Cómo se incendió el dirigible estrella del régimen nazi
Un incendio que destruyó todo en su interior y dejó en la memoria una tragedia gigantesca.
Ya pasaron 84 años de aquel triste día, el 6 de mayo de 1937, cuando el dirigible de pasajeros alemán LZ 129 Hindenburg se incendió y colapsó, destruyéndose por completo, y llevándose consigo 36 vidas humanas.
El desastre ocurrió cuando la nave intentó aterrizar en la Estación de Aire Naval Lakehurst en Manchester Township, Nueva Jersey, en los Estados Unidos.
El dirigible transportaba 97 personas: 36 pasajeros (13 de ellos murieron) y 61 tripulantes (de los que 22 perdieron la vida). La víctima mortal número 36 fue un trabajador en tierra, que sufrió el impacto de estallido.
La repercusión fue devastadora. Y no era para menos. Quienes asistieron al desastre y sobrevivieron para contarlo quedaron trastornados con lo que sucedió.Play VideoDesastre del Hindenburg – Video: el momento del accidente y cómo está el lugar ahora
Conjeturas sobre las causas
Tuvo una amplia cobertura con fotografías y filmaciones, además de una crónica radial grabada por Herbert Morrison, un periodista estadounidense testigo del desastre.
La crónica de Morrison fue retransmitida al día siguiente. A partir de allí, se desató una catarata de hipótesis y conjeturas sobre las causas del incendio. Y por supuesto, todos los ojos se centraron en el combustible del dirigible, que originó la propagación del fuego.
La confianza de la opinión pública sobre este tipo de naves quedó destruida. Y la inseguridad de sus vuelos fue el motivo principal que llevó al fin repentino de la “era de los dirigibles”.
Orgullo de la Alemania nazi
El Hindenburg era considerado una joya de la corona del régimen de Adolf Hitler. Había sido construido en 1932 en honor al presidente alemán de aquellos años, Paul von Hindenburg, y tenía una capacidad de 200 mil metros cúbicos de gas.
El mariscal Paul von Hindenburg, comandante las fuerzas de Alemania y Austria en la Primera Guerra Mundial, en una imagen de septiembre de 1914. Foto: AFP
Sus dimensiones, enormes, por cierto, alcanzaban los 245 metros de largo por 41 metros de diámetro. Y estaba completamente fabricado de duraluminio, un material que consistía en una aleación de aluminio de cobre, silicio y manganeso.
Pese a su aparatoso tamaño, alcanzaba una velocidad muy considerable: 135 km/h, propulsado por cuatro motores diésel Daimler-Benz.
El mundo muchas veces quedó maravillado con las travesías aéreas de esta nave gigante, que llegó a transportar a casi 2800 pasajeros durante sus más de 308 mil kilómetros recorridos, y 17 veces en total que cruzó el Océano Atlántico.
Incluso, justo un año antes de que el Hindenburg cayera completamente incendiado, durante la inauguración de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, este dirigible había cruzado el cielo por sobre el estadio para rendir homenaje al acontecimiento. Claramente, era la joya de la Alemania nazi.
El Zeppelin Hindenburg: se caracterizaba por su lujo. Foto: archivo
¿Un Titanic de los cielos?
Al igual que el Titanic, tuvo un destino trágico. La ironía de la historia recordará a estos dos gigantes, uno por agua y otro por los cielos, como naves monstruosas y todopoderosas, que en un abrir y cerrar de ojos terminaron destruidos y se llevaron la vida de gran cantidad de personas.
Incluso las comparaciones de la época hablaban de la similitud del Hindenburg con el enorme barco hundido en 1912, por el lujo que ambas maquinarias ostentaban en su interior.
Claro está, cuando estas comparaciones tenían lugar, no se imaginaba siquiera que sus desenlaces fatales también se pareciesen.
La construcción del dirigible no estuvo libre de dificultades. En un primer momento, los ingenieros alemanes lo construyeron para contener helio en su interior.
Pero como los norteamericanos tenían copadas las reservas mundiales de este gas, y tampoco estaban dispuestos a venderlas, los alemanes tuvieron que optar por el hidrógeno, un gas mucho más inflamable. Quizá esto haya sido lo que ocasionó el fin trágico.
Los viajes del gigante
Durante su primer año de vuelo, el dirigible tuvo fines puramente comerciales, y llegó a transportar 160 toneladas entre carga y correo. Al tiempo, su destino más habitual fue cruzar el Océano Atlántico, hazaña que logró completar en 17 oportunidades.
