La espía que conseguía información de los nazis
“No me avergüenzo, así salvé miles de vidas”
Amy Thorpe se casó por conveniencia con un diplomático, trabajó para el MI6 y la agencia antecesora de la CIA sin reparar en los medios cuando se trataba de cumplir con sus misiones antes y durante la Segunda Guerra Mundial
Por: Daniel Cecchini
Amy Elizabeth Thorpe era su verdadero nombre, pero en los años de la guerra se la conoció por muchos otros: Betty Pack, Amy Pack, Amy Thorpe, Elizabeth Thorpe, Elizabeth Pack – como la identificaba su legajo en el FBI – y Elizabeth Thomas, de profesión periodista
Años después de la guerra, en su castillo medieval de Castelnou, en los Pirineos franceses, la señora Amy Elizabeth Thorpe ni siquiera se inmutó cuando un periodista británico se atrevió a preguntarle si no se avergonzaba de los métodos que había utilizado para cumplir sus misiones de espionaje. “¿Avergonzada? En absoluto. Mis superiores me contaron luego que como resultado de mi labor se pudo salvar la vida a miles de británicos y americanos. Mi trabajo me llevó a involucrarme en situaciones ante las cuales las mujeres respetables retroceden, pero mi compromiso era total. Las guerras no se ganan con métodos respetables”, respondió.
Para entonces, la señora Thorpe Brousse – un segundo apellido que agregó luego de casarse con su último marido – era una leyenda en el mundo del espionaje de la Segunda Guerra Mundial, donde supo combinar de manera casi novelesca el trabajo con el placer. Por eso se la solía comparar con su colega en el MI6, el serbio Dusko Popov, un hombre que también había hecho del espionaje una fuente de placer, y también – si se buscaba un personaje de ficción – con el James Bond de las novelas escritas por otro antiguo espía llamado Ian Fleming.
Amy Elizabeth Thorpe era su verdadero nombre, pero en los años de la guerra se la conoció por muchos otros: Betty Pack, Amy Pack, Amy Thorpe, Elizabeth Thorpe, Elizabeth Pack – como la identificaba su legajo en el FBI – y Elizabeth Thomas, de profesión periodista. Fue William Stephenson, su jefe en el MI6 – el servicio de espionaje exterior británico –, quien le dio el nombre en clave que solo se pudo asociar a su verdadera identidad después de la victoria de los Aliados: “Cynthia”.
Si bien durante la guerra, el MI6 incorporó muchas agentes mujeres, su distribución era desigual: la mayoría – algunas de ellas en cargos de importancia – estaba dedicada a tareas de organización y descifrado de claves en Londres, mientras que muy pocas fueron asignadas a las riesgosas misiones de campo en territorio enemigo o en las capitales de países de interés. Cynthia fue, desde el principio, una de ellas.
Amy Elizabeth Thorpe – Betty para la familia y los amigos – nació el 10 de noviembre de 1910 en Minneapolis
La pregunta del periodista británico que la entrevistó en su castillo francés tenía su fundamento y se refería a eso. Porque para cumplir con sus encargos, Amy Thorpe no vaciló en utilizar de manera audaz su belleza para seducir a cuanto hombre – diplomático o espía enemigo – para sacarle información. Así pudo acceder a las embajadas de Japón y de Italia en Washington antes de que los Estados Unidos entraran en la guerra, conseguir en Varsovia, en 1938, información sobre los planes de Adolf Hitler sobre Polonia y Checoslovaquia, y obtener en 1941 – con un plan de película – una copia de los cifrados navales franceses guardados en una caja fuerte de la representación de Vichy ante el gobierno estadounidense.
Una chica sin prejuicios
Amy Elizabeth Thorpe – Betty para la familia y los amigos – nació el 10 de noviembre de 1910 en Minneapolis. Su padre, George Cyrus Thorpe era un oficial de la Marina y abogado que, una vez que dejó las filas, cumplió destinos en las embajadas de varios países europeos. Su madre, Cora Wells Thorpe, graduada con honores en la Universidad de Michigan y con estudios en la Sorbona y en la Universidad de Múnich
La futura espía conoció desde chica el mundo de la diplomacia y la política bajo la influencia de su padre, y se educó escuelas privadas europeas destinadas a los hijos de las elites. Al terminar el secundario, estudió en la Sorbona y después, de regreso en los Estados Unidos, en la Universidad de Columbia. Antes de cumplir los 20 años se reveló como una escritora precoz con la publicación de “Fiorella”.
