Nuestra historia

Roberto Goyeneche, el carisma de un artista genial y único

(1926-1994)

Autor: Felipe Pigna

De sus comienzos como chofer de colectivo a su consagración.

Roberto Goyeneche tenía de Polaco solo el color de pelo. Este descendiente de navarros nos traía, a los que nos gusta la historia, recuerdos de un general español, de los “realistas” de nuestras guerras de independencia.

Su garganta con arena empezó a hacerse a oír en los colectivos de la línea 19 que manejaba y bajo la inspiración de alguna calcomanía de “El Mudo” Carlitos Gardel ensayaba bajo el oído desconcertado y halagado de los 22 pasajeros sentados, como decía el cartelito obligatorio que no ponía límite a los parados y colgados de donde fuese.

No había maquinitas y Roberto preguntaba hasta dónde iban, cortaba boletos, daba vueltos y recordaba de avisarle a la niña, al muchachito o a la abuela en la esquina desconocida. Y además manejaba, claro. Y entre parada y parada, se largaba un tanguito y cosechaba sus primeros aplausos.

Después manejó un taxi, donde el concierto se hacía más íntimo y ejerció como mecánico, donde los martillazos dificultaban la audición. Era mediados de la década del 40, el tango comenzaba a vivir su etapa de las grandes orquestas y se enteró por el diario de un concurso en el Club Federal Argentino en que se buscaban “voces nuevas”.

Le fue muy bien y fue por más hasta ser aceptado en la orquesta de Raúl Kaplún cuando apenas había cumplido los 18 años.

El «golazo» del Polaco

Como le gustaba decir a él, hincha fanático de Platense, el “golazo” vino cuando se convirtió en uno de los cantantes de la formación del genial Horacio Salgán. Allí compartía el rol con Ángel Díaz, el que lo bautizó para siempre como El Polaco.

Entonces empezó a grabar para RCA Víctor éxitos como Siga el corso, y las radios a difundir su estilo decidor, tan personal y único. 

A mediados de los cincuenta cumplió el sueño de ser el cantante de la orquesta de su admirado y querido Aníbal “Pichuco” Troilo con quien llegaría a grabar decenas de temas.

El “Gordo” lo quería tanto y era tan generoso que sabiendo que perdía un baluarte lo impulsó a seguir su carrera como solista acompañado por grandes músicos como Armando Cupo, Mario Monteleone y Luis Stazo.

De aquel año 1963 nos han quedado maravillosas grabaciones como Frente al mar y Qué falta que me hacés.

Entre fines de los 60 y comienzos de los 70 graba sus maravillosas versiones de Afiches y Malena. Y quedó para la historia su versión de 1969 de Balada para un loco de Astor Piazzola y Horacio Ferrer.

Por aquellos años viajaría a los Estados Unidos, donde grabaría tangos clásicos como Volver de Gardel y Lepera, Sur de Homero Manzi y Los ejes de mi carreta, el gran tema campero de Atahualpa Yupanqui.

En 1982 se dio el gusto de cantar con el quinteto de Astor en una temporada en el Regina.

Tras un breve paso televisivo en programas junto a Jorge Porcel, Pino Solanas lo convocó para actuar y cantar en su recordada película Sur.

Le seguirán actuaciones junto a su querido Rubén Juárez y la Gata Adriana Varela. Hasta que el 27 de agosto de 1994 se nos fue más allá del Sur y de la inundación, quizá buscando a Malena.

Hoy la tribuna popular de la cancha de su querido Platense lleva su nombre y una avenida y una estación del Ferrocarril Mitre de su barrio de Saavedra lo homenajean.

El Polaco impuso un estilo único y como decía Gardel de sí mismo, no cantaba los tangos, los interpretaba, pasaban a través de él y nos los traducía con toda su magia, claro que como le pasaba al Mudo, algo se le quedaba dentro, esa magia intransferible.

Fuente: El historiador