un ministro
Mor Roig fue acribillado por Montoneros mientras almorzaba
El 15 de julio de 1974, en un restaurante de San Justo, mataban al que había sido ministro del Interior de Alejandro Lanusse. Radical de toda la vida, fue el ideólogo de una salida institucional y el inspirador de una reforma constitucional: cuando se hizo la de 1994, muchas de sus propuestas fueron retomadas
Por: Adrián Pignatelli
Tapa de la revista Primera Plana, cuando era diputado nacional. Llegó a ser presidente de la cámara baja
El lunes 15 de julio de 1974 al mediodía la cantina Rincón de Italia, en la avenida Provincias Unidas 3701, localidad de San Justo, estaba colmada. En una de las mesas,almorzaba Arturo Mor Roig, que desde que había dejado de ser ministro del Interior del gobierno de facto de Alejandro Lanusse, trabajó para la apertura democrática que desembocó en las elecciones de 1973. Para cubrir los años de aportes para jubilarse, se ganaba la vida como asesor legal en la fábrica Socema, elaboradora de metales y afines, propiedad de un amigo de Ramallo.
Eran otros tiempos. Había sido presidente de la Cámara de Diputados y ministro, pero ganaba lo justo para vivir y había tomado un crédito que lo ayudaba a llegar a fin de mes y continuar pagando el departamento donde vivía en la ciudad de Buenos Aires.
Ese mediodía almorzaba con dos ejecutivos de la empresa; después del almuerzo iría a Retiro a buscar a su hija y a sus nietos, que le decían “Tata”, a los que llevaría al Luna Park a ver Holliday on Ice. No prestó atención a los dos jóvenes bien vestidos, que ocupaban una mesa cercana…
Cuando sus nietos fueron a visitarlo a su despacho en el ministerio del interior
De España a la Argentina
Había nacido en Lérida, España, el 11 de diciembre de 1914 y tenía siete años cuando su mamá Carmen decidió emigrar con sus padres. Allí quedaron un marido y una hija, también llamada Carmen. Se establecieron en la zona de San Pedro; su mamá se volvió a casar y tuvo otros dos hijos, que llevaron el apellido Solsona. Uno de ellos sería su secretario privado.
En San Nicolás cursó sus estudios secundarios en el Don Bosco y estudió Derecho en la Universidad de Buenos Aires.
Fanático de Huracán y gran lector, había tomado la ciudadanía argentina y adoptó dos apellidos: Mor por su papá y Roig por su mamá. En 1939 se afilió al radicalismo. Cuando el partido se dividió en 1956, le costó mucho tomar la decisión si quedarse con Ricardo Balbín o con Arturo Frondizi. Finalmente, luego de pensarlo una y mil veces, incluso en largas charlas con su esposa, lo hizo en la Unión Cívica Radical del Pueblo, junto a Balbín.
Acostumbraba a vestir ropas de colores oscuros. Trabajó en un importante estudio jurídico y en San Nicolás fue concejal en dos oportunidades, senador provincial por la segunda sección electoral y diputado nacional entre 1963 y 1966, donde ocupó la presidencia de la cámara baja.
Tiempos felices. Con su esposa, de vacaciones en el sur del país
Se había casado con Odilia Bertolini, una maestra de San Pedro. Tuvieron cuatro hijos: Raúl Arturo, Alicia Carmen, Ana María y Marta Teresa. Siendo diputado nacional, a su esposa le detectaron un tumor cerebral. Sacó un crédito bancario para pagar la operación, pero como el médico que la operó no quiso cobrarle, pensaba destinar el crédito a costear un tratamiento en el exterior, pero su esposa falleció el 1 de julio de 1964. Tenía 49 años. A los años volvió a casarse con Nélida “Chichita” Cheyllada.
La historia familiar está muy ligada al radicalismo. Raúl, su hijo, que militaba en el partido, estudió Derecho en La Plata y se había hecho amigo de Osvaldo y Enrique, los hijos de Balbín. Su hija Ana María aprendió a escribir con la esposa de Balbín, que era maestra. Cuando el líder radical estuvo preso en San Nicolás en 1950, su esposa se quedaba en lo de Mor Roig y para distraerse ayudaba a la niña con la escritura.
Como su pasión era la política, hizo un posgrado de Ciencias Políticas en la UCA aprovechando los años de silencio impuestos por la dictadura de Onganía. Con su hermana que había quedado en España siempre se comunicaba y se alegraba mucho cuando recibía una carta desde Barcelona. Ella viajó al país cuando asumió como ministro.
