Fueron moda en los ’60: volvieron los autocines

Es un programa a salvo del coronavirus. Pasan películas, recitales, vuelos en globo y partidos del Barcelona.

Elton John flota sobre el piano y en su vuelo de brillos multicolores le pega de taquito a una estrella. Es que la pantalla del autocine Mandarine Park se confunde con el cielo iluminado de la Costanera Norte.

Las constelaciones se asoman a la función de medianoche y se reflejan en las ventanillas polarizadas y empañadas de un auto ubicado en la última fila.

Más adelante, en la cochera número 93 del playón, una pareja despliega una frazada vieja y destapa una botella de champán, para evitar deshidratarse mientras transcurren las dos horas y dos minutos de Rocketman, la película que cuenta la vida de sir Elton, megaestrella entre las estrellas y las ráfagas húmedas de la costa porteña.

En el momento decisivo de la trama, pasa corriendo una chica: no aguanta las ganas de hacer pis. El cronista autocinematográfico de la revista Viva se desorienta: ¿qué es más importante para esta nota, el guión y la fotografía o el desenlace de ese trote en la neblina?

Llega la hamburguesa y la pantalla se apoya en un camión, en la costa de Martínez, San Isidro. Foto: Martín Bonetto.

Llega la hamburguesa y la pantalla se apoya en un camión, en la costa de Martínez, San Isidro. Foto: Martín Bonetto.

Suena Your song en la frecuencia de radio FM asignada a los espectadores y una persona de chaleco flúo le explica a la chica que cuando necesite volver, tiene que encender las balizas del auto para avisar y esperar que alguien de la organización la acompañe hasta el baño.

Ya no hay vendedores de maní con chocolate como aquellos que se colgaban del cuello el mostrador de madera, pero se puede pedir comida online, por un link que aparece al leer un código QR. La fugazzeta y el pancho con salchicha alemana llegan en un bolsito térmico en minutos. Claro que el auto es soberano y cada uno puede llevar lo que quiera, como ese par de amigos que está meta cortar queso en una tablita de madera.

Protocolos sanitarios mediante, como la toma de la temperatura al ingresar y el uso obligatorio de barbijo, el autocine ha vuelto, se presenta como una alternativa mientras dure el cierre de salas por el coronavirus y es un programa para los amantes del cine, los amantes en general y las familias con chicos.

Shhhhh, que sigue tocando Elton, como una vela en el viento.

Memoria en blanco y negro

Una forma de divertirse de los años ‘60 y ‘70 ha regresado, como las rondas de amigas, el café al aire libre, el monopatín y los picnics en las plazas. La continuidad de los parques da un respiro emocional y las pantallas gigantes para cientos de autos devuelven la magia en pausa del cine.

Otros modelos, la misma pasión por el cine. Y por la atmósfera de intimidad que en esa época se buscaba. Foto: Archivo Clarín.

Otros modelos, la misma pasión por el cine. Y por la atmósfera de intimidad que en esa época se buscaba.

Reaparecen destellos del Autocine Panamericano, invadido por mosquitos el día de su inauguración, en el verano de 1971. “Lo positivo y valedero es que se ve el espectáculo con una comodidad estupenda, sin vecinos molestos, librado el cuerpo al confort de los amplios asientos del automóvil, pudiéndose fumar, beber y comer a voluntad”, decía la crónica de Clarín, con marcas de época, como las nubes de humo de los cigarrillos negros 43/70.

Se quejaba el bufetero del autocine de Villa Martelli, cerca de los cuarteles de invierno, porque le llevaban mamaderas para entibiar entre función y función, misión que le restaba tiempo para vender cerveza y pebetes de jamón y queso.

Al Autocine de la Ribera, en la Ciudad Deportiva de Boca, se accedía por un puente ondulado. Ya no existe, pero las musas del lugar reviven cuando montan allí un escenario para que cante Shakira o la carpa para los malabares intrépidos del Cirque du Soleil.

Hubo un autocine en la terraza del supermercado Todo, en Empedrado y Artigas, adonde confluían vecinos de Agronomía, Villa del Parque y la Paternal. Tenía una pantalla de 24 metros por 11, construida con chapas de poliéster y lana de vidrio. Para que llegara el sonido a los parlantes que se acercaban a los autos, se necesitaron 30 mil metros de cable.

Autocine al Río

Por la calle Sebastián Elcano al 1700, en Martínez, San Isidro, el león Alex, la cebra Marty, la hipopótamo Gloria y la jirafa Melman transcurren sus últimas aventuras por Madagascar, mientras sobre el Río de la Plata, en el horizonte opuesto a la caída del sol, el cielo se pinta de rosas y turquesas.

Cuando termina la peli, hay una diversión extra para los chicos: los aplausos son reemplazados por bocinazos así que tienen permiso para apretar el pulsador hasta extasiarse. El coro tiene la chance de un bis: una nena que cumple años es sorprendida por un saludo cariñoso desde la pantalla y los chicos de los autos hacen estallar otra vez las bocinas.

Toman la fiebre al ingresar a los autocines de la Ciudad y del Gran Buenos Aires. Foto: Martín Bonetto.

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El equipo de enviados especiales a la alfombra roja de Viva aguarda a un costado para ver cómo es el recambio de espectadores, porque en un rato viene una de Tarantino que puede salpicar de sangre a la autoplatea. No pasan trailers de películas coming soon, pero un aviso de la municipalidad pide donantes de plasma para pacientes con Covid-19 y otro propone “evitar consumir noticias que te causen angustia y ansiedad”.

