Marcelo T. de Alvear y un amor escandaloso
Marcelo T. de Alvear: de “niño bien” a presidente radical y su amor de película que escandalizó a la sociedad
Un día como hoy nacía hace 155 Marcelo T. de Alvear, quien haría historia dentro del radicalismo. De familia patricia, fue presidente y jefe del radicalismo. Su relación con Yrigoyen, su casamiento que desafió a la sociedad porteña y una gestión presidencial, de la que se llegó a decir que su gabinete estaba formado por ocho presidentes, coordinado por un secretario general
Por: Adrián Pignatelli
Alvear joven. Estudió Derecho en la UBA y participó de la revolución del Parque, donde conoció a Leandro N. Alem (Revista Caras y Caretas)
Máximo Marcelo Torcuato era un estudiante de Derecho de 22 años cuando se unió a la juventud que protestaba contra el gobierno de Miguel Juárez Celman. Ese “niño bien”, nacido el 4 de octubre de 1868 y criado junto a sus hermanos Carmen, Ángel y Carlos en una mansión de estilo francés en Juncal 1082 casi esquina Cerrito, estuvo en el mitin del Jardín Florida y fue solo escuchar el encendido discurso del dirigente Leandro N. Alem para ofrecerle toda la colaboración que necesitase.
Ese joven alto, corpulento, de recortada y fina barba, venía de una familia patricia. El primer Alvear en estas tierras fue Diego de Alvear y Ponce de León, funcionario del virreinato. Sus abuelos fueron los generales Carlos María de Alvear y Ángel Pacheco por vía materna. Su padre Torcuato -intendente porteño durante la presidencia de Julio A. Roca- por escasos meses no alcanzó a verlo recibido de abogado en la Universidad de Buenos Aires. El doctorado lo obtuvo con la tesis “De los albaceas”.
Alem, en el centro, en una fotografía de 1893 tomada en Rosario. A su derecha, se ve a un joven Marcelo T. de Alvear, cruzado de brazos
Siguió a Alem en la conformación de la Unión Cívica Radical, fue su secretario en la Revolución del Parque, y en la de 1893 lideró un grupo armado de 75 hombres que tomó la comisaría y la estación ferroviaria de Temperley, lo que le valió el elogio de Hipólito Yrigoyen. El triunfo en territorio bonaerense duró solo unos días. Sufrió la dura represión ordenada por el ministro Manuel Quintana y conoció la cárcel.
Allí comenzó una relación de amistad y profundo afecto con Yrigoyen, 16 años mayor, que duraría toda la vida. Se llamaban por su nombre pero nunca se tutearon. Cuando en 1897 aquel se batió a duelo con Lisandro de la Torre, Marcelo fue, junto a Tomás de Valle, uno de sus padrinos y lo instruyó en el manejo del sable, del que Yrigoyen nada conocía.
Lo siguió a don Hipólito en su intransigencia partidaria y en esa lucha contra el que líder del radicalismo llamaba “el Régimen”.
Además de político, era afecto a la práctica de deportes. Esgrima, automovilismo y tiro fueron algunas de las disciplinas en las que se destacó (Revista Caras y Caretas)
La política no era su único mundo. En 1900 con su Locomotive, ganó la primera carrera de autos corrida en el país, y se destacaba en la práctica de varios deportes, como la esgrima, la equitación, las competencias de tiro o las peleas de box, en la que llegó a cruzar guantes con Jorge Newbery.
Ese soltero millonario tan codiciado por las muchachas porteñas, se casó en 1906 en Lisboa con la cantante lírica Regina Pacini, a quien la había escuchado cantar por primera vez en Buenos Aires en 1898. Lo había encandilado a tal punto, que por ocho años la siguió por toda Europa en sus giras artísticas, en las que la colmaba de flores y costosos regalos que ella, educadamente, devolvía. Antes de dar el sí, hubo condiciones de ambas partes: ella aceptó pero que antes de casarse, quiso cantar cuatro años más; y él, que una vez que fuera su esposa, no actuase más en público, aunque sí lo haría en reuniones privadas.
Su regalo de casamiento fue Le Manoir de Coeur Volant, una magnífica mansión de estilo normando en las afueras de París, en la que vivieron sus primeros años de casados. El círculo familiar y de amistad de Alvear se escandalizó cuando en Buenos Aires llegó la noticia de su casamiento con “una artista”. Días antes del enlace recibió un telegrama firmado por muchas de sus amistades, instándolo a romper la relación, actitud que le dolió mucho.
Alvear y Regina Pacini vivieron un romance de película, luchando contra las rígidas convencionales sociales de entonces
Junto a Diego Luis Molinari estuvieron encerrados en el estudio de don Hipólito tratando de convencerlo de que aceptase la candidatura presidencial en 1916 y se apartase de ese no rotundo del que no se movía.
Cuando Yrigoyen fue elegido presidente, Alvear rechazó ser su ministro de Guerra y asumió como diputado nacional. El presidente le ofreció la embajada argentina en París, donde estuvo entre 1917 y 1922. En el marco de la Primera Guerra Mundial, tuvo la primera desavenencia con Yrigoyen, partidario de la neutralidad. En cambio el embajador sostuvo que esa neutralidad dejaría afuera al país del nuevo orden internacional.
Cuando llegó la hora de las elecciones presidenciales, el líder radical se inclinó por él. Estando en París, sabía que su nombre era repetido por el presidente saliente. Se sospechaba que Yrigoyen lo había elegido porque se descontaba que lo sabría manipular. “Alvear administra e Yrigoyen dirige la política”, se decía al inicio de su gestión, pero los hechos demostraron lo contrario.
