El Show de Carlitos Balá
El programa infantil que marcó a varias generaciones y dejó una serie de inolvidables frases en la memoria popular
Canciones, sketches y divertidos segmentos hicieron de este ciclo dedicado a los más pequeños un verdadero clásico que tuvo varias temporadas al aire
PARA LA NACIONAlejandro Rapetti
“Aquí llegó Balá, Balá, Balá, el show va a comenzar, ya llegó, ya llegó, les traigo lo mejor, Balá, Balá, de mi repertorio…”, comenzaba El show de Carlitos Balá, con la misma canción y ternura de siempre, rodeado de un púbico infantil que literalmente lo adoraba. Carlitos tendía un puente de complicidad con cada uno de sus pequeños espectadores, sabía cómo hacerlos reír, y ellos se lo agradecían de corazón en cada programa.
Alegre, querido, fue el humorista infantil más popular del país. Hizo de la risa un remedio y un modo de vida y nunca perdió su optimismo. Su marca registrada fue el flequillo y un puñado de gags, latiguillos y muletillas que repitió incansablemente a lo largo de más de 60 años de trayectoria para convertirse en un emblema de la infancia para muchas generaciones.
“Señoras y señores, y por qué no lactántricos, que tengan ustedes una muy buena imagen. Aquí nuevamente para hacerlos divertir sanamente y en familia. Haremos lo imposible para que ustedes lo pasen un kilo… y dos pancitos. ¿Y cómo son los niñitos del jardín? Chiquitiiiiitos. Un gestito de idea…. Otro gestito de idea… Ay, ¡pero qué lindo! Y como el movimiento se demuestra andando, pues… ¡Andemos! ¡Nos vemos! ¡Eaeaeaapepeee!”.
La presentación en el estudio daba paso al primero de los muchos sketchs que, a su vez, eran el plato fuerte del programa, donde desfilaba una galería de personajes entrañables como Angueto, “el perrito invisible” que llevaba con una correa rígida y que lo arrastraba a su antojo siempre hacia adelante, mientras él exclamaba: “¡Angueto, quedate quieto!”. Muchos recordarán al niño travieso, ataviado con gorra y un moño enorme que nunca perdía oportunidad de hacer alguna travesura o las bromas telefónicas, el mismo que hizo famosa la frase: “Mamá, ¿cuando nos vamo’?”.
También interpretaba personajes como El Indeciso (“lo compro o no lo compro”) que sacaba de las casillas a todo aquel que se cruzaba en su camino, y Petronilo, el paisano candoroso que tras ser engañado por un estafador callejero, igualmente se sentía favorecido por su fortuna, y remataba: “Te pasaste Petronilo, la Argentina te queda chica, precisás dos números más”.
Muchos actores que acompañaron a Carlitos Balá fueron parte del elenco de Viendo a Biondi, como Pepe Díaz Lastra y Délfor Medina, con quien ya había trabajado en el Circus Show; Carlos Serafino, Nya Quesada y Lita Landi. También participaron del ciclo Héctor Nicotra; Pepe Armil, actor de cine, teatro y televisión; Rodolfo Machado, compañero por varios años de Carlitos; Mónica Jouvet, Aggo Franzetti, actriz que también trabajó con los uruguayos de Hiperhumor; las hermanas María Cristina y Matilde Maggi. En 1976 se incorpora también Julio Gini, que lo acompañaría en los años siguientes, además de tener una importante carrera teatral y televisiva junto a Andrea del Boca, Elda Dessel, Horacio O’Connor, Roberto Carnaghi y Sergio Petrone, con quien hacían el sketch de “Chiche y el Flaco”.
Con más de 60 años de trayectoria mayormente dedicada a show infantil, Carlos Salim Balaá Boglich, realizó espectáculos en radio, televisión, cine, circo y teatro. Nació en el barrio de Chacarita, su padre era de origen sirio y su madre, de origen croata. Descubrió que le gustaba hacer reír en un cine a oscuras: se había cortado la película, y desde su butaca lanzó en la oscuridad una de sus tantas ocurrencias, que enseguida provocó una carcajada generalizada del público. Le gustó esa sensación de alegrar a la gente… y el don ya lo tenía.
Fue así que decidió convertirse en artista, y con poco más de 20 años, empezó a subirse a la Línea 39 de colectivos para ensayar sus primeros monólogos y chistes, como una estrategia para perder el miedo a los escenarios y enfrentar su timidez: “Soy una persona tímida, pero como soy actor trato de disimularlo lo más posible. Como la timidez no me dejaba subir a un escenario porque temblaba como una hoja, yo exteriorizaba mi vocación de actor cómico en lugares que no eran un escenario: la calle, una fiesta familiar, un colectivo, un tranvía”, reveló en una entrevista emitida en 1975 en el programa Grandes Valores del Tango.
Sus comienzos fueron en la radio y luego desembarcó en la televisión con La revista dislocada, junto a Délfor Dicásolo. Formó parte del trío “Balá, Marchesini y Locati”, y en 1964 fue contratado por Canal 13 para protagonizar El soldado Balá. A partir de entonces, durante los años sesenta y setenta, desarrolló una extensa carrera televisiva al frente de programas como El flequillo de Balá, El clan de Balá, Balabasadas, El circus show de Carlitos Balá y El circo mágico de Carlitos Balá. Así las cosas, en 1979, con más de 50 años, fue contratado para protagonizar El show de Carlitos Balá, en ATC, con dirección de Enrique Acosta, un programa que no tardó en convertirse en un clásico de la TV argentina
Allí nació también otro hito de su carrera, el Chupetómetro, ese enorme receptáculo donde miles de chicos eran invitados a dejar sus chupetes como su primera gran ofrenda. Carlitos les enseñaba a desprenderse, a elaborar los primeros adioses, a dejar ir y seguir, y ellos aceptaban con gusto el desafío.
