Elizabeth Taylor a 10 años de su muerte
Todo sucedió en cuestión de segundos. Apenas entró al set de rodaje del filme Cleopatra, programa redundante en los legendarios Sábados de superacción del viejo Canal 11 y de las emisiones de El mundo del espectáculo de Canal 13, Richard Burton pasó de largo de los técnicos y el director del film sin más que un saludo, se acercó a Elizabeth Taylor y disparó a quemarropa: “Nadie me había dicho que eras una monada”.
De repente, la imagen de actor inalcanzable, de mito viviente a sus jóvenes 36 años que la actriz tenía de Burton habían quedado atrás. “Vaya con el intelectual, tan inteligente y me viene con esta vulgaridad. No lo podía creer. Estaba deseando contárselo a las chicas. ¡Richard era una leyenda!”, contó muchos años después la actriz, de cuya muerte se cumplirán 10 años el próximo 23 de marzo.
Pero al día siguiente, la gran estrella de Hollywood entró al set tambaleándose, borracho hasta lo indecible, temblando y con la cara babeada, incapaz de mantenerse en pie. “Pidió un café, pero era incapaz de sostenerlo. Tuve que dárselo yo. Lo vi tan vulnerable, tan humano…”, recordó Taylor, quien entonces no sabía que durante los siguientes 10 años no se separarían ni un solo día.
Richard Burton y Elizabeth Taylor se conocieron durante el rodaje de «Cleopatra» y entablaron una relación que sostuvieron hasta el fin de sus días.
“Me enamoré perdidamente”, contó la diva, que tampoco sabía que en ese instante, ella y él comenzaban a darle forma al concepto de “celebridad” y a protagonizar uno de los capítulos más escandalosos de la historia del espectáculo.
Durante aquel 1961, con solo 29 años, la actriz transitaba su cuarto matrimonio y era madre de cuatro hijos -la última, Mary, adoptada con dos años en agosto de ese mismo año-, mientras el actor también estaba casado y era padre de otros dos. El encuentro entre ambos fue como un choque de planetas. El “big bang” de una nueva era para el universo íntimo de los artistas.
Hasta entonces, la vida privada de las estrellas estaba a salvo de la mirada externa, al amparo de una industria que protegía su privacidad aún cuando se tratara de algún episodio sexual o, tal vez, un hecho que bordeara lo delictivo. Eso de que “los mitos” no se tocan había funcionado a la perfección en el universo de la actuación.
Taylor y Burton borraron la línea que divide la ficción de la realidad.
Pero la pasión que Taylor y Burton le imprimieron a su relación “prohibida” trascendió toda barrera protectora, y el escándalo estaba a la vuelta de la esquina. O, más bien, en cualquier calle que transitaran de Italia, adonde se “fugaron” para vivir su “fin de semana salvaje”.
Cuesta imaginar qué repercusión hubiera tenido aquello de haber existido entonces “redes sociales”; pero lo cierto es que sin ellas, el Vaticano condenó públicamente la relación, acusándolos de «vagabundos eróticos» y hasta el Congreso de los Estados Unidos se planteó prohibirles la entrada al país, en virtud de que ambos eran de origen británico. El antecedente del veto a la sueca Ingrid Bergman, tras su aventura adúltera con Roberto Rossellini, le sumaba un condimento adicional a la amenaza.
Casados los dos, Richard Burton y Elizabeth Taylor se «fugaron» a Italia en el inicio de una de las relaciones más escandalosas de Hollywood.
Del otro lado, el público había descubierto que le resultaba mucho más atractivo conocer los detalles más íntimos y morbosos de sus ídolos, que asociarlos a aquella imagen intachable con que habían sido blindados hasta entonces.
Cleopatra, estrenada en la Argentina en septiembre de 1963, terminó siendo la producción más cara de la historia del cine hasta entonces y por un buen tiempo más -unos 44 millones de dólares-, y la pulsión de los espectadores por ver en pantalla la tensión sexual que había existido entre Taylor y Burton durante el rodaje llevó su recaudación global a unos 58 millones.
Elizabeth Taylor con su hijo Michael Howard Wilding. Ante la posibilidad de perder el cuidado de sus hijos, Taylor y Burton se separaron. Pero sólo por un tiempo.
Pero el mientras tanto no fue fácil, para ninguno de los dos. “En Roma había gente que escupía en la vereda cuando se cruzaba conmigo por la calle. Incluso había periódicos que pedían que me retirasen la custodia de mis hijos”, confesó alguna vez la actriz, quien admitió que la sola idea de que eso ocurriera la abrumaba, tanto como la posibilidad de una separación ponía al borde al actor. “Si me dejás, voy a tener que matarme. No hay vida sin ti”, sentenció.
