La curiosa historia del Grand Splendid
De una gran sala de cine y teatro a la librería porteña más famosa
Se inauguró en 1919 cuando llegó al país el primer proyector de cine y, antes de posicionarse en los rankings internacionales, el edificio de El Ateneo de Santa Fe y Callao presentó en su escenario a emblemáticas figuras
En el umbral del nuevo milenio, mientras las salas de cine agonizaban en manos de los reproductores de dvd, primero, y la televisión por cable e internet, después, un grupo de empresarios decidió apostar por un antiguo artefacto: el libro. Fue así que en el año 2000, el cine teatro Grand Splendid, que a lo largo del siglo XX alojó a legendarias figuras como Carlos Gardel y Mirtha Legrand, se transformó en una de las librerías más lindas del mundo: el Ateneo Grand Splendid. Aunque muchos celebran los reconocimientos internacionales de la librería, quienes conocieron el esplendor del teatro, todavía guardan la esperanza de que algún día vuelva la platea.
El cine teatro Grand Splendid inauguró en 1919 por iniciativa de Max Glücksmann, un inmigrante austríaco que trajo el proyector cinematográfico al país y produjo el primer documental. Este pionero del séptimo arte decidió construir una primera sala de cine en Santa Fe y Callao, el Splendid Theatre. El éxito de esta iniciativa lo llevó a ir por más: en 1917, dispuesto a competir consigo mismo, compró un terreno en la misma cuadra y empezó la construcción del Grand Splendid.
Esta sala, ubicada en Santa Fe 1860, había pertenecido a una fábrica de carruajes y luego fue sede del Teatro Nacional Norte, nombre que recibió para diferenciarlo del otro homónimo sobre la calle Corrientes. En 1914, el salón se convirtió en Parisién y vivió una de sus épocas más oscuras: “con su teatro de variedades y bailarinas, llevaba adelante actividades paralelas reñidas con la moral”, como escribió el historiador Daniel Balmaceda. Luego de una investigación del diario Crítica, la sala se vio obligada a cerrar. Reabrió antes de terminar 1914 con el antiguo nombre de Teatro Nacional Norte y en 1915 pasó a llamarse Teatro Battaglia, en homenaje al actor Guillermo Battaglia, fallecido en 1913. El Battaglia funcionó hasta fines de 1916 y luego fue el turno de Glücksmann.
La remodelación de 1919 impulsada por el austríaco estuvo a cargo de los arquitectos Rafael Peró y Manuel Torres Armengol. El nuevo edificio era de estilo clasicista y afrancesado, desde el espeso frente hasta la coqueta sala. El techo corredizo permitía mirar el cielo y la cúpula estaba ornamentada con pinturas del italiano Nazareno Orlandi que representaban el fin de la Primera Guerra Mundial.
Esta opulencia fue fruto de la pujante cultura del espectáculo de Buenos Aires en la primera mitad del siglo XX. Gracias al surgimiento de una docena de salas que fomentaban la ecléctica movida teatral, Buenos Aires se consagró como uno de los destinos de giras internacionales de figuras y elencos, en especial en el campo de la ópera. La compañía de danza Ballets Rusos viajó en 1913; Sarah Bernhardt, en 1886; Enrico Caruso, en 1899; Giacomo Puccini, en 1905; Arturo Toscanini, en 1912; y la escandalosa Josephine Baker, en 1929. La creatividad de los artistas y el interés del público hicieron de la ciudad un monumental laboratorio que fusionó tradición y modernidad.
El Grand Splendid, ubicado fuera del circuito de la calle Corrientes, osciló entre el cine y el teatro durante décadas. Allí se presentaron obras de ballet, teatro de prosa, óperas, fiestas a beneficio y tangos. En 1923 comenzó la emisión de Radio Splendid y, entre 1921 y 1930, en el último piso funcionó un estudio de grabación donde Carlos Gardel inmortalizó su voz. Según la leyenda, Glücksmann se tomó el atrevimiento de explicarle ciertos trucos para expandir la caja torácica.
“Produje el último espectáculo que se hizo en el Grand Splendid, Perciavalle a pleno color, que estrenó en 1982″, dice a LA NACION Daniel Mañas. “Fue un éxito enorme, no había nunca entradas disponibles y liderábamos las recaudaciones con funciones de martes a domingo. Se llamó A pleno color porque se estrenó en el momento en que la televisión a color era furor y el primer canal en transmitir fue ATC. Me pareció que el target de Perciavalle era ideal para ese teatro sobre la Avenida Santa Fe, por ese entonces asociada a clase media alta. En el monólogo inicial aprovechábamos para darle sutilmente con un caño a los militares en sus últimos tiempos en el poder. Perciavalle hacía varios personajes, entre ellos a Isabelita. Hacía poco que la habían liberado después de cinco años presa y se había ido inmediatamente a España. La gente quería ver a Perciavalle como Isabel, una figura vedada, prohibida, misteriosa. Cuando aparecía en escena, caminando como ella en Ezeiza, el público aplaudía y se reía”.
En febrero de 2000, el grupo Ilhsa realizó una inversión de más de tres millones de dólares para transformar el teatro en librería. “Un día me acerqué, recuerdo que estaban dando la película Buena Vista Social Club, miré en todas direcciones y tuve la intuición de que ese lugar podría ser una librería”, dice Adolfo De Vincenzi, CEO del grupo empresarial. “La obra se hizo en un tiempo récord de seis meses: se niveló el piso, se incluyeron escaleras mecánicas y se restauró la cúpula. Así fue que en diciembre de 2000 abrimos El Ateneo. Firmamos un acuerdo de reversibilidad, que asegura que el día que decidamos cerrar, el Grand Splendid podría volver a ser una sala de cine teatro”.
Quienes pasaron por el escenario no se inclinan ante la librería. “Cuando todo el mundo, literalmente, habla de la belleza de la librería El Ateneo, no deja de darme un poco de pena”, dice Daniel Mañas. “Hay decenas de lugares para hacer librerías, pero un teatro tan maravilloso como lo era el Gran Splendid, por su belleza, capacidad y acústica, no”. Arnaldo André actuó en el escenario que hoy funciona como cafetería junto con Mirtha Legrand en la obra 40 quilates. “Para mí, sigue siendo el Splendid, pero al menos no es un supermercado o un shopping”. El empresario Carlos Rottemberg coincide: “Me gustan las librerías, pero como hombre de teatro, veo como asignatura pendiente que vuelva a funcionar”.