Nuestra historia
Jorge Luis Borges y la asunción de Raúl Alfonsín
El 10 de diciembre de 1983 el doctor Raúl Alfonsín asumió la presidencia del país, poniendo fin al autodenominado Proceso de Reorganización Nacional, una dictadura de más de siete años, que tuvo como consecuencia la persecución y desaparición de 30.000 personas. Para recordarlo hemos seleccionado una entrevista a Jorge Luis Borges sobre aquellas elecciones, las ilusiones del escritor y el momento político de entonces.
Fuente: Néstor J. Montenegro, “Ahora quiero vivir, quiero ver este renacimiento”, Revista Gente Nº 960, 15 de diciembre de 1983.
“Ahora quiero vivir, quiero ver este renacimiento”
Jorge Luis Borges no es el mismo. El 30 de octubre cambio su escepticismo por alegría y esperanza. No cesa de hablar de Raúl Alfonsín y dice: “Ha ocurrido algo asombroso, inesperado…” Por eso, ya no desea la muerte. Hoy, en forma exclusiva habla para Gente. Por qué gritó “¡Viva la Patria!” cuando visitó a Alfonsín; qué opina de Firmenich, de Isabel Perón, el destape, la inmoralidad. Por qué no quiere que Alfonsín sea líder. Sus ilusiones y advertencias, en esta nota.
Borges, ¿Qué es ahora la democracia en la Argentina?
Ahora es una esperanza, no un imposible. Ha ocurrido algo asombroso. Cuando hablé con el presidente electo, quien recibió a un grupo de escritores, le pude manifestar mi gratitud personal porque había ocurrido algo inesperado. Yo estaba en Madison, capital de Wisconsin, dando una serie de conferencias cuando llegó la noticia, el lunes por la mañana…
¿Y qué sucedió en usted para que cambiara su habitual escepticismo por este optimismo que ahora se le nota? Porque usted confió en el Proceso, luego se desilusionó, lo atacó y ahora no ocultó su emoción al hablar con Alfonsín…
Desde luego, estaba con una emoción increíble y sigo todavía maravillado de que haya ocurrido esto. Estaba seguro de que ocurriría lo contrario, que ganarían los peronistas; tenía miedo de volver al país. Y aquí estoy otra vez, para colaborar con esta democracia. Posiblemente Alfonsín también haya tenido miedo.
¿Cómo y por dónde supone usted que debe comenzar la difícil tarea de volver a poner el país en marcha?
Tenemos un camino muy arduo que recorrer todavía. Hay que desandar muchos años del gobierno militar. Lo primero es la situación económica, luego, durante tantos años la deshonra, la corrupción, la coima. Todos estamos un poco manchados tal vez. Es muy difícil modificarlo en forma rápida. No sé si la gente espera un milagro de la noche a la mañana. Si nuestra esperanza es impaciente, creo que es un grave error. Ahora mismo, el peso argentino, traspuestas las fronteras, se evapora. Cuando me ofrecen dinero argentino, es lo mismo que me ofrecieran hojas secas… Tantos años que yo me dejé engañar con los militares, con los militares que subieron al poder…
Pero no sólo usted. Mucha gente pensó lo mismo…
Gran parte del pueblo argentino. Es que se esperaba no que fuera un gobierno eficaz, sino honesto, que se diferenciara del peronismo. Pero despojaron el país, lo expoliaron, lo destrozaron. Han cometido todos los errores y todos los crímenes posibles. Hasta se habla de 30.000 desaparecidos… Desaparecidos es un eufemismo, pero es decir 30.000 personas, acaso secuestradas, torturadas y tal vez asesinadas. Hasta inventaron una guerra.
UN LOBO FELIZ
¿Sabe usted que el futuro gobierno piensa reducir el presupuesto de Defensa y ampliar el de Educación y Salud Pública?