Fue presidente entre 1922 y 1928. No hizo campaña. Se enteró que era candidato estando en Europa (Wikipedia)
Fue un presidente que no hizo campaña electoral. La banda presidencial que lució el día de la asunción el 12 de octubre de 1922 había sido confeccionada especialmente por Tomasa, hermana de Alem. Contrario a la gestión personalista de su antecesor, dejó hacer a un gabinete con personalidades muy preparadas. Casi todos eran antiyrigoyenistas. Molinari los definió como ocho presidentes coordinados por un secretario general.
Desarrolló una gestión que no se pareció en nada con la anterior. Se mostró respetuoso de los partidos y del Congreso, buscó erradicar el clientelismo y despolitizar la administración, en tiempos que para acceder a un cargo había que pertenecer a un partido político.
Eran tiempos de estabilidad económica. La cotización del peso estaba en el mismo nivel que la libra esterlina y que el dólar. En la década del 20, Argentina creció más que Estados Unidos, Canadá y Australia. Al fin de su mandato, los salarios reales doblaban el nivel de 1918.
Además, se reactivó el flujo inmigratorio, suspendido por la guerra europea y Enrique Mosconi fue puesto al frente de YPF. Fue un tiempo de paz social.
Durante su gestión, el radicalismo se dividió entre personalistas y antipersonalistas, una cuestión que en parte condicionó su gobierno, y su postura fue un tanto oscilante y ambivalente.
Regina fue la promotora y fundadora de la Casa del Teatro, un albergue para artistas mayores sin recursos (Revista Caras y Caretas)
En 1928 le entregó los atributos presidenciales a Yrigoyen y se marchó a Europa. Allí lo sorprendió el golpe del 6 de septiembre de 1930. Regresó al país, criticó al anterior gobierno, dijo que el golpe fue “un mal necesario que ha librado a la Argentina de una situación en la que iba perdiendo sus prestigios internacionales y comprometiendo el bienestar y prosperidad del pueblo…”. Sobre Yrigoyen fue lapidario: “Gobernar no es payar”. Debió defenderse de las críticas de sus propios seguidores que lo señalaban como el principal responsable de que Yrigoyen hubiera sido electo para un segundo período. Aún así el anciano dirigente radical aconsejó a los suyos: “Rodeen a Marcelo”.
Se puso al frente del radicalismo. Cuando Uriburu, seguro de su triunfo, autorizó las elecciones de marzo de 1931 donde las fuerzas conservadoras que lo llevaron al poder fueron derrotadas, las anuló; Alvear debió exiliarse el 28 de julio de 1931 y se fue a Río de Janeiro.
Costó convencerlo de que fuera candidato presidencial en las elecciones de 1931, pero finalmente la dictadura militar vetó su candidatura y le allanó el camino a Agustín P. Justo a la Casa Rosada.
A esa altura, luego de la muerte de Yrigoyen, se consolidó como líder partidario y referente de la oposición.
Al año siguiente regresó al país y se puso el partido al hombro. Enfrentado al gobierno, fue nuevamente detenido y alojado en la isla Martín García. Lo encerraron en una casa con techo de zinc, de la que no podía salir, como sí lo hacían los otros presos. Regina iba a visitarlo regularmente.
Fue liberado y vuelto a alojar en la isla cuando fue la revolución radical de 1933, de la que públicamente negó su participación.
En 1937 fue nuevamente candidato a presidente, y a pesar del abierto apoyo de algunos medios como el diario Crítica, que lo definía como “el hombre de la democracia”, fue derrotado por el sistema del fraude imperante. En los actos de las campañas electorales, conocedores de la emoción que alcanzaba con facilidad, unos jóvenes Ricardo Balbín y Emir Mercader apostaban por quien lo hacía llorar primero.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial lo ubicó en la vereda de enfrente del nazismo.
Fue cuestionado por la participación de radicales en sonados negociados de la llamada “Década infame”, como el escándalo de la venta de tierras de El Palomar o la concesión a las empresas eléctricas. A esta altura, su rol como principal referente partidario era cuestionado, especialmente por aquellos jóvenes dirigentes que buscaban imprimirle al radicalismo ese nacionalismo yrigoyenista que tanto añoraban. El nacimiento de FORJA y de movimientos como el Revisionista Bonaerense marcaría el camino de una renovación.
La mañana del lunes 23 de marzo de 1942 no pudo levantarse de la cama. Sufría de insuficiencia cardíaca y se agitaba con facilidad. Hacía quince días que vivía en La Elvira, la casa que había mandado a construir en Don Torcuato, una localidad que lleva el nombre de su padre, antiguo dueño de esas tierras. El nombre de la vivienda recordaba a Elvira Pacheco, su mamá, fallecida cuando él tenía 28 años.
Murió el 23 de marzo de 1942 a las 23:23 horas. A su lado estaban su esposa Regina; sus médicos Mariano Castex, Antonio Batro, Roberto González Segura y Salvador Dillon, además de parientes y allegados. La capilla ardiente se armó en su casa y a la tarde siguiente se trasladó el féretro a la Casa Rosada, donde se le rindieron honores correspondientes a un presidente en ejercicio. En la mañana del 26, hubo una misa de cuerpo presente en la Catedral y luego se realizó el cortejo a la Recoleta, en medio de una muchedumbre que provocó que se llegase al cementerio tres horas después, todos para despedir a ese “niño bien” al que le gustaban los deportes, que fue presidente y que, contra viento y marea, se casó con la mujer que amaba.
Fuentes: Marcelo T. de Alvear. Revolucionario, presidente y líder republicano, de Leandro Losada; Alvear, de Félix Luna; Los políticos en la República Radical, de Marcela Ferrari;
Fuente: Infobae