Octubre de 1966, casamiento de su hija Ana María. A la izquierda se ve a un joven Raúl Alfonsín
Ministro de Lanusse
Su aceptación al cargo de ministro del Interior del gobierno de Alejandro Lanusse causó un gran cimbronazo en el radicalismo. Balbín -con el recuerdo vivo del paso de radicales por el gobierno de la Revolución Libertadora- como jefe del partido, trató de hacer equilibrio y Jorge Paladino, el delegado de Perón. lo aprobaba. Sin embargo, la tenaz oposición interna llevó a Mor Roig, que integraba la mesa directiva del partido, a desafiliarse. Cuenta su hija que la separación de la UCR fue muy dolorosa para él. Balbín justificó la participación de su amigo en el gobierno de facto. “¿Sabe lo que pasa? El ‘Catalán’ ha pensado que podía dar la solución. Ha ido de buena fe”. Además tenía el aval de La Hora del Pueblo, un nucleamiento multipartidario que presionaba a la dictadura a dar elecciones.
A su familia le dijo que había llegado el momento de “hacer, y no de ser” cuando asumió el 26 de marzo de 1971. Le desvelaba contribuir a la normalización institucional del país. Pretendió convertirse en el custodio de un proceso de democratización real que terminase en elecciones limpias y transparentes, y que Balbín fuera el presidente. Pero la corriente iba en dirección a Perón.
El 1 de abril dispuso la rehabilitación de la actividad de los partidos políticos y armó una comisión asesora que estudiase una reforma constitucional. Dispuso que el presidente y su vice fueran elegidos por el voto directo, que durasen cuatro años en el cargo con una sola reelección. Contempló el ballotage en caso de que ningún partido alcanzase la mayoría y estableció tres senadores por provincia también por elección directa, dos por la mayoría y el tercero por el partido que siguiera en el número de votos. Dispuso que las sesiones ordinarias del Congreso se celebrasen desde el 1 de abril al 30 noviembre, y no de mayo a septiembre. Además, se crearon jurados de enjuiciamiento para magistrados inferiores, entre otras medidas.
Conmoción en el radicalismo: Mor Roig decidió desafiliarse cuando asumió como ministro
Esta reforma –detallada en la ley 19608 de enmienda parcial de la Constitución Nacional- se aplicó para las elecciones nacionales de marzo, abril y septiembre de 1973, pero luego quedaron sin efecto porque caducó la cláusula que exigía su ratificación por una convención constituyente. Tuvo un reconocimiento póstumo: muchas de estas medidas fueron incorporadas a la Constitución votada en 1994.
La familia no la pasó bien debido a la portación de apellido: para los radicales ella era una traidora porque su papá había colaborado con un gobierno de facto y para los peronistas una gorila.
“Arturo, guárdese un tiempo”
Desde que el general Lanusse había entregado el poder, Mor Roig se había alejado de la función pública y de la política y sobrevivía con su puesto en la metalúrgica.
El que venía oliendo el peligro era Balbín. Desde que hablaba con el presidente Perón, y éste escuchaba y solía implementar los consejos que el radical le daba, la dirección de Montoneros recurrió a él para llegar al anciano líder porque éste no los recibía. Los guerrilleros le advirtieron al radical que podrían tomar represalias contra alguno de colaboradores o amigos. Balbín pensó en Mor Roig y lo llamó para advertirle: “Arturo, guárdese por un tiempo”, le suplicó. Similar aviso recibió de Lanusse por la ola de atentados que sufría el país. El 1 de julio habían hablado por última vez.
Hacía tiempo que escribía columnas semanales en el diario El Día, de La Plata, con el seudónimo de Esteban Sastre. Ese día le habían publicado una titulada “Las responsabilidades multiplicadas”. Al director del diario, su amigo David Kraiselburd, lo habían secuestrado el 25 de junio de ese año y lo mataron 54 horas después que a él cuando la policía descubrió la casa en Gonnet donde lo tenían cautivo.
Frente de la cantina donde fue asesinado Mor Roig, en San Justo
El último almuerzo
Pasadas las 14:25 estacionó en la puerta del restaurante un Fiat, presumiblemente modelo 1500 color rojo. Adentro había cuatro personas, que ingresaron a la cantina, y los dos jóvenes bien vestidos se pararon. A corta distancia lo acribillaron de dos disparos de Itaka y lo remataron a tiros de pistola. Mor Roig murió instantáneamente y su cuerpo quedó sobre la mesa. Tenía 59 años.
Los asesinos se subieron al auto y desaparecieron por la calle Pichincha en dirección a Haedo.
Llevaron su cuerpo al Instituto de Cirugía de Haedo, donde le hicieron la autopsia; tenía 32 impactos producto de los perdigones. El dueño del restorán y los mozos quedaron incomunicados en la comisaría de Haedo.
