Sobre la importancia de cuidar la vista ante tanta exposición a las pantallas en tiempos de pandemia opinó para Télam el Dr. Rogelio Ribes Escudero, médico oftalmólogo, especialista en córnea y superficie ocular. Jefe del equipo de trasplante de córnea del Hospital Alemán.

Por Rogelio Ribes Escudero

Nuevamente, este año, el Día Mundial de la Visión nos encuentra con los ojos pegados a una pantalla.

Por caso, ya antes de la pandemia de Covid 19, pasábamos más de 7 horas diarias frente al celular, televisor, computadora o tablet, y habíamos dejado de relacionarnos directamente con los demás para hacerlo de manera virtual. Esto aumentó con el virus y, seguramente, continúe así.

Los efectos que todos estos equipos causan en los ojos se pueden dividir en: los que actúan sobre las lágrimas y superficie ocular, aquellos cuyos efectos son consecuencia de la luz que emiten y los que repercuten en los lentes propios de los ojos.

En cuanto a la superficie ocular, no hay que olvidar que una persona parpadea entre 10-15 veces por minuto. Al realizar alguna actividad en donde se fija la vista de cerca, los parpadeos disminuyen a la mitad, por lo tanto, decrece la difusión de la lágrima sobre la superficie ocular ya que los párpados son los parabrisas de los ojos. En estos casos, también decrece la producción de lágrimas, razón por la cual se genera un ojo seco.

El ojo seco es una patología cada vez más frecuente y afecta a uno de cada 3 individuos mayores de 40 años. Los tratamientos actuales se orientan a aumentar la calidad y cantidad de lágrimas. Para eso, se realizan múltiples tratamientos, desde gotas que aumentan la síntesis de lágrimas o procedimientos que desbloquean las glándulas que las producen como la microexfoliación del borde del párpado, hasta luz pulsada.

En cuanto a la luz azul -conocida como visible de alta energía-, puede inducir cambios en el ojo. Aún no está claro si la luz azul que emiten los dispositivos electrónicos es de suficiente intensidad como para provocar daño retinal. Lo que sí se conoce es que puede disminuir la síntesis de melatonina, la hormona inductora del sueño. Por eso, se recomienda no utilizarlos, al menos, 2-3 horas antes de dormir.

Por otro lado, el empleo de estos dispositivos genera un esfuerzo en el músculo ciliar, que es el encargado de realizar el enfoque de cerca. Al contraerse, incrementa las dioptrías de magnificación del cristalino, proceso conocido como acomodación. La consecuencia es que, luego de tanto tiempo con actividades de cerca, se genera un espasmo y contractura de este músculo, lo cual promueve visión borrosa transitoria y cefaleas en pacientes jóvenes. Es como entrenar un mismo músculo en el gimnasio durante 8 a 10 horas por día, en algún momento se va a acalambrar. Por eso, la Academia Americana de Oftalmología sugiere que adherir a la regla «20-20-20», es decir, descansar 20 segundos cada 20 minutos y ver algo que se encuentre a más de 6 metros.

Mundialmente, unos 2200 millones de personas (casi un tercio de la población) tienen deficiencia visual o ceguera, de las cuales al menos mil millones poseen una falta visual que podría haberse evitado o que aún no ha sido tratada.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los problemas más frecuentes son miopía (2600 millones de personas), presbicia (1800 millones), degeneración macular (196 millones), retinopatía diabética (146 millones), glaucoma (76 millones) y tracoma (2,5 millones).

Los que viven en zonas rurales, con bajos ingresos, y en países subdesarrollados son los que más lo padecen. La discapacidad visual desatendida en estas regiones es cuatro veces mayor que en los países ricos y la situación es especialmente grave en África subsahariana y Asia meridional.

Por Dr. Rogelio Ribes Escudero, médico oftalmólogo, especialista en córnea y superficie ocular. Jefe del equipo de trasplante de córnea del Hospital Alemán.

Fuente: Télam