Aún así, luego de tres años de relación, Liz y Richard decidieron separarse. Para entonces, Elizabeth, quien había nacido en Londres el 27 de febrero de 1932, y que en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial llegó a los Estados Unidos, la tierra de sus padres, llevaba dos décadas trabajando como actriz, desde su debut, a los 9 años, en There’s One Born Every Minute.
A los 17 años, Elizabeth Taylor ya llevaba varios en los sets de rodaje, y había sostenido varias relaciones de pareja.
A partir de ese momento, para Taylor todo fue crecimiento. Primero como parte del elenco de Lassie Come Home, luego en Las rocas blancas de Dover y un poco después en Fuego de juventud, filme que la presentó como una “estrella en construcción” y que le valió un eterno problema de espalda, debido a la caída desde un caballo, que sufrió durante el rodaje.
El clásico Mujercitas, que rodó en 1949, fue como su rito de pasaje a los roles adultos, que la vieron debutar en El traidor, junto a Robert Taylor, y seguir en su búsqueda de la cima de Hollywood con su papel en El padre de la novia (1950) y poco más tarde la elogiada Ambiciones que matan (1951), película que ocupa un lugar en el National Film Registry (Registro Nacional de Filmes) de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, por ser considerada “cultural, histórica, o estéticamente significativa”.
Elizabeth Taylor en Cleopatra, junto a Richard Burton. La vida real potenció el atractivo de la ficción, para el público.
Siguieron Ivanhoe (1952), La senda de los elefantes (1954), La última vez que vi París (1954), El árbol de la vida (1957), que le valió una nominación al Óscar a mejor actriz, y La gata sobre el tejado de zinc, que además de haberle reportado su segunda de las cuatro nominaciones al Óscar por mejor actriz que tuvo, premio que recién obtendría en 1960 con el papel de prostituta de lujo que jugó en Una mujer marcada (1960), la vinculó con Paul Newman, con quien la conexión siguió más allá de las fronteras del set.
Es que a la par del desarrollo incesante de su trayectoria laboral, Taylor edificó la imagen de una mujer impulsada por el deseo sin prestar atención alguna al qué dirán. Así lo testimonian Darwin Porter y Danforth Prince, autores de la biografía Elizabeth Taylor: There is Nothing Like a Dame, donde detallan que la actriz tuvo su primera relación sentimental a los 12 años, con el actor y director John Derek.
Elizabeth Taylor se divorció de su primer esposo, Nick Hilton, apenas nueve meses después de haberse casado.
La publicación, editada en 2012, reveló que la actriz también sedujo a Ronald Reagan, cuando la posibilidad de llegar a la presidencia estaba entre las preocupaciones más inmediatas del actor: «Noté que quería estar conmigo, pero no se atrevía a dar el primer paso. Así que yo le provoqué. Ojalá hubieran estado haciendo el casting de Lolita, porque habría ganado el Óscar», contaron los autores que dijo la actriz confesó a unos amigos.
En la lista que reporta el libro también figuran el “intocable” Robert Stack, el ex presidente Robert F. Kennedy, Marlon Brando, Montgomery Clift, el príncipe Raniero de Mónaco, el actor británico Tony Curtis y Frank Sinatra, quien según Porter y Prince, la habría obligado a abortar. Además, claro, de Paul Newman.
En 1958, Mike Todd y Elizabeth Taylor probaron los cómodos asientos de la compañía TWA, como parte de una promoción. Todd moriría en un accidente aéreo.
Todo, mientras Taylor se casaba y descasaba. Primero, el 6 de mayo de 1950, con Conrad «Nicky» Hilton, de quien se separaría el 29 de enero del año, tras sufrir agresiones por parte de su esposo; después, con Michael Wilding, el 21 de febrero de 1952, dando inicio a una relación que llegó a su fin el 26 de enero de 1957; apenas pasados 5 días del divorcio de Wilding, con Mike Todd, de quién enviudó un año y un mes después, a causa de un accidente aéreo; y finalmente, el 12 de marzo de 1959, con Eddie Fisher, a quien la diva describió como uno de sus grandes amores.
La cuestión es que por casarse con ella, el cantante abandonó a su esposa Debbie Reynolds, hasta entonces la mejor amiga de Taylor, quien entre oras cosas se convirtió al judaísmo para llevar a cabo el enlace, y que automáticamente fue señalada como una mujer “roba-maridos”.