Kill Bill anuncia que la venganza será terrible, pero primero hay que pasar por un caminito de luces donde muchachos de mameluco blanco toman la fiebre y promotoras de naranja regalan muestras de cremas y de alcohol en gel.

Segunda fila, justo enfrente de la pantalla, aunque hay dos más pequeñas a los costados, como en los recitales, que hacen cómoda cualquier ubicación. Uma Thurman empieza a ensartar a personas que le hicieron daño con un cuchillo y luego con una katana de samurai. En eso llega una hamburguesa “Doble Antojo”, con cheddar y panceta, más un sándwich gourmet de berenjenas asadas, queso de cabra y mayonesa de albahaca. No hay maní con chocolate tampoco acá, ni helados Conogol, pero sí pochoclos y un jugo de mandarinas y pepinos.

Hasta distraerse suma: por la ventanilla derecha se ven los contornos iluminados de la Ciudad de Buenos Aires.

Los mozos son amables y los limpiavidrios se ganan la propina. Uma Thurman ya partió con su sable guerrero de la isla de Okinawa a Tokio y lo que viene, por más que la película haya sido estrenada hace 17 años, no lo vamos a contar. Es un código que tenemos en la Asociación de Cronistas Autocinematográficos, con personería legal en trámite.

Cuando cae la noche, terminan las películas para chicos y empiezan las funciones para adultos. Foto: Martín Bonetto.

Ruedas por vacas

El autocine Atlas La Rural es el único techado. Aladdín, basada en un cuento de hadas de Las mil y una noches, entretiene a los chicos y adultos de 100 autos, la capacidad completa del Pabellón Verde.

De repente, se corta el audio de una camioneta: se quedó sin batería. Es un problema habitual en estos nuevos lugares de diversión. ¿Y ahora? Si llaman a la grúa, se arma. Pero mientras en la pantalla baila el genio de la lámpara, en la oscuridad de la caja negra aparece un bombero salvador, Hernán De Grazia, con un cargador del tamaño de un celular. Hace el puente con dos cables y dos pinzas y la batería resucita. Al del auto le quedan dos deseos.

El bombero Hernán De Grazia, listo para asistir a vehículos sin batería en el autocine de La Rural.

El bombero está de guardia, por cualquier cosa, y ya hizo arrancar a ocho autos que se quedaron desde que abrió este autocine, el 10 de septiembre. En las primeras 32 funciones, vendieron 1.832 tickets y hubo más de cinco mil espectadores. Se calcula que por los autocines porteños y bonaerenses, sumados, pasaron ya más de 20 mil personas en lo que va de la pandemia, en busca también de momentos de contención emocional.

En La Rural, las hamburguesas tienen nombre de actores o personajes célebres. Una Nicholson, que viene con cebolla morada, cuesta 750 pesos, y una Newman Classic, con lechuga y tomate, 650 pesos. Hay tostados Tony Stark (Iron Man) y sánguches para celíacos con pan árabe Rami Malek, el que hizo de Freddie Mercury en Rapsodia Bohemia. Se piden por whatsapp y lo llevan hasta el auto.

“Va todo envuelto, con materiales descartables y desinfectados. Además, usamos el pulverizador y extremamos los cuidados de higiene en la cocina”, dice Alejandra Melfi, encargada.

Hay autos que, al dar contacto para la radio, prenden luces de posición y pueden molestar al de adelante. “Tenemos unos teloncitos que las cubren, así se mantiene la oscuridad de la sala, que tiene 8.000 metros cuadrados”, cuenta Ignacio Biondi, productor de eventos.

Viva intentó dar con el proyeccionista, con la esperanza de encontrar a un personaje rico en historias como el de Cinema Paradiso, pero no, había un muchacho en un container que con solo hacer click en su laptop sacaba a Aladino a volar cuando llegaba la hora y no tenía mucho más que eso para contar. Tiempos modernos (1936, escrita, dirigida y protagonizada por Carlitos Chaplin, uh, perdón, se me escapó el cronista autocinematográfico).

Se extiende el formato

Se abrieron autocines en Tortuguitas, Escobar, Cañuelas, Canning y La Plata. Hay uno en el estadio de Obras Sanitarias y otros en las provincias de Catamarca, San Juan y La Pampa. Hasta en el Hipódromo de Palermo se habilitó un espacio y también en Mar del Plata, ahora que se confirmó el permiso para espectáculos teatrales.

Los Cafres, con los autos detrás, en el Mandarine Park de la Costanera. Foto: Gentileza Cristian Cinalli.

En el Mandarine se lucieron Los Cafres en medio de la niebla y Los Pericos cantando entre los autos, en un ciclo auspiciado por Renault.

En el de San Isidro, Fabiana Cantilo animó un viernes helado de luna llena, a la vera del río. Con las manos congeladas, Fabi pidió un gorro de abrigo, se puso guantes y, una vez más, brillo ante la multitud de acero y el coro de bocinas.

Allí también, en el Autocine al Río, pasaron en directo el último clásico del fútbol español, con la idea de ver brillar a Lionel Messi, aunque el Barcelona perdió contra el Real Madrid, 3 a 1.

El InCar de Luján ofreció el vuelo de globos aerostáticos al atardecer de un domingo, toda una originalidad.

Globos al viento, en el InCar de Luján. Foto: Gentileza Adrián Melo.

Es que el formato de personas protegidas del virus en un auto, en familia, con lugar y tiempo para la conversación, llegó para quedarse hasta la reapertura de las salas y los teatros.

Los acomodadores tienen balizas de señaleros de aeropuertos.

Ven de todo, gente que va vestida como para una fiesta y gente que se aparece en pijama y chancletas. Cada uno elige su programa.

Por: Pablo Calvo

Fuente: Clarín