Me parece excelente. Esta muchacha que le abrió la puerta a usted, nació en un pueblo de Corrientes, muy apartado de la capital. Cuando era chica tenía que hacer varias leguas a caballo para llegar a la escuela primaria. Cuando cursó el segundo grado y debió pasar a tercero, no había maestros. Pero en esos dos años había pasado del guaraní al castellano, lo cual es un avance. Esta mujer es inteligente, sagaz, pero supersticiosa. Cree en los lobizones, todas esas supersticiones guaraníes. No cree que los hombres hayan llegado a la Luna. Esta mujer ha sido mentalmente amputada. Ya no se puede hacer nada. Si eso ocurrió en Corrientes habrá ocurrido en otras provincias también. Mientras tanto todo el territorio está invadido por frivolidades como el fútbol. Se ha gastado en desfiles, aniversarios y en estatuas. Qué raro, un país con una historia tan breve como el nuestro, tiene más aniversarios que un país de siglos. Estamos abrumados por próceres. Mi padre decía que pasamos del culto del catecismo al culto de los próceres. Aquí, lo difícil es no ser prócer; cuando alguien muere ya lo es. Por ejemplo, si estos generales que han gobernado estos años, en su divino bien, en sus insensatas empresas, querrían ser próceres, tendrían también sus estatuas.
Por lo que leí y escuché, pude percibir otros Borges después del 30 de octubre…
Claro, estoy lúcido todavía. Feliz, estimulado y atónito. Quizá todavía incrédulo de que haya sucedido esto. Reitero, yo estaba en Madison, capital de Wisconsin, en la región de los grandes lagos, en el día de Halloween, que es la noche de las brujas. Todo el mundo se había disfrazado: profesores, estudiantes…
¿Usted también se disfrazó?
Sí, aunque le tengo mucho miedo a las máscaras, acepté, porque si no hubiera sido un aguafiestas. Entonces invertí dos dólares en una gran cabeza de lobo. Entré en una sala llena de esqueletos, de fantasmas, de vampiros y grité (en latín): «El hombre es un lobo para el hombre». En ese momento me tiraron de la manga y me dijeron al oído que había ganado el doctor Alfonsín. Entonces se me ocurrió, ya que tenía la cara de lobo… entré en la sala aullando y les grité a los esqueletos, a los fantasmas, a los osos y a los tigres. Estaba en un ambiente fantástico; pero había sucedido algo mucho más fantástico en la patria, un milagro mayor. Mucho más importante que este pequeño milagro, que yo apareciera en la reunión con una gran cabeza de lobo.
«SÍ, YO GRITÉ ¡VIVA LA PATRIA!»
Usted estuvo con varios intelectuales en una reunión que convocó el doctor Alfonsín. ¿Cómo fue el clima, qué impresión le causó el Presidente?
La mejor impresión. Es la primera vez que lo veía en mi vida. Habló muy bien, sin énfasis, con serenidad, con tranquila convicción.
¿Habló a solas con usted, qué le dijo?
Cambiamos algunas corteses trivialidades. Me agradeció que hubiera ido y yo le agradecí que me hubiera invitado. Después hablé básicamente con el director del Fondo Nacional de las Artes y con Gorostiza.
¿Qué opina de la gente que ha sido nombrada en el área cultural, Carlos Gorostiza, por ejemplo?
Son desconocidos para mí. El único Gorostiza que yo conocí era un autor mexicano. No sabía que había un Gorostiza aquí.
También es escritor. Ha escrito muchas obras de teatro…
Bueno, entonces eso puede explicar por qué había en esa reunión pocos escritores y mucha gente de la televisión y de la radio.
Estaba Bioy Casares con usted…
Era el único escritor que yo reconocí. Me llamó la atención que no hubiera otros escritores, por ejemplo, José Bianco y tantos otros.
¿Por qué gritó ¡Viva la Patria! al finalizar la reunión?
Lo hice espontánea y casi secretamente para mí. Sí, yo grité ¡Viva la Patria! pero sin saberlo. Fue como una interjección. Me salió muy naturalmente. Es como si uno dijera ¡ay! cuando le duele, por ejemplo.
Fue espontáneo, lo sintió…
Sí, sentí eso y lo expedí. Esa interjección fue espontánea y correspondía a mi felicidad. Lo sentí entonces y lo sigo sintiendo ahora.
Eso me hace recordar cuando usted también gritó en el ’55 ¡Viva la Patria, viva Córdoba, viva la libertad!..