Para entonces, Betty ya sabía – y mucho – de romances. Algunos biógrafos aseguran que tenía amantes desde la adolescencia, pero el único dato comprobable es que quedó embarazada a los 19 años, lo que la llevó a casarse con Arthur Pack, un diplomático británico veinte años mayor que ella, que no era el padre de la criatura. El matrimonio le dio a Amy la doble nacionalidad británico-estadounidense; al hijo, un varón que nació cinco meses después de la boda, lo dieron en adopción.
La carrera de Amy Thorpe en el mundo del espionaje comenzó en 1936, cuando su marido fue trasladado a la embajada británica en Madrid
En 1934, Pack fue destinado a Chile, donde Betty, convertida en la señora Amy Thorpe Pack, se aburría como nunca. En Santiago tuvo una segunda hija, Denise, a quien Pack reconoció como propia pero que en la comunidad diplomática se rumoreaba que era fruto de una de las tantas aventuras de su joven esposa.
Espía en Europa
La carrera de Amy Thorpe en el mundo del espionaje comenzó en 1936, cuando su marido fue trasladado a la embajada británica en Madrid. Comenzaba la Guerra Civil Española y como muchas otras mujeres de diplomáticos, la joven señora Pack se sumó a la Cruz Roja. Los republicanos la acusaron de ayudar a cruzar la frontera de Irún a varias familias de los sublevados franquistas, pero en realidad Amy ya estaba practicando otro juego: pasar información sobre las tropas nacionalistas al hombre del MI6 en la embajada británica.
Por su desempeño en esa tarea, William Stephenson, un alto oficial de la inteligencia británica, reparó en ella y le propuso incorporarse al MI6. Aunque la verdad nunca fue revelada, se sospecha que el siguiente destino de Arthur Pack, en Varsovia, no se debió a sus habilidades en a diplomacia sino a las de su esposa como espía. Lo cierto es que Amy -convertida ya en “Cinthya” – llegó a la capital polaca con la misión de obtener información sobre los diplomáticos alemanes que estaban acreditados allí.
El matrimonio con Pack ya estaba roto y funcionaba como una simple cobertura. Con la aprobación de sus superiores, “Cynthia” sedujo al coronel polaco que la introdujo en los círculos militares. Al mismo tiempo, gracias a los contactos diplomáticos de su marido, accedió al entorno del ministro de Asuntos Exteriores, Josef Beck, y se hizo amante de su ayudante.
Un mes después, “Cynthia” llevó a cabo una de las misiones más espectaculares del espionaje de la Segunda Guerra Mundial y también la que le cambió la vida, porque conoció al único hombre del cual se enamoró realmente y lo “dio vuelta” para que trabajara para los Aliados
Corría 1938 y gracias a esos contactos, obtuvo información de que los polacos estaban tratando de descifrar la clave de una máquina de cifrado de los nazis llamada “Enigma”. Fue la primera información que el MI6 tuvo sobre ella. Sobre su relación con el ayudante de Beck, años después “Cynthia” contó sin ruborizarse: “Nuestros encuentros eran muy fructíferos. Yo lo dejaba hacerme el amor tan a menudo como él quería ya que esto me garantizaba que fluiría a raudales toda la información política y militar que yo necesitaba”. Del coronel Edward Kulikowski su otro amante – también consiguió un dato que luego no se concretó pero que en ese momento daba una idea de lo que pensaba el ejército polaco: después de un encuentro amoroso, el militar le dijo que pensaban que Hitler iba a invadir Checoslovaquia y que Polonia tenía intenciones de participar en “esa fiesta”.
El almirante italiano
En 1939, Pack – que ya estaba enfermo – fue sacado del peligroso escenario diplomático europeo y enviado de nuevo a Chile, pero en esa ocasión su todavía esposa Amy no lo acompañó. El MI6 tenía otros planes para su agente “Cynthia”, que viajó a los Estados Unidos, su país natal, para trabajar en operaciones conjuntas de la inteligencia británica y la OSS, la oficina de inteligencia estadounidense antecesora de la CIA.
Instalada en Washington, se puso en contacto con un viejo amigo de la familia, el almirante italiano Alberto Lais. El hombre, que tenía ya 60 años, y Amy – a quien había conocido de niña – menos de 30, pero eso no fue obstáculo para que iniciaran un fogoso “romance”, durante el cual el marino le contó que sus compatriotas planeaban, en una operación de falsa bandera, echar a pique sus propios barcos atracados en puertos estadounidenses, y además, le dio detalles de los códigos secretos de la Marina italiana, una información que luego sería muy útil a los ingleses para la batalla naval del Mediterráneo.