Elizabeth Taylor, Eddie Fisher y Debbie Reynolds, un triángulo que terminó en escándalo, cuando él dejó a Reynolds para casarse con Taylor, quien había sido su mejor amiga.
Pero con Burton todo fue distinto. Tanto que en medio del período que los mantuvo distanciados, ante la noticia de una indigestión agravada por una neumonía que puso a Taylor al borde de la muerte, el actor tomó un avión desde París, para acompañarla en su convalecencia, mientras su esposo lo hacía desde Lisboa. Pero Richard llegó primero, y ahí se quedó; esta vez, con los papeles en regla.
No fue esa, ni por lejos, la única internación de Taylor, que fue a parar a centros de salud en varias decenas de ocasiones, a lo largo de su vida; sobre todo a partir de mediados de los ’70, cuando se sometió a un tratamiento para no ser víctima del cáncer. La estadística indica, además, que se rompió la espalda cinco veces, tuvo dos reemplazos de caderas, sufrió una histerectomía, disentería y flebitis, tuvo una perforación en su esófago, sobrevivió a un tumor cerebral benigno erradicado en 1997 y al cáncer de piel y tuvo ataques de neumonía que amenazaron su vida en dos ocasiones.
En esta foto de archivo del 15 de noviembre de 1969, Richard Burton y Elizabeth Taylor arriban al Hotel Hermitage de Mónaco para el Baile del Escorpión. La princesa Grace de Mónaco invitó a la pareja y otras amistades al cumplir 40 años. Taylor lleva el diamante de 69 quilates conocido ahora como el Diamante Taylor-Burton.
Pero en el ya lejano 1964, la prioridad había pasado a ser su nuevo matrimonio, con el gran amor de su vida. Y si aquel desenfrenado encuentro inicial había abierto de par en par las puertas de su intimidad a la prensa, esta vez la pareja pareció haber derribado hasta las paredes de su habitación, exponiendo ante el mundo entero su fastuosa vida, entre mansiones, yates, obras de arte, aviones privados y un diamante de 70 kilates valuado en 1.1 millón de dólares.
Sólo que si el primer mano a mano de Liz y Richard había sido un choque de planetas, su día a día era un choque de trenes de alta velocidad a repetición, potenciado por el alcoholismo del actor y la adicción a los sedantes de la actriz, que se traducían en enfrentamientos que volvieron locos a quienes trabajaron con ellos en las 11 películas que el matrimonio rodó durante su relación, según reveló la publicación Vanity Fair.
Según VF, “los amigos de la pareja contaban que a Liz y a Richard les encantaba discutir, en privado o en público, y se tomaban los insultos como preliminares sexuales. Cada bronca se convertía en una noche de pasión y una nueva joya a la mañana siguiente. ‘Elizabeth tiene un nuevo zafiro’, le explicaba Richard al director de la película, ‘creo que es de 39 kilates, y no va a venir a rodar hoy. Está demasiado fascinada admirando la piedra con una mano y comiendo pastel de riñones con la otra’”. Extravagancia, sí; y también tal vez una buena dosis de estupidez.
En 2011 fueron subastadas las joyas de Elizabeth Taylor en la casa Christie’s, a beneficio de la fundación patrocinada por la actriz para ayudar a enfermos de SIDA.
Mientras, ambos seguían disolviendo las barreras entre lo íntimo y lo público (y púbico). «Liz es una actriz brillante, bella hasta extremos que superan los sueños de la pornografía, puede ser arrogante y obstinada, es clemente y cariñosa. Tolera mis imposibilidades y borracheras, ¡y me quiere! Y yo la querré hasta que me muera”, decía él.
“Soy perversa con los hombres. Me gusta sacarlos de sus casillas. La verdad es que me gustaba pelearme con él. Era elegante incluso en la trifulca. Era como una pequeña bomba atómica, pero siempre sabía decir algo gracioso. Cuando nos alojamos en el Hotel Regency, de Nueva York, había gente que alquilaba a propósito la habitación de nuestra suite y ponía un vaso contra el techo para enterarse de nuestros insultos. Supongo que los vasos se romperían”, se reía ella.
En esta foto de 1957 aparece Elizabeth Taylor en una escena de «Raintree County», con apenas 15 años y una belleza que deslumbró a Hollywood.
Pero si había algo en lo que ambos coincidían era en ningunear sus respectivos aportes a la actuación. Mientras Elizabeth sostenía que nada de lo que había hecho como actriz la enorgullecía, que Cleopatra había sido uno de sus momentos más bajos como actriz y que jamás habría pagado una entrada al cine para verla, Richard aseguraba que hubiera preferido ser escritor, y que si había sido actor, fue sólo el dinero.