Además de los juegos y los concursos, otro momento tierno del programa era aquel en que leía las cartas y mostraba los dibujos que le enviaban sus fieles seguidores, que en muchos casos le dejaban su fecha de cumpleaños, y hasta muchos años después, era capaz de llamarlos para felicitarlos y jugarles alguna de sus bromas.
Sus canciones fueron escuchadas por grandes y chicos, quienes se aprendieron las letras de memoria y las cantaron a pulmón. “Y qué gusto tiene la sal” fue sin dudas una de las más icónicas, donde él preguntaba: “¿Qué gusto tiene la sal?” y esperaba que el público respondiera: “salado”. Otra de las estrofas decía: “La vida tiene mil cosas que debemos aprender, con un poquito de sal le encontramos más placer”.
Una de las más recordadas es “El show de Balá”, donde el humorista y las coristas entretenían a los chicos al ritmo de: “Aquí llegó Balá, (Balá, Balá), el show va a comenzar, (ya llegó, ya llegó)…” Otro de sus hits fue “Angueto quedate quieto”, donde describía a un lindo perrito color café que no sabía por qué, pero nadie lo podía ver. “Angueto quedate quieto, que te prometo un lindo manjar, un terroncito de azúcar y un paseito por la ciudad / La vida tiene mil cosas que son hermosas y no se ven”, eran algunos de los versos de la canción.
“Felicidad empieza con Fe”, fue otra de las canciones que Balá cantó a lo largo de su carrera. Era una de las más emotivas de su repertorio y decía: “Cada día estoy más convencido que no es tan difícil ser feliz. Tan solo es preciso ser sincero, ser amigo, compañero, dar la mano sin mirar. Si el sol sale todas las mañanas, y tenemos agua, cielo y pan, es feliz aquel que, simplemente, le conforma lo que tiene y lo sabe valorar”.
Otros clásicos eran “Pitecantropus”; “La Carrindanga”; “El profesor distraído”; “Me largo a Mar del Plata” y “El Gestito de idea”; que además de hacerlo con los dedos y ser su marca registrada, se convirtió en canción: “Cerrando un ojo, hagamos un chasquido, qué suerte, qué bien, qué bien me ha salido”, decía parte de la letra.
Años más tarde, El Show de Carlitos Balá volvió a salir al aire por ATC, en 1987 ganó el Martín Fierro a mejor programa infantil, luego pasó a Canal 2, y al año siguiente regresó a ATC junto al personaje de Margarito Tereré.
Con el tiempo, sus muletillas se han convertido en parte de la identidad del ser argentino, con frases como “¡¡¿Qué gusto tiene la sal?!!”, o el archi famoso “Ea-eaaa pe-pé”; o “Sumbudrule”, cuando inadvertidamente colocaba su mano sobre la cabeza de sus oponentes como una araña, en señal de burla o disgusto. Y la lista sigue: “Y, dígame…” al que respondía con un Meee… (imitando el sonido de una oveja); o”¡Mirá cómo tiemblo!”, mientras extendía sus brazos hacia adelante y agitaba sus manos; “Un kilo y dos pancitos”, “Más rápido que un bombero”, “Fabulósico” (y otras por el estilo), “Za-za-za za-za-za”, “Con techito por si llueve”, “Ya mismo y sin cambiar de andén”; “Quédese tranquilo y duerma sin frazada”, “Riñones” (mientras con el índice se tocaba la cabeza dándose aires de inteligente); “¡Idiota!”… al que respondía con un “¡Pero limpito!”; “Observe y saque fotocopia”, “El movimiento se demuestra andando…pues andemos”.
Durante toda su vida sembró alegría, y de la misma manera, en los últimos años cosechó reconocimientos, homenajes y agradecimientos. En 2009, la Legislatura porteña lo declaró Personalidad Destacada de la Cultura, y en 2011, le entregaron el premio a su trayectoria en los Premios Martín Fierro, y se le brindó una de las ovaciones más sentidas.
Cuando cumplió 90 años, recibió un llamado especial: “Me dijeron que cumple 90 años”, le dijo el Papa Francisco, a lo que Balá, genio y figura, contestó con el mismo tono que su personaje Petronilo: “Y no le han mentido”.
En una de las últimas entrevistas dejó algunas frases para el recuerdo: “Ver reír a un chico es sagrado”; “La vida tiene mil cosas que son hermosas y no se ven”; “Pasa el tiempo, habrá más artefactos, pero la parte humana del chico es igual que hace 40 años. ¿Le duele algo? El chico llora. ¿No le gusta? Hace puchero. No me vengan con libritos. Ayer y ahora, un nene es un nene. Hoy mi sucesor no debería luchar por sacarles a los chicos el chupete y sí el celular”.
El 22 de septiembre de 2022, el famoso humorista que hizo cantar y bailar a varias generaciones murió, a los 97 años. Se encontraba internado desde la noche anterior en un sanatorio porteño tras sentir algunos dolores y mareos.
“Con mucha tristeza despedimos a Carlitos Balá, nuestro pasajero más famoso, quien inició su carrera en nuestros colectivos. ¡Hasta siempre Carlitos!”, publicó desde su página oficial la Línea 39 de colectivos, que une los barrios porteños de Chacarita con Barracas y La Boca. Con Carlitos se nos fue un pedacito de nuestra infancia. Su legado quedará para siempre en el imaginario popular argentino.