Sí, fue muy linda esa mañana, pero esa mañana nos defraudó. No sabemos si el porvenir nos defraudará. Creo que no, porque hay una diferencia y es que la revolución del ’55, que vino de Córdoba, estaba en todos nosotros. En cambio ésta es una decisión que ha tomado el pueblo argentino. La decisión de salir de la pesadilla, de volver a la cordura, de volver al buen sentido, de trabajar y al deseo de vivir en paz. Creo que Alfonsín tiene las mejores intenciones, pero le va a resultar muy difícil. Ciertamente no le envidio la presidencia, además no entiendo nada de política. Quizá sea un error suponer que los gobiernos pueden resolver todo, más ahora con una situación tan intrincada en este país. Ha sido destrozado, está en agonía. Resultará muy difícil reconstruirlo.
¿Cómo será la imagen que tendrán ahora de nosotros en el exterior?
Eso ya ha cambiado. Aquella mañana en Wisconsin, todo el mundo me dijo: «Ahora podemos tratar con un gobierno que va a condescender al diálogo». Tendremos un Congreso donde se va a discutir. En cambio vivimos siete años con personas autoritarias e inexplicables. Insensatos que no admitieron posibilidad de diálogo. ¿Usted recuerda cuando el Herald publicó listas de personas desaparecidas por el gobierno? Después el director, Cox, tuvo que huir del país por las amenazas que recibió. Los demás diarios nunca dijeron nada.
LA ESPERANZA, FIRMENICH Y EL PERONISMO
El doctor Alfonsín lo invitó a la asunción del mando…
Eso está muy bien. Lo mismo que la haya invitado a Isabel.
¿Nota usted un cambio en la mentalidad argentina en esta instancia histórica? ¿Puede ser duradero?
Yo creo que nuestro deber es que sea duradero. Creo que antes no teníamos derecho a la esperanza. Ahora tenemos el deber de la esperanza. En cuanto a mí, hace un mes el derecho a la esperanza era imposible. Podía profesarla pero era una hipocresía. No creía en ella. Ahora podemos usar esa hermosa palabra: esperanza, con sinceridad o sea a lo que corresponde, a lo que sentimos. Antes significaba un acto de fe. Pero supongo que para que todo se arregle, tendremos que esperar unos años.
Las cosas no se pueden modificar de un día para el otro…
La gente está pensando en términos de días o de meses. Eso es absurdo. Todo esto será muy lento. Pienso así, aunque no sea un hombre político. Soy un mero hombre de letras. A mi edad puedo morir en cualquier momento. No podría hacer nada.
Pero usted no quiere morir ahora…
Quiero vivir. Me gustaría llegar a ver este renacimiento. Además debo concluir cinco libros en preparación. Soy un imprudente. Puedo morir en cualquier momento. Las estadísticas no fallan. Si pienso en mis contemporáneos, en mis afectos contemporáneos, todos han sido más prudentes y están bajo tierra. En cambio yo, sigo tercamente viviendo. Cuando era joven pensaba en el suicidio. A mi edad el tiempo se encargará de suicidarme.
Borges, ¿el nuevo gobierno, debe olvidar el pasado?
Lógicamente, no. Debe actuarse dentro de la ley. Que la justicia no sea impaciente. Recuerdo una frase de Almafuerte: «Sólo pide justicia, pero será mejor que no pidas nada». Es una frase un poco triste. Pero en este caso si no se hiciera justicia es una forma de complicidad. O un modo de congraciarse con los culpables. Creo que esa justicia tiene que ser pública. Lo que ha ocurrido aquí es realmente terrible. Cuando Hitler resolvió perseguir a los judíos, eso se hizo públicamente. Aquí todo se hizo clandestinamente. Creo que uno de los mayores defectos argentinos es la hipocresía: no importa que las cosas sucedan. Lo importante es que no se sepa.
Conoce usted a Firmenich y Vaca Narvaja?
Bueno, Firmenich es un asesino confeso.
Quieren volver al país…
Sería un exceso de tolerancia, ¿no? Si vuelven deben ser encarcelados. Pero posiblemente regresen con impunidad y publicidad también. Quizá también sea mejor un exceso de tolerancia, que un exceso de rigor. ¿Usted recuerda cómo secuestraron y torturaron y finalmente lo mataron al general Aramburu? Si se perdona a Firmenich, también tendrían que perdonar a los culpables de 30 mil desaparecidos. Aquí han venido a verme madres y abuelas de Plaza de Mayo. Casi todas son sinceras. Han llorado y esas lágrimas han sido verdaderas. Como no soy político, no tengo que tomar esa decisión. Será muy difícil encontrar una vía media, entre el perdón y la justicia. Hemos estado perdonando a personas que no se han arrepentido jamás. A los que se han jactado de sus crímenes. Si tenemos fe, podremos sobrevivir. Yo no veré todo eso. Usted que es joven, podrá ver la resurrección de la patria. Yo ya no tengo mucho tiempo.