Incluso, con el correr de los años, se volvió más un atractivo turístico y para ostentar la grandeza de la Alemania nazi, y fue durante un regreso a tierras germanas en el que se logró alcanzar el récord de sobrevolar el Atlántico dos veces en cinco días.
Uno de los pasajeros de esos viajes fue el famoso boxeador alemán Max Schmeling, que poco antes había sido coronado campeón del mundo tras vencer al norteamericano Joe Louis.
Así, el régimen nazi aprovechó para apropiarse de la imagen de grandeza y poderío que reflejaba el Hindenburg. Su lujo, tamaño y hazañas se convirtieron en un estandarte de lo que la tecnología alemana podía lograr. No por nada muchos lo describían como un “palacio flotante”.
El dirigible alemán se estrelló envuelto en llamas y humo el 6 de mayo de 1937 en EE.UU. Foto: Archivo
La chispa de la tragedia
Es todo lo que bastó. Solo una chispa. Y el dirigible Hindenburg quedó envuelto en fuego. Aquella noche tormentosa del 6 de mayo de 1937 gran cantidad de espectadores fueron testigos de cómo ese gigante que parecía indestructible se hacía añicos y mataba a decenas de personas.
Todo empezó cuando el dirigible hacía maniobras de aterrizaje (que de por sí ya eran altamente peligrosas) y consistían en que los operarios dentro de la nave lanzaban a tierra maromas -cuerdas gruesas hechas de fibras de vegetales- para que fuesen sujetas por personal en la pista.
Pero lo que muchas veces sucedía es que, por la fuerza propia del armatoste, estos hombres en tierra terminaban siendo elevados y caían al suelo desde bastante alto. Solían quedar heridos y, algunas veces, muertos.
Pero ese anochecer, exactamente a las 19.25 de aquel 6 de mayo, alguien observó una chispa que surgía de la popa del Hindenburg. En cuestión de 40 segundos el fuego se propagó, ante la vista estupefacta de los 248 obreros en tierra que estaban listos para el amarre y también de la gran cantidad de espectadores que habían ido a recibir al dirigible.
Pronto el lujoso y gigantesco Hindenburg quedó convertido en una enorme bola de fuego.
Una frase pasó a la posteridad: “Oh, the humanity!” (¡Oh, la humanidad!), expresada por el periodista norteamericano Herbert Morrison cuando observó -sin creerlo- lo que estaba sucediendo y pronunció esas palabras de total asombro.
Morrison había ido al aeródromo a cubrir la noticia de la llegada del Hindenburg.
Apagado el fuego, y luego de enterrar a los muertos, se siguieron barajando varias hipótesis sobre las causas del accidente y se iniciaron las investigaciones.
La hipótesis más difundida y aceptada fue que una chispa de electricidad estática, provocada por un relámpago de esa noche tormentosa, al juntarse con el hidrógeno expulsado por el dirigible en la maniobra de aterrizaje, provocó que el fuego se disperse por completo.
¿Accidente o sabotaje?
Aunque ésta fue la más difundida, también trascendieron otras teorías que hablaban de un posible sabotaje.
El FBI realizó investigaciones y las mismas apuntaron de lleno al ingeniero alemán Eric Spehl, quien tenía por aquellos años una novia comunista que claramente no simpatizaba con los nazis.
El otro apuntado como posible saboteador del Hindenburg fue el acróbata Joseph Spa, que según contaron los testigos sobrevivientes, pedía permisos especiales para hacer frecuentes y sospechosas visitas a su perro que viajaba en la bodega del dirigible, con la motivación de alimentarlo.
Se supo que Spa odiaba a los nazis, pero las investigaciones posteriores del FBI lo eximieron de todo cargo. Este acróbata solo resultó levemente herido en la tragedia.
La última hipótesis que se analizó fue la del intento o concreción del suicidio de un pasajero, ya que se encontró una pistola Luger entre los restos del zepelín. Está claro que el fuego arrasó con todo y muchos cuerpos se perdieron entre las llamas. Lo curioso del hecho es que, a esta pistola, justamente le faltaba una bala.
Fuente: https://www.clarin.com/mundo/tragedia-hindenburg-incendio-dirigible-estrella-regimen-nazi_0_KVcxdjjx4.html