El 1 abril de 1941, el gobierno de los Estados Unidos, declaró a Lais “persona non grata” y le pidió que abandonase el país acusándolo de complicidad en los actos de sabotaje con las naves mercantes italianas. En su último encuentro con Amy, el marino le reveló que se llevaría información sensible en sus valijas diplomáticas al salir del país a bordo del vapor “Marqués de Comillas”. Gracias a ese dato, los británicos interceptaron al barco en alta mar, detuvieron al almirante y se quedaron con su equipaje.
Francia bajo la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial
Sexo en la embajada
Un mes después, “Cynthia” llevó a cabo una de las misiones más espectaculares del espionaje de la Segunda Guerra Mundial y también la que le cambió la vida, porque conoció al único hombre del cual se enamoró realmente y lo “dio vuelta” para que trabajara para los Aliados.
En mayo de 1941 – cuando los Estados Unidos aún no habían entrado en la guerra – viajó a Nueva York para infiltrarse en el ambiente de los diplomáticos franceses del gobierno de Vichy. Se alojó en el Hotel Pierre, donde vivían varios de ellos, con la identidad de Elizabeth Thomas, un periodista que quería entrevistar al embajador francés, Gastón Henry-Haye, para escribir un artículo sobre la política de Vichy hacia los Estados Unidos. Así conoció al agregado de prensa de la embajada, el capitán Charles Emmanuel Brousse. Antes de presentarle al embajador, Brousse le dio a la supuesta periodista su propia opinión sobre la situación en Europa: “Francia necesita la cooperación de Alemania. Si su auto cae a una zanja usted se dirige a la persona que cree puede ayudarla a ponerlo en el camino nuevamente. Esa es la razón por la que nosotros trabajamos con Alemania”, le dijo.
Esa simple afirmación y la actitud galante del capitán francés le revelaron a “Cynthia” dos cosas: que el militar no sentía simpatía por los nazis y que podía seducirlo fácilmente. Almorzaron al día siguiente y del comedor del hotel se fueron directamente a la cama. No pasó mucho tiempo antes de que la espía le revelara al francés su identidad y lo convenciera para que colaborara con ella pasándole copias de los télex, de los archivos y de las cartas que entraban y salían de la Embajada.
La misión ya era un éxito, pero el jefe del MI6, William Stephenson, quería más: le pidió que consiguiera los códigos navales cifrados de la Embajada, dos libros enormes del tamaño de una biblia, estaban en la oficina del agregado naval francés.
Las acciones de Amy Thorpe contribuyeron para salvar vidas de soldados aliados durante la Segunda Guerra Mundial
A “Cynthia” le costó convencer a Brousse, porque el plan que había ideado era demasiado arriesgado, pero finalmente lo pusieron en práctica. A la noche siguiente el capitán se acercó al guardia nocturno de la embajada para pedirle un favor y darle una generosa propina: le dijo que necesitaba su colaboración ya que estaba viendo a una mujer y que por su posición no podía arriesgarse a llevarla a un hotel, y que para que su esposa no descubriera la infidelidad quería llevar a su amante a su oficina, por ella desconfiaba y lo llamaba por teléfono.
Así los amantes comenzaron a pasar largas veladas nocturnas dentro de la embajada, hasta que pudieron descubrir la combinación de la caja donde estaban los códigos. Estaban por fotografiarlos cuando “Cynthia” le dijo a Brousse que lo hicieran desnudos. Fue una idea salvadora porque, quizás desconfiado, el guardia abrió con su propia llave la oficina y los encontró… desnudos y teniendo sexo sobre el escritorio. Avergonzado, el hombre se disculpó como pudo y se fue. Pese al nerviosismo, la espía y su amante siguieron fotografiando los códigos y terminaron la misión. Dos días más tarde los valiosos códigos llegaban a Londres y gracias a ellos las fuerzas aliadas pudieron invadir sin riesgos el norte de África en noviembre de 1942, evitando miles de muertes.
Un final feliz
Después de obtener los códigos, “Cinthya” fue destinada a Europa, donde estuvo hasta que fue llamada nuevamente a Washington poco antes de que terminara la guerra para trabajar en la OSS. Allí estaba cuando le llegó la noticia de su marido todavía legal, Arthur Pack, en Buenos Aires.
Al finalizar la guerra, Charles Brousse se divorció de su esposa, los antiguos amantes se casaron y se fueron a vivir al castillo de los Pirineos franceses. Amy Elizabeth Thorpe murió en su cama el 1° de diciembre de 1963. Tenía 53 años, era una leyenda del mundo del espionaje y, como poco antes de morir le dijo a un periodista británico, no se avergonzaba de nada.
Fuente: La Nación