Nuestra historia
Liniers, un virrey que gastaba demasiado
(1753-1810)
Autor: Felipe Pigna
Ante la situación de la tesorería virreinal, agobiada por préstamos, Liniers tomó los aportes de un Fondo Patriótico para tapar el agujero fiscal y pagar los sueldos.
El 23 de agosto de 1808, con despachos otorgados por la junta local de Sevilla, llegó a Buenos Aires José Manuel Goyeneche y Barreda. Nacido en Arequipa (Perú) el 13 de junio de 1776, había hecho una meteórica carrera militar en España, llegando a ser brigadier de los reales ejércitos.
El acomodaticio sujeto partió de Madrid con instrucciones del napoleónico Duque de Berg para promover en América la obediencia a los franceses que ocupaban España, pero al pasar por Sevilla para embarcarse, la Junta Central lo convenció, prebendas mediante, para hacer reconocer su autoridad en el Río de la Plata.
Cuando llegó a Montevideo apoyó el recelo de Elío contra el francés Liniers, pero en Buenos Aires elogió al virrey y descalificó a Elío, al que llamó “refractario”. Privadamente, ante miembros del Cabildo, habló pestes de don Santiago.
Goyeneche fue definido por Belgrano como un “desnaturalizado” por su condición de Americano, y por Manuel Moreno como un ser “doble y rastrero que no paraba de derramar las narraciones más falsas, y las fábulas más absurdas que convenían a sus proyectos”.
Junto con el pedido de obediencia a la junta que lo enviaba, el camaleónico Goyeneche requirió el envío urgente de ayuda para enfrentar a los franceses.
El Cabildo porteño abrió la suscripción de aportes voluntarios a un “Fondo Patriótico”, y al decir de su síndico procurador, Matías de Cires, “se manifestó en todas las gentes un general deseo de distinguirse y excederse en donativos y se recogió una suma considerable formada de partidas superiores a lo que prometía la fortuna de los contribuyentes”.
Sin embargo, la situación de la tesorería virreinal, agobiada por préstamos y “adelantos” otorgados por Liniers a título personal, llevó a que el virrey demorase el envío de esos “auxilios” a España y echase mano de ellos para tapar el agujero fiscal y tener los sueldos al día.
Así lo denunciaba Cires: “Luego que se vio reunido un fondo regular empezaron los cómplices del virrey a extender sus miras de ocupación; el total aniquilamiento de la Real Hacienda, que ellos mismos habían causado; el descrédito en que había caído el Virrey con el comercio por las trampas y mala fe que había observado en anteriores empréstitos obtenidos a nombre de Vuestra Majestad, el general sentimiento por la dilapidación del Erario; todo esto había conducido al Virrey a un estado de atropellar por plata las consideraciones más sagradas y no se detuvo en apoderarse de los caudales de la subscripción, pidiéndolos al Cabildo y repartirlos en los sueldos”.
El 12 de diciembre de 1808 el virrey volvió a las andadas en un escrito que lleva su firma. Decía: “Necesitando fondos en la Tesorería General para el pago de tropas, hará V. E. se pasen a ella los productos de las contribuciones patrióticas en el mes próximo pasado”.
Siete días más tarde, el 23 de diciembre, Liniers creyó prudente devolver al Cabildo algunos de los fondos que le había pedido. Esos fondos eran prestados por personas de la ciudad, bien dispuestas a favorecer al Cabildo y al gobierno con su ayuda. Pero de dos meses a esa parte exigían la devolución de sus dineros.
Como al héroe de la reconquista no le alcanzaba con los préstamos entregados por el Cabildo, dispuso de las limosnas destinadas a los Santos Lugares y pidió prestados otros dineros al obispo. De un modo directo o indirecto, los habitantes de Buenos Aires habían contribuido a los gastos excesivos de Liniers.
Fuente: El Historiador