¿Se ha revertido la ética en nuestro país a partir del 30 de octubre?
Espero que se haya revertido, pero me parece raro que la gente pueda cambiar esencialmente. No creo que los cómplices de ayer, sean los patriotas de hoy. El hecho del 30 de octubre fue una decisión del pueblo argentino. Me contaron que el último acto en la avenida 9 de Julio, fue una suerte de suicidio del peronismo. Con toda esa ceremonia macabra del ataúd, la coronación, el muñeco y el fuego, convencieron a muchos de que no querían ser gobernados por esa gente.
ISABEL, EL DESTAPE Y LA LIBERTAD
¿Qué opina de la invitación que el doctor Alfonsín le hizo a Isabel Perón?
El hecho de que ella vuelva significa que aceptó el resultado de las elecciones, lo cual es un buen signo. Tenía miedo que dijera que hubo trampas. Además fue presidente constitucional; creo que corresponde la invitación.
Usted recién hablaba de la impaciencia, que la gente puede querer o quiere soluciones rápidas. ¿Y si existieran sectores que quieren volver a golpear las puertas de los cuarteles, como ya sucedió con otros gobiernos democráticos?
En todo caso debo tratar de no creer. Los militares se han desacreditado tanto. Además supongo que no se han avergonzado de lo que han hecho. Pero mientras exista una democracia estoy seguro de que no volverán.
Después de tantos años de censura, ha surgido en la Argentina el fenómeno del «destape»….
Bueno, es una etapa necesaria y no es nada comparado con lo que se ve en España. Usted va por la calle y puede observar a señores vestidos de Mae West, con chambergos y plumas y nadie se asombra. En los Estados Unidos también, usted puede salir a la calle como quiera, mientras no moleste a nadie…
Pero la libertad, ¿Tiene límites?
Sí, pero creo que la libertad tiene sus propios límites. Es muy natural que aquí haya un desahogo ahora.
Antes de dejar el gobierno, los militares anunciaron que habían logrado el enriquecimiento del uranio, es decir que, la Argentina puede fabricar armas nucleares…
Siguen con la idea de la potencia. Yo diría que toda arma es terrible. Desde un cuchillo a una piedra. Ahora, las armas nucleares son más terribles, porque amenazan no a una persona, sino a toda una comunidad.
CONSEJO FINAL
Si es posible establecerlas, ¿Qué diferencias nota usted entre Perón y Alfonsín?
Una diferencia de ética muy grande. No creo que haya ningún parecido. Además, no creo que la gente haya votado a Alfonsín, pensando en Alfonsín. Se ha pensado más bien, en el buen sentido, en la cordura, no en una persona. Aunque esa persona haya sido una providencia. Yo le agradezco a Alfonsín que exista, pero no creo que ese voto haya sido para él. Nadie pensó, al votar, en Alem ni en Yrigoyen. Se ha votado pensando en la salvación de la patria. Además, no creo que Alfonsín quiera que piensen en él personalmente. Aquí tenemos esa mala costumbre de los líderes.
¿Que mensaje tendría usted para los argentinos en esta instancia histórica?
Que esperen, pero sin impaciencia. Es el único modo de conservarnos, sin desesperarnos. Que sean pacientes y fríos. Creo que todos sabemos que nos esperan años muy difíciles, pero hay una meta. Nada es imposible. Yo personalmente me siento muy feliz. Desde el 30 de octubre, siempre digo que ocurrió un milagro. Pero al mismo tiempo, sé que esa felicidad mía tiene que ser paciente.
Con Alfonsín, ¿Surge un nuevo líder en la Argentina?
Sería mejor que no se lo viera así.
Nota de El Historiador: Carlos Gorostiza Rodríguez fue un dramaturgo, novelista y cineasta argentino, que se desempeñó como secretario de Cultura durante el gobierno de Raúl Alfonsín.
Fuente: www.elhistoriador.com.ar