Esa tarde, hubo un tiroteo en un puesto de control, donde se produjo un muerto y un herido. En un primer momento se pensó que se trataban de los asesinos, pero los hechos no estaban ligados entre sí.
El gobierno de Isabel Perón decretó duelo nacional, ya que “prestó importantes servicios al país como legislador y ministro”.
Desde las 21:40 fue velado en el salón de los Pasos Perdidos del Congreso. En la entrada del velorio, por las dudas la policía palpaba de armas a los hombres de pelo largo, a los que lucían barba o a los que no llevaban corbata. Fue mucha gente joven.
Entre los asistentes estuvo Raúl Alfonsín, a quien Mor Roig quería mucho. Por un tiempo, los dos junto a Juan Carlos Pugliese habían vivido apretujados en un departamento alquilado cuando paraban en Buenos Aires.
Su asesinato fue tapa de todos los diarios. En La Opinión, siguió el caso el periodista Heriberto Kahn
A las dos de la mañana, el murmullo característico de los velatorios se acalló y la gente fue haciendo un pasillo natural, por el que se vio venir a Balbín del brazo de su esposa Indalia Ponzetti. Primero abrazó a un hijo del fallecido, luego a las hijas y cuando llegó al féretro, la madre de 82 años estalló en una crisis. Desde que su marido había muerto, Arturo se había convertido en su sostén.
Balbín, apabullado, se quitó los anteojos, y lloró en silencio junto al cuerpo de su amigo.
Despidieron sus restos en el Congreso el justicialista Ferdinando Pedrini y el radical Juan Carlos Pugliese. Al mediodía del día siguiente llegó Lanusse, que se había enterado por la radio. No entró al Congreso, sino que esperó en la puerta de calle y acompañó el cortejo a San Nicolás. A las 15:50 hubo una misa de cuerpo presente en la Catedral de esa ciudad y a las 17:45 fue sepultado en el cementerio local. Lo despidieron Walter Carter, director de la Casa del Acuerdo; León Lapauyale, presidente del comité radical local; Carlos Contín, vicepresidente segundo del Comité Nacional de la UCR; y el propio Lanusse.
La policía no tenía demasiadas pistas. Salieron a la caza de un Fiat 1500 rojo, aunque podría haber sido un 128, un 125 o un 1600. La confusión aumentó cuando notaron que los Fiat 1500 rojos habían salido de circulación. Por precaución, hubo dueños de esa marca que en los días siguientes los dejaron guardados en el garaje.
Era, a todas luces, un crimen desconcertante por tratarse de una persona sin actividad política ni pública. Tomó la causa el juez federal Alfredo Nocetti Fassolino. En los días siguientes ordenó la detención de 28 integrantes del Partido Socialista de los Trabajadores, a los que tuvo que liberar porque no tenían nada que ver.
Tenía 59 años cuando lo asesinaron. Montoneros terminaría admitiendo la responsabilidad de su muerte
El asunto comenzó a esclarecerse cuando en actos montoneros, la gente cantaba: “¡Oy, oy, oy qué contento que estoy! ¡Vivan los montoneros que mataron a Mor Roig!”
Los terroristas quisieron justificar su accionar cuando sostuvieron que había sido el teórico de Gran Acuerdo Nacional, propiciado en su momento por Lanusse, y que eso aseguraba la permanencia de los intereses imperialistas en el país, en una alianza con monopolios y la burguesía “nacional”.
En un encuentro dos semanas después de la muerte de Perón que Balbín tuvo con Roberto Quieto, integrante de la conducción de Montoneros, le explicó que pretendieron enviarle el mensaje a la UCR que ellos no podían ser dejados de lado por el gobierno de Isabel Perón y por eso mataron a un dirigente radical. Balbín no pudo hacerle entender que Mor Roig no era dirigente y que estaba desafiliado desde que había decidido ser ministro.
Cuando un integrante de la organización le preguntó a Quieto el porqué de la muerte, contestó que había traiciones que no podían olvidarse, y que en el caso de Mor Roig se había dictado sentencia por los fusilamientos de Trelew, y esa sentencia debía cumplirse en el momento que se pudiese, “con independencia de la situación política y de la oportunidad”.
Hace años que la fábrica de San Justo cerró, como la cantina del trágico hecho. Lo que aún permanece sin entender a pesar del tiempo transcurrido son los actos de aquellos que pretendían construir un futuro sembrando violencia y muerte. Pobre Mor Roig, cuántas vidas y años perdidos.
Fuentes: Doy Fe, de Heriberto Kahn; La Voluntad, de Eduardo Anguita y Martín Caparrós; Mi Testimonio, de Alejandro A. Lanusse; Balbín, el presidente postergado, de A. Pignatelli; diario La Opinión; revista Primera Plana