Fuera como fuera, juntos eran una máquina de facturar que llegó a recibir un ofrecimiento de medio millón de dólares ¡para leer poesía! y que decidió mudarse a París para pagar menos impuestos. “El precio de la comida subió, y también el de los diamantes”, bromeó entonces el actor. Pero como “nada es para siempre”, tampoco lo fue el matrimonio que supieron conseguir, y en 1974 Taylor y Burton se divorciaron.
Una vez más, Elizabeth y Richard, en una escena de «¿Quién le teme a Virginia Woolf?», que uno bien podría imaginar replicada en la vida real de la pareja.
“Me siento castigado por los dioses porque me regalaron el fuego y yo me he empeñado en apagarlo. El fuego, por supuesto, eres tú”, escribió él apenas cortaron lazos, en medio de una nueva desesperación. Cariño mío, ¿qué te parece? Ya sos mi esposo otra vez. Y tengo noticias para vos. No habrá más bodas ni divorcios. Seré tuya para siempre”, replicó ella al año siguiente, cuando volvieron a casarse. Sí, porque se casaron dos veces.
Sólo que Liz parece haber sido tan buena actriz y amante como pésima vidente. La segunda parte del matrimonio Taylor – Burton duró apenas 7 semanas, a lo largo de las cuales él le regaló siete diamantes. Cuenta VF que entre las cartas que Taylor hizo públicas tiempo más tarde, había una en la que Burton, en 1984, trataba de convencerla de que volvieran a intentarlo, y en la que se despedía con un conmovedor «quiero volver a casa». No hubo tiempo. Richard Burton murió el 5 de agosto de 1984, tres días después de haberla escrito.
La actriz se volcó a la bebida durante su matrimonio con John Warner.
Un año antes, Taylor había admitido haber sido adicta a las pastillas para dormir y a los analgésicos durante 35 años. A fines de ese año, ingresó al Centro Betty Ford para tratarse por su alcoholismo y su adicción a las drogas. Allí permaneció durante siete semanas, y regresó en el otoño de 1988 para quedarse hasta principios de 1989.
Para entonces, la actriz ya se había casado con y divorciado de John Warner, durante un lapso en el cual se volcó a la bebida; y transitaba el matrimonio que había consagrado en 1991 con Larry Fortensky, un obrero de la construcción al que había conocido en el Centro Betty Ford durante una cura de desintoxicación, en el Rancho Neverland de Michael Jackson.
Con su marido Larry Fortensky, a quien conoció durante una de sus rehabilitaciones.
Fue precisamente la diva quien bautizó a Jackson como el Rey del Pop, durante una entrega de premios, y el cantante tributó a la mistad que los unía con una canción exclusiva titulada Elizabeth I Love You, como regalo de cumpleaños, y con la publicación de una fotografía que los muestra juntos en la portada del álbum HIStory.
En ese ida y vuelta, Taylor testificó a favor del músico en la serie de juicios que debió afrontar por denuncias de abuso infantil, y se mostró profundamente afectada por su muerte, ocurrida el 25 de junio de 2009. Precisamente ese mismo año, la actriz se sometió a una cirugía cardíaca que le aportó una válvula en su corazón, que venía pasándola mal desde hacía al menos cinco años, durante los cuales también debió incorporar a su rutina el uso de una silla de ruedas, a causa de la osteoporosis que padecía. En cambio, Taylor negó enfáticamente que padeciera Alzheimer.
Elizabeth Taylor junto a su amigo Michael Jackson, con quien mantuvo una relación incondicional que duró hasta la muerte del cantante.
En febrero de 2011, los nuevos síntomas relacionados con la insuficiencia cardíaca hicieron que fuera ingresada en el hospital Cedars-Sinai Medical Center en Los Ángeles para un tratamiento, donde permaneció hasta su muerte, a los 79 años, el 23 de marzo de 2011, rodeada de sus cuatro hijos.
La actriz fue velada en una ceremonia judía privada, presidida por el rabino Jerry Cutler, el día después de su muerte, en el Forest Lawn Memorial Park en Glendale, California, y sus restos descansan en el Gran Mausoleo, donde el acceso público a su tumba está restringido. En la tele, de vez en cuando pasan Cleopatra.
Fuente: https://www.clarin.com/espectaculos/cine/elizabeth-taylor-obsesion-llamada-richard-burton-matrimonios-20-operaciones-adicciones-amigo-michael-jackson_0_ffKqpMLFl.html