Consultas en una medicina enferma
La Academia Nacional de Medicina y la Asociación Médica Argentina son un orgullo nacional. Sin embargo, la Superintendencia de Salud no los consulta. Avala en cambio, drogas y anticuerpos monoclonales “que son por lo menos diez veces más caros y diez veces menos efectivos que otros”.
Historiador, autor del sitio Historia Hoy y director de Olmo Ediciones.
La Academia Nacional de Medicina ha cumplido más de 200 años desde su creación en 1822, por disposición del entonces ministro Bernardino Rivadavia. Desde entonces, ha marcado los destinos de la medicina argentina que es motivo de orgullo para la nación.
La Asociación Médica Argentina (AMA) fue fundada en 1891 y también ha sido dirigida por profesionales de renombre internacional.
Argentina debe estar orgullosa de su medicina y sus médicos, a pesar del mal momento que atraviesa el sistema. A pesar de ese deterioro de la calidad prestacional, sigue siendo una de las mejores del continente, incluso con todas las trabas que se han introducido en su práctica.
Las periódicas crisis económicas han obligado a replanteos del esquema sanitario. Curiosamente, en estos cambios cataclísmicos, estas instituciones rectoras, no han sido consultadas ni por gerenciadores privados o públicos, ni por el gobierno, reducida tanto la Academia como la AMA a una figura docente pero administrativamente intrascendente.
No niego la idoneidad de funcionarios de la Superintendencia de Seguros de Salud ni del Ministerio o Secretaría de Salud Pública, pero los conocimientos de académicos probos, casi todos ellos con una carrera internacional reconocida, merecen una consulta, una opinión o al menos una reunión para recabar conceptos y conocimientos.
Por ejemplo, en estos días las gerenciadoras de prepagas obras sociales advierten que sólo avalan las “indicaciones de especialidades médicas respaldadas por prospectos autorizados por el ANMAT”.
Pues en mi humilde opinión, hay varios productos que se usan con fines terapéuticos efectivos que no están reconocidos en los prospectos. Por ejemplo, la ivermectina, que se usa como antiparasitario, ha demostrado tener valor como antivirósico y en el tratamiento de la rosácea, tanto por vía oral como tópica. Asimismo, el fosfato de dexametasona no está indicado específicamente para el uso intravítreo asociado a antibióticos en infecciones intraoculares.
El bevacizumab es un anticuerpo monoclonal utilizado para el tratamiento de distintos tipos de cáncer en forma endovenosa, pero no hay ninguna indicación sobre el uso intravítreo en las maculopatías relacionadas con la edad, en la retinopatía diabética ni en el glaucoma neovascular, uso que es de gran valor en estos casos graves.
Podrán argumentar que existen otros anticuerpos monoclonales que pueden ser útiles, pero son por lo menos diez veces más caros (como poco) pero no son diez veces más efectivos.
Existen organismos consultivos en el ámbito académico que también actúan como controladores de la ética profesional y tienen fluidos contactos con organizaciones médicas de todo el mundo. ¿No es lógico recurrir a ellas para dar su opinión fundamentada sobre estos temas? ¿O acaso se ha perdido la humildad de preguntar a quienes más saben?
La Academia de Medicina es una institución casi tan antigua como la Argentina, y los médicos como Argerich, Muñiz, Wilde, Rawson, Güemes, Illia, Posadas, Favaloro y tantos otros, asistieron a hacer patria con su sabiduría, sentido común y coraje cívico. ¿Por qué no consultarlos en estos momentos cruciales no solo para el país sino para la misma medicina?
*Miembro de CAMEOF
Fuente: Perfil